Notas de tapa, Programa de Investigación en Criminología, Rectorado
La célebre jurista venezolana, distinguida en 2012 con el título de doctora Honoris Causa de la UNSAM, falleció el pasado lunes en su casa de Maracaibo, a los 78 años. En este nota, Eugenio Raúl Zaffaroni y Rodrigo Codino, colegas y amigos de la precursora en criminología latinoamericana, la recuerdan con afecto.
Por su aporte al pensamiento en el campo del Derecho y de la Criminología Crítica, Lola Aniyar de Castro es reconocida en el mundo como una de las figuras del ámbito público y académico más destacadas. Doctora en Derecho, fundadora del Grupo Latinoamericano de Criminología Crítica y autora de varios libros sobre su especialidad, en 1974 fue Jury Member of the Stockholm International Criminology, el mayor reconocimiento internacional en su disciplina.
Docente e investigadora de la Universidad de Zulia, y durante 15 años directora del Instituto de Criminología de esa institución, su obra es de referencia continental y mundial: publicó, entre otros libros, Criminología de la reacción social (1976), Conocimiento y Orden Social (1981), Criminología de la Liberación (1987) y Criminología de los Derechos Humanos (2010). Tiene también una reconocida trayectoria política en su país como diputada local, senadora nacional y gobernadora del Estado de Zulia (1993-1995) -en los tres casos, fue la primera mujer en acceder a esos cargos-; y fue delegada de Venezuela ante la UNESCO y cónsul en Nueva Orleans.
En 2012, Aniyar de Castro visitó la Argentina para participar de un seminario internacional organizado por la UNSAM, en el marco del Programa de Investigación en Criminología, dirigido por el doctor Eugenio Raúl Zaffaroni. En esa ocasión, fue distinguida por el rector Carlos Ruta con el título de Doctora Honoris Causa.
En esta nota, el ex Ministro de la Corte Suprema de Justicia, Raúl Zaffaroni, y Rodrigo Codino, coordinador del Programa de Investigación en Criminología de la UNSAM, recuerdan su intensa humanidad, grandeza y compromiso.
Lolita In Memóriam
Por Eugenio Raúl Zaffaroni
La criminología ha pasado por etapas complejas. Si bien no suele reconocérselo, un origen se remonta a los demonólogos, que fueron los primeros etiólogos del mal, es decir, los fundadores de la criminología etiológica, que renació con manto científico medio milenio más tarde con el reduccionismo biológico spenceriano y racista del neocolonialismo (Gall, Pritchard, Lacassagne y el más famoso, Lombroso). Opacado éste en los años de la posguerra, la criminología etiológica (que se interrogaba sólo por las causas del delito) se volvió multifactorial y, en especial en Norteamérica, cobró un tinte más marcadamente sociológico.
Por otro lado, avanzó también una criminología crítica, que se preocupaba por poner en descubierto el funcionamiento del sistema penal y revelaba no sólo sus abusos, sino que por lo general ponía en evidencia que nada cumplía con sus propósitos manifiestos. Esta vertiente aparece clara en una obra del mil seiscientos: la Cautio Criminalis de Friedrich Spee, que puede ser considerado su fundador. Desde esta perspectiva no puede dejar de considerarse criminólogos críticos a los propios penalistas y políticos iluministas y liberales (Beccaria, Sonnonfels, los Verri, Feuerbach, etc.).
En la segunda mitad del siglo pasado, la criminología norteamericana y europea de vertiente sociológica fue cayendo en la cuenta de que no podía seguir siendo etiológica, ocupándose de las causas del delito, sin centrarse en el sistema penal y, por ende, volverse crítica, con matices y tendencias diversas, que iban desde los liberales e interaccionistas hasta los de vertiente radical, preferentemente marxista no institucionalizada.
La criminología que llegó a América Latina a fines del siglo XIX del brazo del neocolonialismo y se extendió por casi un siglo, fue la etiológica. Poco influyó su vertiente sociológica norteamericana y, por cierto, algunos criminólogos de la región con sensibilidad social fueron detectando contradicciones, en especial en el contexto regional (Luis Carlos Pérez, Roberto Lyra, Alfonso Quiroz Cuarón, Oscar Blarduni).
