Escuela de Política y Gobierno, Notas de tapa
Se cumple un nuevo aniversario del comienzo de la última y más sangrienta dictadura que vivió la Argentina. La decana de la Escuela de Política y Gobierno (EPyG), la politóloga María Matilde Ollier, habla sobre los desafíos de esta todavía joven democracia y las dificultades de estudiar el tema cuando el dolor todavía persiste. Además, mirá el video del Equipo Audiovisual de la UNSAM.
El 24 de marzo es el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Establecido en 2002 como feriado por el Congreso, este día conmemora la muerte, tortura y desaparición de miles de personas en la Argentina durante la última dictadura militar, entre 1976 y 1983.
“Implica un Estado que decide expresamente matar, instalar campos de concentración, torturar, desaparecer y apropiarse de niños, para mantener el orden. No es un grupito de la sociedad civil que se convierte en un grupo guerrillero, cuestionado o no, y decide cometer atentados contra fuerzas de seguridad. Esto implica la mayor tragedia posible para un país y eso lo convierte en un tema difícil de investigar, tratar, contar; especialmente porque todavía genera dolor en la sociedad, porque los protagonistas aún están vivos y porque no se terminó de juzgar”, dice la decana de la Escuela de Política y Gobierno (EPyG), María Matilde Ollier. Licenciada en Historia (UBA), doctora en Ciencias Sociales (FLACSO) y en Ciencia Política (Universidad de Notre Dame, Estados Unidos), además es docente de Historia Argentina Contemporánea. Ha escrito, entre otros libros, El fenómeno insurreccional y la cultura política. Argentina 1969-1973 (1986), Orden, poder y violencia (1989) y De la revolución a la democracia (2009).
“Esta democracia tiene casi un siglo, pero todavía es joven en un sentido: la Argentina, como otros países de la región, logró eliminar la amenaza militar como interruptora del proceso democrático. Ese mecanismo, que funcionó durante los anteriores 60 años al último golpe militar, hoy ya no es posible. Esto es lo verdaderamente nuevo: la democracia ya no está en discusión. Y por eso hoy el desafío es consigo misma: tiene que lograr solidez, mejorarse, institucionalizarse”.
Como historiadora, dice Ollier, lo viejo de la democracia se le aparece como una obviedad: en casi un siglo de existencia inestable, la democracia argentina arrastra “una cantidad de vicios enorme”, que está resultando muy difícil de eliminar y revertir: “Creo que el desafío hoy es avanzar hacia una democracia más institucional. Ese es el único camino hacia una mayor estabilidad. Sólo con instituciones duraderas que sean útiles a las personas y sectores más vulnerables de la sociedad. Nos falta entender que los que necesitan las instituciones no son los poderosos, sino los débiles”, destaca. Si se comprende eso, explica, se asume también que es “la única manera de estabilizar los logros de un gobierno con una sensibilidad social fuerte para que no mueran con el líder”.
Para Ollier, a pesar de que todavía el dolor dificulta el análisis histórico, las nuevas generaciones que acceden a la Universidad aportan miradas interesantes, muchas veces con posturas muy claras y militantes, pero con una capacidad para el estudio y la investigación analítica superior a la de los propios protagonistas de la política de esos años. “Es muy enriquecedor el debate con los alumnos que están hoy en la Universidad, que nacieron en la década del ’90 y que crecieron ya con la democracia establecida”.
A casi 30 años del fin de la última dictadura militar, Ollier dice que aún no se ha conseguido que la democracia argentina, además de un mecanismo de resolución de conflictos consensuado, tenga la capacidad de poner en caja al capitalismo para que haya una sociedad menos desigual y más justa: “Hoy se le pide a la democracia que resuelva cuestiones sociales o económicas; y, si no logra resolverlas, vienen la decepción y el ataque al sistema. De lo que se trata es de conseguir reglas claras, estables y sólidas para que la democracia pueda ser también un mecanismo de redistribución de la riqueza, de igualdad de derechos y oportunidades, para que ponga límites al capitalismo. A eso tenemos que apuntar”.
La Escuela de Humanidades también hace memoria en este nuevo aniversario del 24 de marzo de 1976.