Escuela de Arte y Patrimonio, Notas de tapa
El reconocido artista visual regresó a la Argentina para dirigir el Programa internacional de Talleres y Conferencias en Diseño Avanzado “UNSAM + 6D”, organizado por la Unidad Académica de las Artes, que arranca este sábado 1 de septiembre con el workshop de Aldo Cibic.
Por Dolores Caviglia – Fotos: Pablo Carrera Oser / Equipo de Comunicación UNSAM
A principios de la década del 60, en las afueras de un canal de televisión londinense, un grupo de jóvenes se juntaba todos los martes para mirar hacia adentro del edificio y gritar. Un día fueron más de cuarenta mil los congregados. Leopoldo Maler trabajaba a metros de allí, en los estudios de la BBC, donde había llegado sin saber bien cómo para realizar tareas de productor y realizador, y miraba el espectáculo por la ventana. Era el surgimiento de Los Beatles.
Maler es un artista visual nacido en Buenos Aires en 1937. A los 24 años, tras obtener su título de abogado, armó sus valijas y se fue a Inglaterra, donde vivió más de 18 años. A lo largo de su vida residió también en París, en Nueva York y en Santo Domingo, República Dominicana, donde fue rector y profesor en la Parsons School of Design (división América Latina). Expuso su obra alrededor del mundo y trabajó en varios países de Europa. Hoy volvió a la Argentina para dirigir el Programa internacional de Talleres y Conferencias en Diseño Avanzado “UNSAM + 6D”.
¿Cómo surgió la idea de este programa?
Fue hace muchos años, en 1983, cuando tomé a mi cargo una universidad dedicada al diseño. En ese mismo año se inauguraba la Academia Domus, una escuela internacional de diseño con base en Milán, Italia. Mis primeros alumnos fueron justamente los de Domus. A partir de ahí no solamente hubo un intercambio de académicos sino también una gran amistad con esta gente. Pasaron los años y en 1991 tomé a mi cargo un museo privado en Napa y traje a todo el grupo Domus para armar un seminario. Estos cursos breves tuvieron tanto éxito que los estudiantes venían y nos decían que en una semana habían aprendido más que en los tres años de carrera. Entonces me di cuenta que hay otra forma de crear situaciones. En una semana se da una convivencia entre diseñador, creador y estudiantes de mucho torpedeo de ideas y acción, y esto puede cubrir más que un curso de un año. Bueno, con esta gente seguimos trabajando y hace ya como unos ocho años, en Buenos Aires, en el Centro Cultural Borges, empezamos seminarios muy parecidos a los de ahora con la idea de establecer la Academia Domus aquí. Pero en ese momento cayó el corralito, se fue al diablo todo y se diluyó.
Cuando retomé contacto con la UNSAM el año pasado, porque me invitaron a aportar una obra para el Parque Escultórico, hablé con el rector Carlos Ruta y ahí se le iluminaron los ojos con esta idea. Vino a casa junto a Martín Bode, hablé sobre esta experiencia y a Ruta se le prendió la lamparita y dijo: “Quiero que organices esto”. Al tiempo fuimos a Italia y empezamos a visitar a toda la gente que nos interesaba para que formase parte de esto. Ahora queremos repetir lo que Domus está haciendo en Italia pero acá, sería un laboratorio de investigación de diseño para que vengan las compañías.
¿Cuál es la importancia del diseño en la actualidad?
Es importante a un nivel científico porque hoy en día todo es diseño, porque hay que diseñar una nueva forma de evolución de la sociedad. Todo requiere diseño, si no entramos en un caos. Dentro de cinco años las oficinas van a desaparecer, todos se van a manejar con la computadora desde sus hogares. Entonces, ¿qué va a pasar con las casas? Van a necesitar otra diagramación. El hombre necesita un lugar donde volver a encontrarse con gente, los lugares públicos tienen que rediseñarse. El consumo te crea una cantidad de desechos terribles que están contaminando, se necesita sustentabilidad para poder continuar. Ahora el diseño es el de la felicidad. Ya no se trata de cómo diseñar un nuevo automóvil o una heladera, eso ya no tiene sentido: ahora hay que diseñar un hábitat, una situación, que sea real.
Toda esta información debería ser tenida en cuenta por empresas y gobiernos. ¿Cuál es la manera de acercarse a ellos?
Para que se interesen en el diseño, para que entiendan que es una necesidad, hay que mostrarles la historia y ahí podrán ver la cantidad de empresas que no sobrevivieron por ello. Pero también hay otra cosa a tener en cuenta: en la escuela te enseñan durante años de todo pero nada de dietética ni de cómo consumir. Y el diseño sirve para aprender a comprar. Esto debería entrar en la educación mucho más que los logaritmos.
