Escuela de Humanidades, Sin categoría
Jonathan Andrés es el egresado que habló en el acto de colación de la Escuela de Humanidades. Trabaja desde los quince años y es primera generación universitaria en su familia. Cuenta que para realizar la licenciatura en Educación le resultó indispensable contar con una universidad que estuviera cerca de su casa y de su trabajo. Pero reconoce que también fue clave contar con una institución interesada en acompañar su trayectoria académica e inclusive estimularlo para algo que ni se imaginaba, como dedicarse a la investigación. Hoy Andrés está a punto de comenzar su doctorado gracias a una beca que obtuvo del Conicet. Aquí compartimos el discurso completo que ofreció en el acto de UNSAM.
Estimadas y estimados,
es un honor poder compartir estas breves palabras con ustedes.
Mi nombre es Jonathan y tengo la alegría de ser la primera generación de universitarios en mi familia. Mi madre, con la cual tengo una deuda impagable por todo el amor y apoyo que me ha dado siempre, se insertó en el mundo del trabajo sin finalizar sus estudios secundarios. Luego, más adelante, pudo terminarlos para poder avanzar en su espacio laboral.
Cuando inicié mi camino universitario en la licenciatura en Educación ya había realizado una carrera previamente en el nivel superior, un profesorado de educación primaria. Si bien tenía conocimientos teórico-conceptuales propios del campo de la educación, así como herramientas inherentes a las labores estudiantiles, hubo otros aprendizajes necesarios para transitar la universidad que fueron en parte un proceso de descubrimiento personal, y en parte instancias institucionalizadas dirigidas a acompañar a las y los estudiantes. Al respecto dirijo un especial agradecimiento a la Escuela de Humanidades en general, y en especial a mis docentes, quienes siempre han estado dispuestas y dispuestos a acompañar la difícil tarea de convertirse en un estudiante universitario.
Ya estando en las instancias finales del profesorado de educación primaria sabía que quería seguir formándome en el campo de la educación, pero hasta ese momento yo solo conocía que en la Universidad de Buenos Aires se dictaba la carrera. Para mí que vivo en el partido de San Martín desde hace 17 años, esta opción implicaba aplazar mis estudios universitarios algunos años, hasta que al menos pudiera ahorrar para comprar un auto y facilitar mi transporte luego de trabajar todo el día. Yo trabajo desde los 15 años y estudiar debía ser un hecho que necesariamente se pudiera conjugar con el mundo laboral. Las universidades no sobran, contar con una universidad cercana a donde vivo convertía al estudio universitario en algo viable.
Mi experiencia creo que resulta un ejemplo para pensar acerca de la necesidad de que haya universidades accesibles tanto en el conurbano bonaerense como en otros puntos del país alejados de las grandes urbes.
Yo sabía de la existencia de la UNSAM, lo que no sabía es que esa carrera que quería hacer se dictaba aquí de forma gratuita y nocturna, y fue gracias a mis docentes en el profesorado que tuve la oportunidad de acercarme. Lo que me encontré fue una experiencia muy diferente a la de mis amistades que tantearon la posibilidad de continuar sus estudios en una universidad más grande y con una historia de larga data. Aquí las personas respondían a mis dudas y me sentí acompañado desde un primer momento en cuestiones simples como hacer una inscripción a la universidad y anotarse en las primeras materias.
Estudiar y trabajar no es algo sencillo, me tomó 8 años poder finalizar mi carrera, la cual se hubiera extendido más si no hubiera contado con el apoyo del actual director de la carrera, Eduardo Langer, quien siempre ha estado dispuesto a recibir a los estudiantes. Él me ayudó, entre otras cosas, en algo tan cotidiano y a la vez tan difícil para un recién llegado al mundo universitario como lo es organizar qué materias cursar y poder proyectar dicha organización por varios años.
