La gerenta de Innovación y Transferencia de la UNSAM es doctora en Ciencias Biológicas y una de las fundadoras de la empresa de base tecnológica Cell Tonics. En esta nota cuenta cómo aplicará en la gestión su experiencia en la articulación público-privada y subraya la importancia de formar profesionales empleables y generadores de empleo.
Susana Levy dice que el lugar ideal para retratar al equipo de la Gerencia de Innovación y Transferencia es frente a la estructura de hormigón de 10 pisos del edificio aún en construcción del Campus Miguelete porque considera que es un símbolo de todo lo realizado y también de las oportunidades que tiene la UNSAM para seguir creciendo. Según esta experta en ingeniería de bioprocesos, será un espacio donde se cruzarán disciplinas, objetivos e investigadores en diversas etapas de sus carreras.
“Nuestra responsabilidad es brindarles a los alumnos e investigadores un espacio de aprendizaje interdisciplinario en el que puedan hacerse y responder preguntas”, asegura Levy, quien se formó en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y luego realizó posgrados en el país y en el exterior.
La gerencia a cargo de Levy es parte del Vicerrectorado de Investigación, Innovación y Transferencia de la UNSAM, que encabeza Alberto Carlos Frasch. Forman parte del equipo el gerente de Investigación, Julio Bayona; la directora de Administración, Mirna Ybañez; y numerosos asesores en diversos temas.
¿Por qué decidió estudiar biología y qué la llevó a especializarse en biotecnología?
Empecé a estudiar biología en los años ochenta. Cursando las materias básicas compartidas con otras carreras, como física y matemática, me apasionó conocer a otra gente que estudiaba y enseñaba sobre asuntos tan diversos como átomos, bacterias, hormigas y galaxias. De algún modo, la biotecnología me fue eligiendo a mí. En esa época volvían muchos científicos del exterior (Carlos Frasch y Alberto Kornblihtt, por ejemplo), quienes enseñaban biología molecular, y decidí hacer mi doctorado con Rosa Nagel, quien también volvía al país. Poco antes de finalizarlo, descubrí que investigar en áreas que pudieran trasladarse rápidamente a productos para curar o para prevenir enfermedades me motivaba mucho. Luego hice un posdoctorado con José La Torre y realicé mis primeros cultivos de células en biorreactores. El problema que tuve en ese momento fue que los equipos necesitaban un ambiente de baja temperatura y no teníamos aire acondicionado, por lo que tuve que armar un biorreactor en el baño de mujeres. Si bien no existían los recursos necesarios, José sabía que eso era lo que se venía y me sugirió que continuase mi formación en Inglaterra. Hacia allá fui.
¿Cómo fueron esos años en el exterior?
Estuve en el Colegio Universitario de Londres (UCL) entre 1996 y 2006, una universidad pública y de investigación. La UCL, que nació con la visión de promover el trabajo interdisciplinario y la aplicación de las ciencias, fue la primera universidad en el Reino Unido en tener carreras de ingeniería. De hecho, yo era bióloga, pero ingresé al Departamento de Ingeniería Química, donde entendí que, si quería hacer algo de inmediata aplicación e impacto en la salud, estaba en el lugar correcto.
Debió ser un lugar con muy pocas mujeres…
Si bien la UCL fue la primera universidad de Inglaterra en admitir mujeres en los sesenta, en el 2000 (en lo que luego pasó a llamarse Departamento de Ingeniería Bioquímica) solo éramos tres mujeres con cargos de investigadoras y docentes, y yo era la única bióloga, además de la única latinoamericana. Se produjo una sinergia muy rica porque había cosas que yo entendía mejor a nivel biológico y los ingenieros y los matemáticos sabían traducir en ecuaciones y en conceptos útiles para diseñar procesos y equipamientos. También creo que fue importante lo que pude aportar desde mi formación en la Argentina. Pasé de trabajar con un biorreactor en el baño a una planta piloto diseñada para investigación y entrenamiento financiada por el Estado y por la industria. Eso me permitió aprender muchísimo, fue un período muy intenso en el cual trabajé en proyectos de vacunas de nueva generación (más eficientes y más económicas para producir en escala), en nuevas estrategias de ADN para tratar el cáncer, en ingeniería de tejidos para curar heridas…
¿En qué trabajó cuando volvió al país?
