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La UNSAM fue sede del IV Congreso Latinoamericano de Filosofía de la Educación, un espacio en el que expertos de diversas disciplinas discutieron sobre los desafíos y las deudas del sistema educativo en la Argentina. Entre otros temas, se habló del estado de los contenidos curriculares, la desigualdad de oportunidades y las funciones que debe cumplir la escolarización en la sociedad actual.
Por Nadia Luna (Agencia TSS) | Fotos: Pablo Carrera Oser
“Educar en América Latina supone darles voz a los que no la tienen. Sostener una pedagogía ‘nuestroamericana’ implica, por ejemplo, dejar de llamar ‘indios’ a quienes tienen nombres e historias. En estos días se cumplieron 70 años de la Masacre de Rincón Bomba, en Formosa, donde murieron centenares de pilagás, pero poco se sabe sobre episodios como este. Un sistema educativo que no se proponga incluir a todos jamás será de calidad”, sostuvo el exministro de Educación de la Nación Alberto Sileoni durante el IV Congreso Latinoamericano de Filosofía de la Educación, que se realizó en octubre en la UNSAM.
El encuentro, organizado por la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación (ALFE) y la Escuela de Humanidades de la UNSAM, propuso generar un espacio de diálogo interdisciplinario para pensar el fenómeno educativo en América Latina. En la mesa “Filosofía, educación y política”, Sileoni estuvo acompañado por Gabriela Diker, doctora en Educación y rectora de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS); Juan Carlos Geneyro, doctor en Filosofía y exmiembro de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU); y Enrique del Percio, director del Doctorado en Filosofía de la Universidad del Salvador.
El moderador de la mesa fue Adrián Cannellotto, rector de la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE) y profesor de la UNSAM. “La idea es pensar la realidad del ámbito educativo desde un lugar crítico, ya que la discusión sobre el sentido de la educación impacta en las políticas públicas”, adelantó el especialista. Luego, Sileoni, quien actualmente es docente de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNaHur), habló de la reforma educativa que propone el Gobierno actual y reprobó el hecho de que, en vez de consultar a los educadores, se trabaje con fundaciones y empresas.
“Se abrió una discusión sobre qué debe permitirse en el aula. El ministro de Educación ha dicho que dejar entrar a Santiago Maldonado es una canallada porque es jugar políticamente con los estudiantes. Empresas como Dreyfus o Coca-Cola sí pueden entrar en la escuela, pero de un desaparecido en democracia no se puede hablar. Creemos que eso está en el centro de la discusión sobre para qué educamos”, apuntó. Sileoni también se refirió a las políticas de inclusión implementadas en la década anterior, que permitieron la incorporación de unos 500.000 estudiantes secundarios de primera generación, así como también de grandes camadas de estudiantes universitarios con esa misma condición.
“Desde los movimientos populares, buscamos que la gente pueda salir de su lugar, que es lo contrario que esta sociedad estamentada invita a hacer. En las villas de Buenos Aires se dan cursos de cosmetología y peluquería para mujeres jóvenes. No está mal que sepan esos oficios, pero no tienen porqué ser el destino final de sus vidas, ya que ellas también pueden ir a la universidad. Nosotros creemos que pueden y esa es una diferencia sustantiva con el neoliberalismo, que te saca una foto y te deja en el lugar ‘al que pertenecés’. Si hay algo que hacen los movimientos populares latinoamericanos, es pensar que la gente no tiene lugares fijos y que todos tienen derecho a pensar otro futuro”, sostuvo el exministro.
En esa línea, Diker consideró necesario retomar la discusión sobre aquello que tenemos en común como sociedad y sobre el lugar que debe ocupar la escuela. “En la Argentina, y en otras experiencias educativas del mundo, estamos en un momento de celebración del individuo y de dilución de lo común. Se espera que cada uno construya de manera autónoma su trayectoria educativa, con una nueva forma de calificación y clasificación meritocrática de los individuos”, advirtió.
Asimismo, la educadora explicó que, a lo largo del tiempo, las políticas educativas han definido distintos modos de interpretar el factor común que la escuela debería transmitir. “En el siglo XVII, la premisa era que había que enseñar todo a todos. En el siglo XVIII, lo común era lo que tenía un valor neutro, como lo que proviene de la ciencia. Más recientemente, se empezó a pensar que lo común no existe, sino que aparece como imposición de un valor particular y adquiere valor universal”, explicó. Y agregó: “Creo que hay que retomar la idea de que los sistemas escolares deben cumplir una doble función: la de incorporar algo común y también la de diferenciar. Aunque parece que las políticas actuales ponen más el acento en la diferenciación que en la incorporación de un fondo cultural de valores, de un pasado y una memoria común”, consideró.
A su vez, Del Percio indicó que el problema, en última instancia, es el deseo: “Desde otras latitudes no pueden entender esta cosa rara que nos pasa a los latinoamericanos de plantear la democratización del deseo, de querer que los pobres y los ricos coman en la misma mesa. Esto nos obliga a resignificar la igualdad en términos de justicia social y también la libertad, no como un estado al que se llega de una vez y para siempre, sino como un proceso”.
Por su parte, Geneyro advirtió sobre lo que consideró “una deuda de nuestra democracia”, que es la enorme cantidad de niños y jóvenes que no completan la educación básica. “Me preocupa el alejamiento del Estado de cosas básicas como la alimentación, la salud y el abrigo. El Estado no puede soslayar este mandato vinculado con el acceso al sistema educativo”, sentenció. En ese sentido, se refirió al desarrollo de las TIC y los medios de comunicación como elementos constitutivos para la formación de los jóvenes. “Como educadores tenemos que evitar la producción en masa de la opinión comandada por los medios de comunicación concentrados”, dijo. Y finalizó: “Reivindico el papel de la filosofía en los procesos de formación de ciudadanos que no sean partícipes de consensos manipulados, sino que sean productores de consensos activos y participativos”.