En cuatro funciones consecutivas, el multipremiado coreógrafo argentino presentó su instalación performática “Topologías para cuerpos infinitamente inconquistables”, con éxito de convocatoria. Los bailarines que participaron del espectáculo son alumnos de la Licenciatura en Artes Escénicas del Instituto de Artes Mauricio Kagel.
Por Damasia Patiño Mayer | Fotos: Pablo Carrera Oser
El jueves 2 de junio, el público ingresó al edificio de Sánchez de Bustamante para encontrarse con un piso completamente cubierto por una doble capa de plástico inflado con aire, bajo las cuales se encontraban diseminados los coloridos cuerpos de los alumnos de la Licenciatura en Artes Escénicas de la UNSAM.
Ya acostumbrados a las propuestas experimentales del Centro de las Artes UNSAM, los espectadores se descalzaron y, sin rodeos, caminaron por encima del plástico inflado intentando no aplastar a los bailarines. Algunos se recostaron y rodaron juguetones; otros, más recatados, observaron de pie y caminaron lentamente entre las piernas, los brazos y las cabezas de los bailarines, que, disfrazados con camperas, calzas y medias de colores, parecían esquiadores de los años 80 atrapados en una avalancha.
El clima lúdico fue transformándose gradualmente, hasta alcanzar niveles de tensión evidente, cuando el aire entre los plásticos comenzó a escaparse, y los cuerpos quedaron apretados, casi ahogados, bajo la superficie. Manos rasguñaban el plástico como pidiendo ayuda, y algunos espectadores las tocaron en señal de empatía.
El juego con los sonidos merece una mención especial: generado desde el interior del plástico por los mismos artistas, las respiraciones, los golpes, los deslices y los rasguños —que fueron desde un nivel apenas audible hasta colmar el enorme espacio y aturdir— ejercieron en el público una impresión notable.
Al cierre de la perfomance, el plástico se rompió, la tensión decreció y, lentamente, el público volvió a calzarse para abandonar el espacio.