Por Paula Castesana*

El cambio climático es uno de los mayores desafíos de la actualidad. Sus amplios efectos son de alcance mundial y abarcan desde aumentos del nivel del mar hasta una mayor frecuencia de eventos climáticos extremos que amenazan, incluso, la producción de alimentos.

Un delicado equilibrio de la abundancia de los gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera —principalmente, dióxido de carbono— es esencial para la supervivencia de los seres humanos y de millones de especies de nuestro planeta. Los GEI impiden que parte de la radiación infrarroja que emite el planeta al calentarse salga al espacio y mantiene la temperatura de la Tierra en niveles adecuados para su habitabilidad. Estos gases siempre han estado presentes en la atmósfera. Sin embargo, el creciente consumo de energía proveniente de fuentes fósiles, la utilización de ciertos métodos de cultivo y la deforestación son algunas de las causas de origen antrópico del incremento de la concentración de GEI en la atmósfera.

En su quinto informe de evaluación publicado en 2014, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático concluyó categóricamente que el calentamiento en el sistema climático es inequívoco, que muchos de los cambios observados recientemente no han tenido precedentes en los últimos decenios a milenios y que la influencia humana sobre el sistema climático es clara.

En la 21.^a Conferencia de la Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (realizada en la capital francesa en diciembre de 2015) se alcanzó un acuerdo histórico para la mitigación del cambio climático: el Acuerdo de París. Este acuerdo es un compromiso que reúne a casi doscientos países firmantes (prácticamente, la totalidad de los Gobiernos del mundo), con el objetivo de mantener el aumento de la temperatura mundial en este siglo por debajo de los dos grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales. Para ello, el acuerdo establece ambiciosos esfuerzos para la reducción de emisiones de GEI e impulsa inversiones para un futuro sostenible, con especial apoyo y respeto al crecimiento de los países en desarrollo.

Los efectos del calentamiento global están teniendo enormes costos y se incrementarán en los próximos años con desarreglos climáticos graves y migraciones masivas. Podemos y debemos evitarlo. La lucha contra el cambio climático se ha convertido además en una oportunidad económica y de cambio tecnológico.

Como es de público conocimiento, en los últimos días el presidente Donald Trump anunció el retiro de si país del Acuerdo de París. Estados Unidos es uno de los principales emisores de GEI, tantos en términos de masa total emitida como en términos per cápita, y uno de los mayores consumidores de combustibles fósiles de todo el mundo. En un contexto histórico en el que la información abunda y la evidencia científica está puesta al servicio de la humanidad, es lamentable que el desconocimiento de los mayores tomadores de decisiones pueda tener consecuencias devastadoras para todo el planeta. Todos somos responsables de los efectos ambientales que provocamos. Frente a esta situación, no nos queda más que expresar un fuerte repudio a tal decisión y ratificar nuestro compromiso, como institución y como país, con esta causa global.

*Paula Castesana es ingeniera química con orientación medioambiental y doctora en Ingeniería. Es investigadora y docente en el Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental (3iA) de la UNSAM, donde se especializa en química atmosférica y cambio climático, y trabaja en el desarrollo de inventarios con enfoque tecnológico de emisiones atmosféricas. Es autora de diversos trabajos publicados en capítulos de libros y en revistas científicas nacionales e internacionales. A su vez, participa activamente en proyectos de investigación y en redes internacionales relacionados con su área de estudio.