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Investigadores de la UNSAM y el INTA anunciaron que el experimento con la vaca clonada en 2011 con dos genes humanos resultó exitoso. Se comprobó al encontrar las proteínas de la leche aumentadas, lo que determina las características de su lactación.
“Hicimos varios estudios preliminares virando las proteínas de la leche, para ver cuál estaba aumentada. Encontramos una sobreexpresión de una de ellas y luego, con un nuevo estudio del 5 de junio, la presencia de ambas: la lactoferrina y la lisozima humanas, decodificadas a través de los dos genes que le habíamos introducido en la clonación”, explicó el doctor Adrián Mutto, jefe del Laboratorio de reproducción animal del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas -IIB-INTECH- de la Universidad Nacional de San Martín.
Estos chequeos demuestran la capacidad de Rosita ISA de producir una leche distinta a la habitual, con el agregado de proteínas importantes para la nutrición infantil. Se confirma así el resultado esperado desde abril de 2011, cuando nació ISA, la ternera de raza Jersey, un clon bitransgénico producto del trabajo conjunto de dos instituciones estatales: el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas “Dr. Rodolfo A. Ugalde” -IIB INTECH- de la UNSAM, y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria -INTA- de Balcarce.
ISA -llamada así en alusión al INTA y a San Martín- es el primer bovino bitransgénico obtenido en el país y también el primero en el mundo al cual se le incorporaron dos genes humanos que codifican dos proteínas presentes en la leche humana de alta importancia para la nutrición de los lactantes. Es decir, el primero en el mundo al que se le aplica una tecnología distinta a otras más complejas aplicadas anteriormente. Los responsables del trabajo fueron los médicos veterinarios Germán Kaiser y Nicolás Mucci, investigadores del Grupo de Biotecnología de la Reproducción del INTA Balcarce, y el biotecnólogo Adrián Mutto, investigador del IIB INTECH de la UNSAM.
La ternera ya entró en la pubertad, un par de meses después de cumplir su primer año de vida; eso le permitió a los científicos comenzar las pruebas. Dijo Mutto mientras trabajaba repitiendo los mismos procedimientos, pero esta vez en el Campus Miguelete, no en Balcarce, y con tubos de ensayo y pipetas mediante: “Teníamos que esperar que cumpliera un año para inducirla a la lactación con hormonas, que es imitar el proceso que se atraviesa en la preñez y después del parto para producir leche”.
-¿Qué aportan específicamente las proteínas que decodifican los genes humanos transferidos?
-Las proteínas lactoferrina y lisozima humanas tienen funciones antibacterianas, de captura de hierro, y son inmunomoduladores, entre otras características. Entonces la leche que produzca esta ternera en su vida adulta se asemejará a la leche humana, ya que la leche de vaca casi no contiene lisozima y la actividad de la lactoferrina es específica de cada especie.
-¿Cuál sería el próximo paso?
–El proyecto llegó hasta acá. De ahora en más la vamos a dejar descansar, porque sufrió mucha exigencia. En paralelo igualmente en un par de meses vamos a seguir haciendo estudios que darán mayor rigor al resultado de esta investigación: enviaremos la leche al Instituto Pasteur de Francia para secuenciarla (leer la cadena de aminoácidos que contienen las proteínas), nos servirá como una comprobación complementaria. Después vamos a tratar de cruzarla con un toro jersey, a través de la inseminación, para multiplicarla.
-¿Cuánto tiempo puede pasar para que eso ocurra?
Es un proceso de unos cinco años más, si consideramos los tiempos de gestación de los nuevos bovinos y la espera para que lleguen a la pubertad.
-¿Se hace algún experimento con el toro para lograr la multiplicación que se desea?