A mi regreso, trabajé como gerenta de Investigación y Desarrollo de Biotecnología en la empresa Biogénesis Bagó. Allí también aprendí mucho, especialmente sobre los requisitos que deben tenerse en cuenta al desarrollar un producto, como en el caso de las vacunas para la ganadería, que ingresan indirectamente a la cadena alimentaria humana. En 2012 me presenté con un consorcio entre el CONICET y un inversor privado a una convocatoria del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva para la formación de empresas de base tecnológica (EBT). Obtuvimos el subsidio y, en 2016, fundamos Cell Tonics. Si bien hoy estamos dando nuestros primeros pasos y es una experiencia muy enriquecedora, yo quería volver a la universidad, sobre todo a la UNSAM, con la que ya teníamos un convenio de colaboración con el Centro de Estudios en Salud y Medioambiente (CESyMA) de la Escuela de Ciencia y Tecnología.
¿Qué hacen en Cell Tonics?
Desarrollamos proteínas purificadas y medios de mantenimiento y congelamiento para células. Básicamente, diseñamos ambientes líquidos (medios o “tonics”…) que permiten conservar las células vivas y en condiciones de reproducirse fuera de un organismo vivo. Estos líquidos tienen numerosas aplicaciones biotecnológicas. Por ejemplo, para la ganadería bovina formulamos medios que acompañan las técnicas de reproducción asistida aumentando más de diez veces la cantidad de terneros que puede tener una vaca. Nuestros competidores son grandes empresas extranjeras.
¿Cómo logran diferenciarse?
Adaptamos nuestra tecnología a las necesidades argentinas. Primero pusimos el foco en la ganadería, por la importancia que tiene para el país la producción de carne y de leche, pero después fueron surgiendo otras aplicaciones. Por ejemplo, en la UNSAM hay científicos que trabajan en la reproducción de yeguas de polo, así que adaptamos nuestros productos para que pudieran utilizarlos en lugar de los importados. Y estamos teniendo excelentes resultados trabajando en colaboración. En cada paso que damos, siempre hay alguna innovación.
¿Cuál es la importancia de la articulación público-privada?
Cuando era investigadora en la UCL, casi todos los proyectos dentro del departamento tenían una articulación público-privada. Los proyectos doctorales tenían supervisión académica pero también empresaria y financiación mixta. Había un diálogo constante entre los dos ámbitos. En Biogénesis Bagó me tocó ser la interlocutora entre la empresa y las instituciones públicas de investigación. Cell Tonics existe gracias a la inversión pública del Banco Mundial a través del MINCYT. Considero que, para que la Argentina tenga una industria biotecnológica sustentable, todos los eslabones proveedores de esta cadena deben elaborar en el país. Mi estrategia para Cell Tonics fue hacer algo modesto, pero con impacto productivo inmediato en una de las cadenas de mayor generación de riqueza de la Argentina. Creo que desde la universidad, además de la ciencia disruptiva, hay que tener en cuenta todas la ideas prácticas que son innovaciones en el ámbito local, que hoy son necesarias y pueden concretarse en el corto plazo. Para lograr esto, es fundamental la asociación entre empresas y universidades, el respeto mutuo y el trabajo serio y disciplinado.
¿Cuál será el foco de su gestión?
El foco van a ser los estudiantes, la investigación y la innovación. Queremos que los egresados de UNSAM sean altamente empleables y generadores de empleo y de valor. Me gusta la definición de innovación como el proceso de traducir una idea o un invento en un producto o servicio generador de valor y de bienestar.
También queremos pensar en el futuro, en la Universidad dentro de 20 años, y eso se traslada a los espacios. La estructura de hormigón frente a la que nos sacamos las fotos es un símbolo de lo mucho que se hizo en la UNSAM en los últimos años, con pilares muy sólidos para poder seguir creciendo e innovando multidimensionalmente. A este edificio queremos llamarlo GenZ, por la generación Z. Esperamos que sea un espacio de investigación, experimentación y desarrollo profesional adaptado a las necesidades de los chicos nacidos entre 1995 y 2005, un lugar desde el que se pueda pensar y hacer un mundo mejor.
¿Cómo piensan involucrar a los jóvenes en la realización de estos objetivos?
Iremos escuchando a los estudiantes que ya están en la UNSAM y también a los que no pudieron o no quisieron estudiar. En la Escuela Secundaria Técnica de la Universidad estudian chicos que viven una realidad muy dura. Cada uno de nuestros actos debe ser pensado en función de ellos y de sus familias. El Estado nos paga para que trabajemos en este hermoso lugar. Cada peso que se gasta en aquí debe contribuir al bienestar de nuestra comunidad más cercana, que es la del partido de General San Martín y, a partir de ahí, como si fueran los círculos que se forman cuando tiramos una piedra en el agua, podremos crecer para tener un impacto positivo a nivel global.
La gerencia quiere escuchar ideas de investigación y de innovación, y también, puntualmente, propuestas sobre cómo conseguir fondos para terminar las obras iniciadas en el Campus.