Fue en los años setenta del siglo pasado que la crítica criminológica centrada en la operatividad de nuestros sistemas penales llegó a América Latina, como una corriente de aire fresco que nos liberaba de los estrechos márgenes etiológicos. Nos colocó a criminólogos y penalistas ante la responsabilidad de tomar consciencia de nuestra función en clave de poder.
Este torrente de claridad que se esparcía por todo nuestro saber y que nos llamaba a la responsabilidad frente a la propia vida de nuestros semejantes, provino de Venezuela y fue obra de dos mujeres: las profesoras Lola Aniyar de Castro y Rosa del Olmo. Sus escritos e intervenciones conmovieron a toda la criminología latinoamericana y extendieron sus efectos al penalismo, aunque éste, hasta el presente, busca refugio infructuosamente en la caverna del normativismo.
Cuando en los años ochenta, en el marco de una investigación sobre Sistemas penales y Derechos Humanos en América Latina, por primera vez después del estallido de la crítica criminológica, reunimos a penalistas y criminólogos, el resultado fue positivo, dando lugar, entre otras cosas, a un interesantísimo debate, que refleja muy bien el espíritu de ese momento, entre Lola Aniyar de Castro y Eduardo Novoa Monreal, en el que intervino también Roberto Bergalli.
Pasaron los años, la crítica criminológica sumó a muchos criminólogos y penalistas de la región, muchísimos, tantos que sería injusto hacer nombres, pero Lolita y Rosa siempre fueron respetadas como sus pioneras, malgrado las rencillas sin importancia.
Algunos creyeron firmar la partida de defunción de la crítica criminológica, pero se engañaron. La crítica al sistema penal es tan vieja como el poder punitivo mismo, sólo que se expresa cuando hay espacio. Tampoco es verdad que la crítica, que se esparció por obra de estas dos criminólogas venezolanas, se haya limitado a repetir discursos importados. La crítica, en especial en nuestra región, no es cosa de timoratos ni acomodaticios, porque implica valentía y una enorme responsabilidad ética. Su permanente vigencia la demuestra la última obra de Lola Aniyar de Castro y Rodrigo Codino: Manual de Crimonología Soociopolítca (Buenos Aires, EDIAR, 2013).
Rosa del Olmo se nos fue en 2002. Lola Aniyar de Castro siguió peleando, en todos los frentes, en estos años como una respetable matrona que cobijaba y defendía a sus hijos intelectuales.
En la madrugada de este lunes 7 de diciembre, en forma totalmente inesperada, se marchó de este mundo. Año aciago por cierto: perdimos a Massimo Pavarini, a David Baigún y ahora, inesperadamente, a Lola Aniyar de Castro. No conocemos los detalles, pero por lo súbito, nos queda el consuelo de pensar que se fue sin mucho sufrimiento y sin dar muestras de enfermedad y menos aún de deterioro: se fue entera y de pie, como había vivido.
A su esposo, José Antonio Castro, y a sus hijos, Daniel y Dinah, les hacemos llegar nuestras condolencias y les aseguramos que compartimos el dolor de esta pérdida, no sólo intelectual, sino también –y mucho más- en lo afectivo, con la seguridad de que sólo lo inesperado de la partida nos impidió acompañarlos físicamente, como hubiese sido nuestro deseo y como ella lo merecía.
Lola Aniyar de Castro, de liberación en liberación
Por Rodrigo Codino
América latina está de luto. Nuestra región perdió en estos días a la criminóloga más importante del continente, a nuestra primera victimóloga; la criminología de la liberación, a una de sus mentoras. Lola Aniyar de Castro siempre fue una luchadora incansable. Me permito traer aquí para recordarla, su último proyecto en el que tuve el honor de que me haga sentir parte, es decir, de la creación de una Maestría Crítica Latinoamericana en Derecho Penal y Criminología que iba a contar, entre otros maestros, con Raúl Zaffaroni y Nilo Batista y que comenzaría en el 2016. La desaparición repentina de nuestra amiga nos deja conmovidos, pero el mejor homenaje que le podamos hacer es tenerla presente con esta visión de futuro. La justificación de este nuevo desafío de la criminología latinoamericana mostraba su compromiso inalienable con la Patria Grande y nuestra querida Lolita lo expresaba de este modo:
“La historia de las tendencias en los países periféricos en materia teórica, y hasta científica y tecnológica, se ha caracterizado por su mimetismo frente al pensamiento que surge y evoluciona, con su debido mercadeo, en los países centrales.
