La apertura del ciclo de conferencias del sociólogo estadounidense en el programa Lectura Mundi estuvo a cargo del rector Carlos Ruta, quien calificó a la obra de Sennett como una orientación práctica para la tarea universitaria. “Si la universidad no está a la altura de conectar el territorio con la investigación y la enseñanza para la transformación social, está destinada al fracaso”, concluyó.
Por Verónica Gago
A mediados de los 80, su maestra, la filósofa alemana Hannah Arendt, lo llevaba a comer a un restaurante chino de Nueva York. Ella le elegía la comida. Siempre resultaba espantosa. Además, cada vez que conversaban, sus comentarios eran los mismos: “Estás completamente equivocado”; o directamente: “No entendés nada”. Cuando leyó un artículo que el entonces alumno Richard Sennett le pasó fue aún más brusca: “Estoy tan desilusionada…”, le murmuró. Sennett recuerda aquellos encuentros como un verdadero espacio de “taller” (workshop). Formalmente asistió a uno solo de sus cursos porque lo verdaderamente importante lo aprendió en esas sesiones gastronómicas.
El sociólogo norteamericano ya sabía de maestros exigentes, reacios a los elogios: su profesor de cello cuando era aún más joven lo reprendía frecuentemente. “Error”, le avisaba ante la menor imperfección. Sennett contó estas dos escenas para explicar que la suya fue una educación extraña pero de la que sacó una conclusión decisiva: “Aprendemos no cuando somos buenos alumnos, sino cuando hacemos enojar a nuestros maestros”. En ese enojo, aclaró, se explicita la transgresión necesaria frente al maestro y la batalla que implica “encontrar una voz propia”.
Así inició Sennett su conferencia de recibimiento del Doctorado Honoris Causa de la Universidad de San Martín, en el Teatro Tornavías del Campus Miguelete. Fue una manera de responder a Juan Carlos Tedesco, director del Programa para Mejora de la Enseñanza de la UNSAM, quien estuvo a cargo de las palabras de laudatio (ver aparte), y quien además de reseñar la obra de Sennett, señaló que en sus trabajos no se explayaba sobre la educación. “Pensé mientras lo escuchaba que mi propia experiencia educativa fue muy extraña y muy particular”, dijo el sociólogo norteamericano.
La conferencia titulada Homo Faber: la cultura y la política de la destreza tuvo un eje fundamental: la implosión actual del neoliberalismo. Para dar cuenta de “su colapso desde adentro”, Sennett se refirió a las entrevistas en profundidad que ha realizado a muchos trabajadores en los últimos años: “Mi propósito fue comprender los efectos del capitalismo actual a partir de entrevistar a los trabajadores medios y bajos”. Sus tesis, tras esas conversaciones, son varias. En primer lugar, una cuestión metodológica: “A diferencia de cierta tradición marxista que sostiene la alienación de los trabajadores respecto de su propia situación”, Sennett propone otro marco de conocimiento: los trabajadores son competentes intérpretes de su condición. En su relato experiencial cobra sentido un vínculo entre el trabajo, la historia, la cultura y la familia.
Pero la pregunta de la época es cómo interpretan los trabajadores su propia condición cuando ella misma está en crisis. O dicho de otra manera: ¿cuál es el significado del neoliberalismo para los trabajadores? Según la investigación del sociólogo, esto puede resumirse en dos puntos: el acortamiento del tiempo y la fragmentación de las instituciones.
El tiempo se acelera por la rotación veloz de los trabajos, la cual a su vez no permite acumular destrezas. “La destreza hoy está fijada al trabajo y no al trabajador. Así es que ya no se entrena a los trabajadores, sino que se contratan destrezas en tres sectores clave: las finanzas, la alta tecnología y las llamadas industrias creativas”. Los empleados en las empresas globalizadas, puntualizó Sennett, trabajan en proyectos que duran aproximadamente siete meses.
Esto implica que las empresas no generan ni cohesión ni identidad institucional. “Los trabajadores tienen menos lealtad con las empresas, por ejemplo cuando éstas entran en crisis, porque saben que esas empresas no son leales con ellos. Esto las vuelve más vulnerables de lo que eran en la época del capitalismo social”. Para Sennett esta falta de cohesión institucional no es un valor económico porque reduce la productividad laboral.
El neoliberalismo, en esta perspectiva, impide una narrativa obrera sobre el propio ciclo de vida, un relato capaz de transmitirse de padres a hijos. En la medida que esta interpretación de la propia experiencia prácticamente se anula, la sensación que impera hoy –y que se incrementa con la profundización de la crisis- es que este modo de vida no es sustentable para las masas.