¿Cómo fueron sus primeros pasos en el arte?
Comencé mi carrera como coreógrafo, con cosas muy vanguardistas. Yo decía que podía hacer coreografía con cualquier cosa. Iba a una casa, la diseñaba y decía que estaba haciendo coreografía, porque de acuerdo a cómo ponía los muebles la gente circulaba. El diseñador es coreógrafo, vivimos constantemente dependiendo de los objetos. La naturaleza del hombre es su artificialidad, el hombre vive de lo artificial, no vive en la selva. Artificialidad no es algo feo, viene de artefacto, de hecho por el hombre. El diseño permitió al hombre evolucionar, lo que lo diferencia de los animales son las herramientas y las herramientas van evolucionando. Pero eso sí, hay que tener mucho cuidado con lo que se llama diseño y distinguirlo de lo que es ornamentación. Por ejemplo Philippe Starck, que es el antidiseñador: hace objetos con tres patitas, eso es ornamentación, comprar imagen en lugar de una forma de vida. Algo que recarga el ambiente, el diseño es la función.
Los diseñadores están para detectar los problemas, porque en esta nueva evolución una fábrica puede en cinco años quedar obsoleta y desaparecer. Entonces, si ahí hay un diseñador que prevea lo que puede llegar a pasar, se pone en marcha para comenzar otra fabricación y se inventa una vida del futuro. Los diseñadores son como profetas, para pensar en los problemas del futuro se sirven de la fantasía. Hoy en día los diseñadores que tienen inteligencia pueden ver una proyección de hacia dónde va a girar la vida.
¿Qué significaron en su carrera el Gran Premio de la XlV Bienal internacional de artes del Sao Paulo y la beca de la Fundación Guggenheim?
Los premios significaron más reconocimiento. Lo de San Pablo fue importante porque se trataba de una instalación y hasta ese entonces la instalación no se tomaba en serio. Después de esto, que me dio dinero, pude dedicarme totalmente al arte, cambió mi vida.
¿Es verdad que cuando terminó la escuela quiso ser abogado?
Sí, desgraciadamente. La carrera la elegí por cuestiones familiares. Todos me decían eso y yo tenía vocación. Pero estaba enloquecido con hacer cine, sabía que iba a ser director. Mi papá me decía: “Terminá abogacía y hacé cine como hobby”. Bueno, terminé abogacía y conseguí por confusión, nunca supe bien por qué, un trabajo en la BBC.
Como abogado ejercí sólo seis meses, pero lo hago todo el tiempo con mis amigos artistas, les digo que tengan cuidado con esto, les controlo si pagaron aquello. Todo lo veo como abogado. Además uso mucho la estrategia de juicio cuando hago una obra.
¿Cómo fue su experiencia en Inglaterra?
Estuve casi 20 años en Londres, era productor y realizador. Los años 60 y 70 fueron años fantásticos. Era un Londres de posguerra, que vivía en la pobreza, con barrios bombardeados, la gente debía compartir los baños de las casas, las chicas tenían el pelo sucio. Pero en dos años aparecieron Los Beatles y Pink Floyd. Además fue el surgimiento de una gran época del teatro. Allí fue donde comencé a desarrollarme como artista.
El teatro fue un aprendizaje para mí, me sirvió muchísimo. Estuve casi un año con la Royal Shakespeare Company. Trabajé con todas las obras históricas del dramaturgo, porque estuve para sus 400 años. Todo eso lo hice para aprender el entrenamiento, la puesta en escena, para después ir al cine, que es mi gran pasión. Pero ideé una película que nunca salió, me deprimí y entonces empecé a hacer pequeñas escenas filmadas proyectadas sobre objetos. Así comencé como artista plástico, haciendo instalaciones.
¿Por qué decidió irse a Santo Domingo?
Cuando gané la beca Guggenheim me fui a Nueva York y tomé contacto con un arquitecto de vanguardia que era vicedirector de la Parson School. Un día me llamó porque querían una sucursal en América Latina, en Santo Domingo. No estaba muy seguro, pero cuando conocí el lugar y vi que había que empezar todo de cero, me encantó.
El primer año los alumnos eran todos dominicanos; el segundo año, el 90 por ciento eran extranjeros. Estuve cuatro años hasta que murió el mecenas que financiaba todo. Pero allá yo ya tenía mi estudio, así que me quedé. Trabajaba tranquilo, dado que además tenía un trabajo en California funcionaba como mi cable a tierra. Ahora pienso en instalarme mitad aquí en Buenos Aires y mitad en Miami, pero veremos.
¿Cuál de todas las cosas que hace es su gran pasión?
El cine es mi pasión inasible. Todavía a mi edad pienso que voy a hacerlo, esa sería mi realización total. Tengo varios guiones ya.