Políticos y académicos coinciden en que nos enfrentamos a problemas socio-ambientales más complejos, dispares y transversales que en los últimos 50 años. Los impactos de diferentes eventos (pandemias, sequías, inundaciones, incendios) son dispares e interactúan de forma sinérgica y dan lugar a una policrisis. Como consecuencia, se está produciendo un cambio global de riesgos imprevisibles y existe una creciente preocupación de que el desarrollo económico y social nos esté precipitando hacia puntos de inflexión ecológicos catastróficos. El ritmo de este cambio es asombroso por lo que imaginar que nuestros problemas futuros serán los de hace 50 años es no comprender la velocidad y la escala de la transformación histórica. Todo indica que el cambio de tendencia de los impactos potenciales y actuales debe venir desde la economía. Sin embargo, más que cambiar el crecimiento económico habría que reordenar la estructura productiva y plantear un nuevo contrato social verde, es decir, en consonancia con los principios ecológicos que rigen el funcionamiento del planeta.