Especialmente, la temática Penal-Criminológica en América Latina, ha sufrido un largo y doloroso acento de teorías positivistas del Primer Mundo, que significaron selectividad, racismo y dominación, por una parte y , por la otra, la dificultad cuasi esquizofrénica de ensamblar ideas y modelos foráneos que poco han tenido que ver con las realidades de nuestra Región.
Es cierto que América Latina ha sido denominada el “Extremo Occidente” porque la forma asumida por sus Estados-Nación estuvo modelada por las banderas e ideologías de las democracias y revoluciones liberales de la Independencia norteamericana y de la Revolución Francesa. Pero también es cierto que su dinámica histórica ha estado impregnada de elementos que no aparecen presentes, con la misma intensidad, en aquellas regiones, como el componente pluriétnico y su consiguiente impregnación de rasgos culturales e imaginarios colectivos muy disímiles. Desde un principio, fueron parte de sus elementos característicos la esclavitud, los Repartimientos y Encomiendas, que fragmentaron las comunidades indígenas que sobrevivieron a la Conquista; las diferencias educacionales y las expresiones propias de cosmogonías y cultos, bien nativos, bien provenientes de los grupos africanos de forzada importación durante el período colonial, y su confrontación con la evangelización organizada.
Aunque, en el tiempo, se le haya considerado una Región con más diferencias locales que semejanzas, esas condiciones pusieron una base bastante común a la evolución de los países. Los unía y pareciera que aún los une, también la vocación caudillista, las tesis del Gendarme Necesario y, a la vez, una disposición liberadora y rebelde que no ha conocido fronteras. También hay un vínculo en las tentativas y manejos imperiales y expoliadores de los países centrales, y la función que le fue hábilmente asignada de granero del mundo, en virtud de sus riquezas múltiples. En determinados casos, la asimilación de migraciones de Europa producto de las guerras, entreguerras y acomodos geopolíticos europeos pusieron un tinte cultural característico en algunos países; pero ello no ha obstado la permanencia de rasgos compartidos: la inequidad, las dictaduras reiteradas, la inconformidad, las luchas fronterizas, la ansiedad por acelerar sus procesos de crecimiento, desarrollo y modernización. Todo ello hace que la América llamada Latina haya tenido más unidad que lo que sugieren las aparentes diferencias de las Sub Regiones.
Ya un socio-antropología regional de mucho músculo, ha generado visiones certeras de lo que Latinoamérica es. Curiosamente, sabemos bastante lo que somos, pero no tenemos instituciones que se parezcan a nosotros, entendiendo ese “nosotros” en toda su variedad. Lo más grave es que eso sucede con cuestiones tan centrales como el ejercicio del Poder, como es el Sistema legal, particularmente el Penal, que tienen tan alto grado de violencia real, tanta capacidad de generar sufrimiento, y tanta calidad reproductora de las diferencias de clase. Baratta se refería a nuestras realidades enfatizando su connotación pre-beccariana. No siempre eso está claro cuando leemos las perfectas proclamas constitucionales y otros textos legales. Se esclarece, en cambio, al observar su cristalización material.
Mucho se ha avanzado en la crítica institucional y jurídica. Hay una enorme cantidad de información, aún dispersa en los diferentes países, que podrían armar el mosaico de esta América. Se han adelantado importantes investigaciones regionales, penales y criminológicas, de fresca memoria, y también otras más recientes. Pero la tarea por realizar es aún demasiado grande. A la vez, nuestros países tienen Profesores muy calificados, con experiencia docente e investigativa del más alto nivel, que han dado productos originales y publicaciones especializadas, orientadoras y ámpliamente reconocidas.
