La oposición republicana comparó la marcha del 18F con el Cabildo Abierto. Sectores del oficialismo la remitieron a la Procesión de Corpus Christi de junio de 1955. Desde el momento en que comenzó a circular la noticia del destino del fiscal, el sentido de su muerte quedó atrapado dentro del juego de las simetrías políticas argentinas. En este ensayo, Horacio Tarcus, director del CeDInCI de la UNSAM, inscribe el caso Nisman en una cinchada previsible entre nacionalistas remixados y liberales recargados.
Fotos: Victoria Gesualdi.
En el país de las representaciones imaginarias. En todas las naciones del mundo los actores políticos se conciben a sí mismos y conciben a sus contemporáneos como si representaran ciertos roles históricos, como si los roles que se habían presentado espontáneamente en un momento histórico tuvieran una segunda oportunidad y fuese posible re-presentarlos. Sin embargo, el juego de los viejos roles históricos, de los líderes que se llaman con el nombre de los antiguos y que se visten con el ropaje de los muertos, parece ser una obsesión argentina del último medio siglo. El camporismo era un llamado al retorno del viejo peronismo, el alfonsinismo emergía del Proceso como la revancha del yrigoyenismo y el Partido Intransigente invocaba en los 80 el regreso del Tercer Movimiento Histórico. El Menem del ’89 lucía como el Chacho Peñaloza poco antes de entregarse a la Venus de las pieles, De la Rúa erraba como un Torcuato de Alvear en elegante sport y hoy Ricardito se prueba los trajes dos talles más grandes que dejó su padre.
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