Además de cursar materias y matear en el Tornavías, tuve la oportunidad de transitar por diferentes espacios de la universidad como estudiante. Participé de las primeras ediciones de las Jornadas de Estudiantes de Humanidades, primero como expositor y luego como parte de la organización; estuve presente cuando nos ha tocado salir a la calle para defender nuestros terrenos y organizarnos para defender a la educación pública y gratuita; obtuve una Beca de Estímulo a las Vocaciones Científicas por parte del Consejo Interuniversitario Nacional; me integré, aun siendo estudiante, a un centro de investigación a cargo de la Dra. Silvia Grinberg, quien junto a su equipo me invitaron a recorrer el mundo de la investigación.
Recientemente se me otorgó una beca doctoral por parte de CONICET, siendo mi directora la Dra. Julieta Armella y mi co-director el Dr. Eduardo Langer, ambos docentes e investigadores en nuestra universidad, lo cual creo que destaca nuestra identidad como una institución fuertemente interesada en la producción de conocimiento. Al respecto, y en relación con lo ya dicho, quiero señalar algo. Cuando a los 22 años me inscribí en la carrera jamás me hubiera imaginado intentar el camino de la investigación académica, incluso la posibilidad misma de recibirme se me hacía muy lejana, y hoy me llena de orgullo participar en la producción pública de conocimiento en una institución tan importante como lo es el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Ser un investigador para mí estaba en el orden de lo inimaginable porque desconocía completamente las labores de la investigación. Esta universidad no solo me brindó conocimientos valiosísimos para poder desempeñarme como profesional de la educación, sino que también me abrió las puertas hacia lo desconocido, incluso situando ese desconocimiento en un terreno de posibilidad.
Esta metáfora de puertas abiertas creo que es lo que más representa a nuestra institución; la disposición y el interés por que las y los estudiantes aprendan y se desarrollen como personas, brindando posibilidades materiales e institucionales para ello. El azar que involucra la amalgama de voluntades individuales produce que la diferenciación social devenida en mérito sea la vara para medir los logros, lo cual estoy seguro de que como premisa para pensar lo público es sencillamente inservible.
En este punto comparto una breve reflexión. Tener presente que la mayoría de las y los estudiantes de esta universidad son primera generación de universitarios demanda contar con personas que estén realmente dispuestas
e interesadas en hacer de la permanencia y el egreso de cada una y de cada uno de nosotros una realidad, y son esa clase de personas con las que tuve la suerte de encontrarme en este espacio. Pero también es necesario para ello contar con instituciones públicas suficientemente financiadas para llevar adelante sus funciones.
Por todo esto, lo que puedo decirles a quienes están dando sus primeros pasos en la universidad o están pensando en hacerlo, es que no están solas, no están solos. Esta es una universidad a la que le interesan sus estudiantes, es un lugar en el que a cada rostro se le puede dar un nombre, lo cual favorece sin lugar a duda un sentimiento de comunidad y familiaridad.
Por último, quiero dar las gracias por el apoyo y compromiso sostenido para nuestra formación. Invocando algunos nombres propios como el de Carlos Greco, rector de estar universidad, quien desempeñando dicha función, siempre estuvo presente para brindarnos sus clases con gran entusiasmo. O como Silvia Bernatené quien, siendo decana de la Escuela de Humanidades, decididamente sostuvo su rol de formadora.
En un contexto de desfinanciamiento y vaciamiento de lo público, hoy me propongo como desafío devolverle a esta maravillosa universidad algo de lo que me ha brindado, sosteniendo como banderas el carácter de bien público de la educación superior y su gratuidad. Para cualquier institución educativa el camino más fácil que puede tomar es eyectar aquellos estudiantes que no se adaptan o no responden a lo esperado. La UNSAM no eligió para sí misma dicho camino, por el contrario, optó por el camino más difícil, que implica interesarse por el bienestar y las trayectorias educativas de sus estudiantes, y es gracias a esto que hoy estoy aquí compartiendo estas
palabras.
Mi historia no es un acontecimiento individual, sino que es expresión de las posibilidades reales que brinda la universidad pública. Valorarla, cuidarla y defenderla constituyen hoy nuestra obligación.
Muchas gracias.