Campus de Innovación, Instituto de Investigaciones Biotecnológicas, Notas de tapa
El investigador del CONICET en el IIB-INTECH de la UNSAM Ricardo Dewey es socio fundador y asesor científico de la empresa de base tecnológica incubada por el Grupo Sancor Seguros para desarrollar diagnósticos y tratamientos contra enfermedades crónicas y de alto impacto.
Al listado de empresas de base tecnológica fundadas por investigadores de la UNSAM —Biomatter, Chemtest, Hybridon, Solarmate y Profar — ahora hay que sumar RadBio, dedicada al desarrollo de diagnósticos y tratamientos contra enfermedades autoinmunes, fibrosis hepáticas y cáncer. La empresa fue creada por Ricardo Dewey, investigador del CONICET en la sede Chascomús del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB-INTECH) de la UNSAM, en conjunto con tres socios: el Centro de Innovación Tecnológica, Empresarial y Social (CITES) —incubadora y aceleradora de proyectos del Grupo Sancor Seguros—, el médico Jorge Velasco Zamora y la administradora de empresas Mónica Coronel.
“Me interesa difundir nuestro recorrido y estimular a otros investigadores para que se animen a realizar caminos similares. Por nuestra formación academicista no es tan frecuente que demos el salto hacia la generación de bienes y servicios con alto valor agregado”, plantea Dewey en esta entrevista.
¿Cómo llegaron a ser incubados por Sancor Seguros?
El sistema de aceptación de proyectos del CITES tiene cuatro etapas y es muy exigente. Tanto que, de los más de quinientos proyectos que recibieron desde 2013, solo siete u ocho fueron aceptados. Para llegar a ese punto tuvimos que avanzar etapa por etapa. La última fue una presentación frente a un comité de inversión en diciembre de 2016. Después vino el armado de la empresa, la elección del director y la firma de papeles y convenios. Desde mediados de septiembre estamos funcionando en Sunchales (Santa Fe), donde funciona la incubadora.
Liliana Haim y Andrés Barcala, de la Oficina de Transferencia Tecnológica y Biemprendedores del IIB (BIOLOOP), nos ayudaron con la convocatoria para cubrir el puesto de director de RadBio, que finalmente fue para Nicolás Tambucho.
¿Y antes de eso?
Antes fuimos financiados por organismos del Estado como el CONICET, la Agencia Nacional de Promoción Científico Tecnológica (ANPCyT) y la UNSAM, sin los que nada de esto hubiera sido posible. Resumiendo la trayectoria, en 2007 regresé al país con el programa Raíces y me instalé como investigador del CONICET en el IIB-INTECH, donde comencé a dar clases y establecí el Laboratorio de Terapia Génica y Células Madre. Allí descubrimos una nueva proteína que forma parte de una familia de moléculas involucrada en el desarrollo de enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide, el cáncer y la fibrosis hepática no alcohólica —que puede provocar falla hepática, cirrosis o cáncer de hígado—, entre otras enfermedades crónicas complejas. Fue un hallazgo importante, por lo que en seguida buscamos el apoyo del CONICET para patentarlo en Estados Unidos. Luego iniciamos la solicitud de otra patente en la Argentina y Europa, que todavía está en trámite.
¿Cuál es la estrategia de la empresa?
Tenemos que cumplir con diversos hitos que planteamos a los inversores en un plazo de hasta treinta meses. La estrategia es demostrar que nuestra tecnología puede seguir creciendo hasta ofrecer un producto terapéutico para las enfermedades que mencionamos. Para eso nos proponemos superar estudios preclínicos y clínicos. Ahora estamos por iniciar los preclínicos: una serie de experimentos en un modelo animal siguiendo normativas regulatorias de la Agencia Estadounidense de Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA). Llegar a las pruebas en humanos va a llevar tiempo, pero tenemos una alternativa diagnóstica que podría ser comercializada en el corto plazo.
¿Cómo es crear una empresa de base tecnológica en este contexto de ajuste público en ciencia y tecnología?
Si ahora quisiéramos hacer lo mismo que hicimos en los años previos sería más complicado. Los programas que financiaron las primeras etapas del proceso fueron debilitándose: el programa Raíces, que financió mi retorno al país, trae cada vez menos investigadores. Los Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) de la Agencia valen cada vez menos. El aporte no reembolsable (ANR patentes) de la Agencia —con el que financiamos el 80 % de nuestras patentes— ya no está disponible. Por suerte apareció el CITES, que con su programa de creación de start ups globales permitió que nuestros desarrollos pudieran seguir creciendo.
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