-No, la cruzamos con un toro de su misma raza y después evaluaremos a sus crías para analizar cuál contiene los transgenes. Si el macho que se logre tiene los transgenes que ella le transfirió y podemos certificarlo, entonces podremos hacer una endo-cruza para tener todas las crías transgénicas posibles. De esta manera ya no tendríamos que recurrir a técnicas de tan alta complejidad y tan ineficientes como es la clonación, porque ya nacerían transgénicos los hijos de ISA y así sucesivamente.
-¿Porqué esa ineficiencia de la técnica de clonación?
–Porque de cada 100 embriones implantados nacen siete, ocho o alrededor de un diez por ciento nada más, entre otras razones.
-¿Cómo conviven la cotidianeidad del trabajo científico y la euforia de un logro tan importante?
–Es un trabajo que empezamos en 1998, experimentando esto mismo pero con cabras. Lidiamos con muchísimas cosas y vivís fracasando entre el ensayo y el error. Dedicarse a esto es precioso, apasionante, pero también duro. Estás fracasando la mayor parte del tiempo. Preparás una maniobra de clonación durante dos semanas y el día de llevarla a cabo el frigorífico no tiene ovarios. Cuando empezamos con cabras íbamos manejando hasta Malargüe, Mendoza, a buscar los ovarios, volvíamos a Balcarce, después transferíamos los embriones en Chascomús… Con las vacas es más fácil porque hay más cantidad de frigoríficos bovinos. Aunque igual están los problemas de siempre: que si no hay faena, que si hay paro, que se contaminaron los embriones en el laboratorio. Y además del laboratorio está el trabajo de campo, que implica sincronizar los vientres receptores, drogas, veterinarios. Y si falló una parte tiraste una fortuna.
-El rector Carlos Ruta suele decir que la tarea científica implica una absoluta dedicación de la vida a la ciencia.
–Y, sí. Es error, error, error, error y por ahí la pegaste. Viene la felicidad y después error, error, error… Es tremendo.
-Ahora es la etapa de la felicidad…
–Sí, pero estoy asustado como perro en cancha de bochas. Recién ahora pude dormir nueve horas de corrido. Si bien esto es confirmatorio, somos humanos y puede ocurrir un pequeñísimo error… Sólo pensarlo no me deja dormir. Mi maestro fue Rodolfo Ugalde y aprendí de él que los que hacemos ciencia siempre sentimos un resquicio de inestabilidad propia. La ciencia te da algo hoy y mañana te lo niega. Las cosas van cambiando y mutando muchas veces, está bueno que sea así.
-¿Qué se hará con la leche que la vaca hoy está produciendo?
-Tanto medicamentos como alimentos de animales transgénicos hay muy pocos aprobados en el mundo. Todavía existe un prurito entre las regulaciones y la opinión pública. Lo que la gente no sabe es que todos los días se comen alimentos transgénicos: el 90 por ciento de los cereales y el 100 por ciento de la soja cultivados en la Argentina son transgénicos. La aplicación de esta leche en soluciones para los lactantes humanos va a tardar años porque tendrá que seguir las vías de cualquier medicamento o alimento transgénico. Así que implica una cuestión comercial que ya trasciende al proyecto de investigación, que está cumplido.
-¿Van a retomar el proyecto con leche de cabra?
–La buena noticia es que está por reabrir un frigorífico de ovejas y cabras en Ayacucho. Dependemos de eso para tener disponibilidad de ovarios. Y lo vamos a hacer, vamos a seguir el proyecto que quería Rodolfo: tratar de que las cabras también produzcan estas proteínas. Tienen una ventaja respecto a las vacas: su leche es hipoalergénica, no contiene la proteína que genera alergenicidad en humanos, la betalactoglobulina.
-¿Hace 10 años atrás cuál era el problema?
–No teníamos suficientes ovarios y transferíamos embriones en un momento del ciclo de la cabra que después notamos que era equivocado, era la primera experiencia.
–¿Basta con tener un frigorífico más cerca para recomenzar?
–¡Exactamente! Prefiero manejar 400 kilómetros y no miles para conseguir los ovarios.