Instituto de Arquitectura y Urbanismo, Territorio Educativo
Delfina Estrada y Victoria Volpini, creadoras del colectivo gráfico Fábrica de Estampas, conversaron con estudiantes de Arquitectura de la UNSAM sobre el origen, las técnicas y el alcance social de uno de los saberes más antiguos de la historia: el grabado. “Sin el diálogo, el grabado no se entiende. La charla es parte del oficio”.
“Cada técnica es un mundo”, dice Delfina Estrada, artista plástica, artesana y una de las creadoras, junto con Victoria Volpini, de Fábrica de Estampas, un emprendimiento autogestivo que hace unos años salió del taller para recorrer las calles y compartir los secretos del arte del grabado con distintas comunidades locales y de América Latina.
“Contar cómo se construye un taller es importante para entender el oficio. Ante todo, hace falta espacio: hay que ubicar la prensa calcográfica, las herramientas, los materiales”, dice Volpini. “Los japoneses hacen grabados en un metro cuadrado, pero hay que ser japonés para lograrlo. La relación con los materiales y con las herramientas tiene que ser amable: el taller es un espacio de trabajo humano en el que también se juegan vínculos. Por eso también es un refugio, entrelaza el trabajo con la vida”.
Además de producir obra, Taller de Estampas organiza ferias gráficas y ofrece talleres abiertos a la comunidad. “El proyecto empezó en 2011. Laburábamos en un garaje experimentado con ácido nítrico y otras sustancias peligrosas (risas). Nos interesaba el grabado no solo por la alquimia y los procesos técnicos sino también por la imagen: encontrar una imagen que nos movilizara”, cuentan. Poco después necesitaron más espacio y el lugar elegido fue el local de una antigua mercería en el barrio de Saavedra. “Los vecinos se entusiasmaron y se armó una pequeña comunidad. Un poco porque la técnica te lleva a eso y otro poco por la necesidad económica. Había que pagar las cuentas”.
Los talleres, las ferias, las campañas gráficas y las publicaciones se multiplicaron: les fue muy bien y hubo que seguir ampliando. “Hoy tenemos un local de esquina en Coghlan, pero también organizamos talleres rodantes en museos, escuelas, centros culturales y barrios de la Argentina y otros países de la región”. Afiches, pegatinas y estampas de pequeño formato circularon por José L. Suárez, islas del Tigre, Luján, Salta, Brasil, Paraguay y México.
“Empezamos a pensar cómo trabajar el grabado de acuerdo a las problemáticas territoriales. Sentíamos que, para denunciar, con la imagen sola no alcanzaba: faltaba militancia, poner el cuerpo, hablar con la gente. Y entonces decidimos salir del taller para empezar a trabajar en los territorios. Los procesos y tiempos del grabado implican necesariamente el trabajo colectivo. Son técnicas que sirven para potenciar voces, construir puentes con la historia y fortalecer redes”, dicen.
La experiencia lo confirma: comunidades wichis de Salta, isleñxs de Tigre, recuperadorxs de José L. Suárez, adictxs en centros de rehabilitación de Luján, colectivos feministas de Paraguay, ocupas de San Pablo (Brasil) ya producen obra gracias a lo que aprendieron en sus talleres. “Cuando viajamos apelamos a métodos más escolares, pero que funcionan para entender la técnica. Llevamos bandejitas de telgopor para armar las matrices, cucharas de madera y gubias para tallar. Nos gusta que la gente entienda el sistema de prensa, use el rodillo y la tinta adecuada. El proyecto con la comunidad wichi, por ejemplo, es hacer un libro de plantas medicinales con tallas hechas por ellos”.
Los grabados que hicieron con la Cooperativa Bella Flor de José L. Suárez incluso llegaron a México. “Le escribimos a la gente de la Cooperativa y les ofrecimos dar un taller. Charlamos en su galpón y después fuimos al Comedor 8 de Mayo para pensar con los chicos qué materiales usar”. El resultado fue potente: estamparon y armaron patrones con material de descarte tomando como referencia la obra de Antonio Berni. “Hicimos una analogía entre Juanito Laguna y la historia de Diego Duarte, que después apareció en los grabados que hicieron. Esos mismos trabajos los llevamos al Museo Tamayo de México, en donde armamos un mural muy lindo”.
Volpini y Estrada ofrecieron la charla “El territorio expandido en el grabado” en el marco del ciclo Diálogos del Instituto de Arquitectura (IA) de la UNSAM. “Esta clase de encuentros potencian la creatividad de los futuros arquitectos y arquitectas porque sirven para pensar los procesos colectivos vinculados con otras técnicas y oficios”, dijo Mariana Santángelo, profesora de la carrera de Arquitectura y organizadora de la actividad junto con Carolina Kogan.
Sobre el oficio
“Si uno no lo hace, el grabado es difícil de entender. Por eso hay que explicarlo. La charla es parte del oficio ”, dicen las creadoras de Fábrica de Estampas. “Nosotras nos especializamos en las técnicas del aguafuerte, la xilografía, el linóleo y la monocopia, pero hay muchas técnicas más”.
La historia del grabado en Latinoamérica se mueve entre la tradición y la experimentación. “El oficio se enseña en la academia y se cuelga en salones de bellas artes, pero también es parte de la militancia social y el arte popular”.
Técnicas de producción y reproducción de imágenes que nacen en talleres artesanales y más tarde aparecen como uno de los oficios del mundo del arte. “Todo empieza en Egipto, con grabados hechos en arcilla. En China después se inventa el papel, sobre el que se empieza a imprimir con matrices de madera”, cuentan Estrada y Volpini. “La impresión con metales llegó más tarde, una técnica europea que salió de los talleres de armería, en los que se labraban espadas y escudos”.
Según las especialistas, cada técnica tiene su modo de pensar la imagen. “El saber del grabado es manual, impulsivo. En la guerra de Vietnam los soldados grababan mensajes en los encendedores Zipo, en la Guerra de la Triple Alianza se tallaba la madera. Hay algo de la necesidad de comunicar que es muy elemental ahí. La fuerza de la mano, la resistencia que pone la materia, el vínculo con las herramientas. De algún modo, el grabado se parece al tatuaje. O a la cocina: tenés las herramientas y la receta, pero después hay que descubrir sus secretos”.
Victoria Volpini y Delfina Estrada