Escuela de Política y Gobierno, UNSAM en los Medios
En diálogo con el suplemento Las 12, la antropóloga feminista que vino a la Argentina a participar de las Primeras Jornadas Regionales de Feminismo, Estado y los desafíos de la praxis política organizadas por la EPyG habló sobre su militancia en Hijos e Hijas por la Memoria y contra la impunidad en Colombia.
“Mi tesis de doctorado es cercana a mi historia de vida porque tiene que ver con las víctimas de la criminalidad estatal y el paramilitarismo con una visión feminista. Creo que a mí el feminismo me ayudó a abordar de una manera distinta la muerte de mi papá. Yo empiezo a militar en el feminismo en el 2002, por una iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz (para tener participación con incidencia en el conflicto y visibilizar los impactos en las mujeres) y, en 2006, cuando lo desaparecen, ya tenía unos años en los que conocía la historia de violencia de Colombia vivida por las mujeres, los secuestros y las desapariciones forzadas. Las mujeres hemos sido socializadas para lo privado y la política está más vinculada a los hombres. Entonces, como pasó en Argentina con las Madres y las Abuelas, cuando las mujeres pierden un ser querido de la casa van a la plaza pública. Ahora estoy analizando cómo es el rol de las emociones en la politización de las víctimas. Las emociones son fundamentales. El motor inicial de estas víctimas es el amor profundo que hace que te muevas por tu esposo, tu hijo o tu hija. No sólo está el amor, también está la rabia que te produce perder a un ser querido y eso te hace luchar. Aquí están los hijos e hijas y en Colombia y en el mundo hay muchas organizaciones de familiares. Pero a veces la idea de la víctima es peligrosa porque puede crear identidades cerradas y estáticas. Por ejemplo, ahora el Estado colombiano intenta neutralizar la capacidad política de las víctimas porque le da como cuatro mil dólares por su familiar como reparación.”
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