Escuela de Ciencia y Tecnología
Desde el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y durante todo el mes se realizarán actividades para destacar el trabajo de las mujeres que trabajan en la UNSAM, así como el compromiso de la Universidad con las temáticas de género. Amalia Pérez, directora de la Licenciatura en Física Médica y de la Tecnicatura y Licenciatura en Diagnóstico por imágenes de la Escuela de Ciencia y Tecnología, escribe sobre el aporte de Marie Curie y la actualidad de las mujeres en la física médica.
Por Amalia Pérez*
Las diversas e incontables biografías de Marie Curie la distinguen en virtud de su inteligencia y humanismo en el terreno de la física y la química. Menos destacada es la perspectiva de su rol como primera mujer que se incorpora a la práctica de la física médica, término que no existía en el momento que ella se subía a un carro y marchaba a sacar radiografías a los soldados heridos en la Primera Guerra Mundial. ¿De dónde sacó Marie el temple necesario para su titánica empresa? Seguramente algo tuvo que ver su pasaje por la Universidad Volante (Varsovia) antes de dirigirse a Francia. En ese nido de resistencia a la ocupación de Polonia por el Imperio Ruso, en el que podían estudiar las mujeres y se respiraba un aire de igualdad de género, seguramente ella sentó las bases de un carácter que luego le permitió desplegar su inteligencia en un mundo científico hegemonizado por los hombres.
Las generaciones posteriores reconocemos a Marie Curie por todos sus logros, traducidos en los dos premios Nobel, y plasmamos en su figura el concepto de primera física médica de la historia, a pesar de que otras mujeres podrían incorporarse a esa lista. Sin embargo, la física médica como tal surge y se configura como campo de conocimiento específico décadas más tarde, cuando la tecnología se constituye en intermediadora de los “modos de conocer” de la medicina.
Los físicos médicos, con independencia de género, conforman su visión profesional integrados a la lógica surgida del paradigma mecanicista del siglo XVIII, que se extiende hasta hoy, que la tecnología de última generación ha constituido un nuevo tipo de racionalidad médica impregnada de la dimensión tecnológica, según la cual la enfermedad puede aislarse, hacerse visible y ser sujeto de intervención.
Esta nueva dimensión médico-tecnológica es fuertemente exitosa en sociedades modernas, razón por la cual se ha transformado en hegemónica con independencia de los sistemas sociales que la han ido adoptado: las mismas herramientas funcionan en el primer mundo, en países en desarrollo, en sociedades con poca o mucha intervención estatal en el régimen de salud, en Estados religiosos o laicos, etcétera.
Así, no es lo mismo ser física médica en sociedades donde se incentiva el interés por la ciencia desde los años iniciales de la escolarización de ambos géneros que en aquellas en las que todavía se está tratando de incorporar a la totalidad de los niños a la educación inicial. Sin embargo, quizá de manera más notoria, en las sociedades más avanzadas una cosa es la mujer que produce ciencia y otra, la mujer en la gestión de la ciencia. Efectivamente, el poder asociado a la capacidad de definición de políticas científico-tecnológicas está aún reservado preferentemente a los hombres: ahí es donde está el núcleo duro que le corresponde encarar a estas nuevas generaciones.
Las mujeres de comienzos del siglo pasado debieron cuestionar con su accionar mitos religiosos y una abrumadora cantidad de producción literaria, artística y filosófica que ponía a la mujer en el lugar de la debilidad, la inestabilidad y la pasividad; debieron enfrentar el pensamiento dicotómico de las sociedades y sus instituciones, que adjudicaban al hombre la fuerza, la estabilidad y la creatividad, consideradas “virtudes superiores”. Estas construcciones de carácter histórico-social no fueron destronadas, están solamente “perturbadas” en diferente grado según las sociedades y el grado de influencia en el terreno económico de la esfera científico-tecnológica de que se trate.
Las mujeres que ejercemos la física médica tenemos una situación difícil, estamos inmersas —como se dijo anteriormente— en uno de los núcleos de supervivencia de la hegemonía masculina: la ciencia y tecnología médica de última generación. La lucha por la igualdad de género desde nuestra profesión tendrá seguramente la suerte que tengan las luchas por la igualdad de derechos de toda la población, al acceso a políticas de salud igualitarias e inclusivas.
Marie Curie se subió al carro a ayudar a salvar las vidas de hombres arrojados a la guerra por intereses ajenos a ellos. Seguramente, entendió que su lugar como mujer estaba en las filas de aquellos que luchan por obtener la igualdad entre todos los seres humanos de la tierra. Lo que nos tiene que quedar de la que consideramos la primera física médica es su compromiso social.
*Licenciada en Ciencias Físicas, profesora titular en el Área de Física Médica (ECyT), directora del proyecto del Centro Universitario de Imágenes Médicas (CEUNIM), responsable del convenio de colaboración académica UNSAM-CEMIC en el Departamento de Imágenes Moleculares y Terapia Metabólica.