De modo que un posgrado latinoamericano no sólo servirá para capacitar y entrenar en la actitud crítica, renovadora y auténtica, que recoja y organice toda esa información, con la orientación de los especialistas más reputados del continente, sino que es un esfuerzo muy importante para las constantes tentativas de integración socio-económica, además de un aporte invalorable al conocimiento de la totalidad de sus tragedias, culturas, aspiraciones, logros y fracasos.
Será un posgrado transdiciplinario, con estímulo de la investigación, en cuyos pensamientos cualquier especialista se puede (o se debería) involucrar. Nada en el conocimiento es totalmente ajeno al mundo del poder, del orden, de lo permitido, de lo prohibido, de la coacción, de los Derechos, de la libertad, de la vida, de lo humano; ni de sus aspiraciones y necesidades. O de la rebeldía, y de la resistencia como diferentes grados de la transgresión. Todos los especialistas tienen capacidad de aprender y de aportar. Así que se aceptará la inscripción de cualquier interesado que tenga un nivel educativo medio o superior, o un profesional universitario, y agentes u operadores del sistema penal o generadores de políticas públicas. Se trata de unir información y contrainformación. De crear conciencia crítica y de formar ciudadanos al servicio de la Justicia para todos, de la tolerancia, del desarrollo progresivo y de la paz.
El resultado de esta experiencia regional será más conocimiento, más realidad, más actitud vigilante de las teorías y de las prácticas, y, por supuesto, más democracia. Se intentará abrirá las puertas de una generación con capacidad para diseñar o poner en práctica condiciones para el crecimiento humanístico, participativo y responsable de una ciudadanía que será rápidamente cambiante en los años cercanos. Y para lo cual hay que prepararse con herramientas propias”.
Lola Aniyar de Castro nos deja huérfanos pero nos señala el camino, aunque ya no esté con nosotros. Quienes tuvimos la suerte de compartir sus ideas y acompañarla personalmente en estos últimos años nos sentimos ciertamente perdidos porque ella se ocupó de nosotros. El bienestar y el progreso del otro era su preocupación tanto en lo personal como en lo académico. Hoy estamos tristes porque perdimos su voz y su cálido abrazo, pero no debemos olvidar su legado.
Ahora sabemos que el faro está en Maracaibo.
Realmente hablar de la Profesora Lolita Aniyar, como académica, como política y como amiga es realmente dejar sin libros cualquier biblioteca modesta. Se nos fue la madrugada del 07 de diciembre luego de un proceso electoral en Venezuela, que esperamos, sea el inicio de los cambios en el país para mejor como ella misma lo pregonaba. Trabajamos con ella cuando fue electa como Primera Mujer Gobernadora en Venezuela, en el estado Zulia, donde el papel de la mujer es secundario, ella logró coronarse como primaria. La recordamos eliminando la recluta (en la cual se forzaba a los jóvenes a prestar servicio militar a través de maltratos y desapariciones incluso forzosas), creando los Comité de Seguridad Vecinal, los mercados populares, y ayudando a los más desprotegidos. La palabra dice “dichosos los muertos que mueren en el Señor, porque sus obras los acompañan” estamos seguros que la Profesora Lolita, tiene muchas obras que la acompañan. Estamos llamados a emular su ejemplo, y seguir luchando, por Venezuela. Lolita: cara para nuestro corazón, por ella cultivamos una rosa blanca, para la amiga sincera… Saludos desde Maracaibo, Venezuela.
Sus obras la han inmortalizado, ya hace parte de nuestra historia, al lado de los grandes maestros del derecho, sin embargo su verdadero reconocimiento llegará con el paso de los días, los meses y los años… su profundo humanismo es un gran ejemplo para las viejas y nuevas generaciones. En este sentido la gran maestra no ha muerto vive en sus libros…hoy no ha muerto…está más viva que nunca.
La más grande expresión de la criminologia en Latinoamérica es LOLA ANIYAR DE CASTRO!!!!!
Fue una mujer de avanzada , con una visión holistica del hecho social.
Mi más profunda admiración y respeto
Permítanme unirme a tan acertadas palabras. Yo también la he querido.
Soy el Lic. José Vicente Caballero, Psicólogo, Psicoanalista y Criminólogo y estoy interesado en recibir información sobre investigaciones, cursos y otros temas académicas de la UNSAM.
Saludos cordiales,
Lic. José Vicente Caballero