El docente e investigador de la Escuela IDAES y director de la Licenciatura en Antropología Social y Cultural de la UNSAM vivió en la ciudad de Shanghái para estudiar la promoción de productos extranjeros, el consumo y las elites del gigante asiático ¿Cómo se vive allá? ¿Qué ven cuando nos ven?
Nueva Ruta de la Seda, expansión de las inversión en América Latina, 5G, avances tecnológicos, importación de materias primas… El crecimiento económico de China en las últimas décadas convirtió al país asiático en un verdadero gigante del comercio internacional. Todos los días, decenas de medios periodísticos privados y públicos (incluso este) resaltan las novedades al otro lado del mundo y analizan el impacto financiero y geopolítico de sus decisiones. Es decir, prima una mirada economicista, pero ¿cómo viven sus ciudadanos en las principales ciudades? ¿cómo se organizan sus consumos culturales?, ¿qué ven cuando nos ven?, ¿cómo entra en sus vidas el mundo occidental?, ¿cómo se ven a ellos mismos?
Máximo Badaró, antropólogo, docente e investigador de la Escuela IDAES, estudia la promoción de productos extrajeros, el consumo y las elites chinas desde 2014, incluso vivió -junto a su familia- durante un año en las ciudad de Shanghái. “China no es un bloque homogéneo. Hay muchas diferencias internas, clivajes territoriales y de orden social muy arraigados. Como ha habido un crecimiento económico fenomenal que produjo la salida de la pobreza de millones de personas, también se generaron nuevas desigualdades. La división más fuerte de campo-ciudad sigue estando presente, pero se suman la de clase y la generacional”, dice y agrega: “Ademá, China también incluye a la enorme diáspora china en el mundo, que tiene vínculos fluidos con su país de origen”.
El antropólogo comenta que “en China hay poco conocimiento sobre la Argentina”: “Nosotros no entramos en su radar porque los productos argentinos y latinoamericanos que importa China son productos primarios en un 80% y no van identificados como tal. Salvo los vinos, la carne para restaurantes de alto nivel o algunos productos culturales como el tango, pero solo para porciones muy menores de clase alta y media alta”.
En los últimos años, los bonaerenses y porteños nos acostumbramos a ver ciudadanos chinos en nuestros barrios. Pero la realidad muestra que la diáspora china tiene muy poca presencia en Argentina y América Latina. Fuera del mundo asiático, las migraciones chinas se mueven principalmente en Europa, Australia y Estados Unidos, principalmente en las costas de California.
Badaró cuenta que,en los sectores medios de Pekín y Shangái circula la idea de que lo importado de occidente es de mejor calidad. Pero claro, América Latina no entra en ese mundo occidental. “Lo bueno es Europa, Estados Unidos y Australia. América Latina aparece vinculado a todos los imaginarios que circulan en el mundo: inseguridad, pobreza, maginalidad, caos. Y por otro lado, la abundancia de recursos y bellezas naturales”, dice el investigador.
¿Y la Argentina? “Lo que hace que un ciudadano de a pie sepa que hay algo que se llama Argentina es el fútbol y sobretodo el básquet. Las figuras argentinas de básquet que pasaron por china o están en la NBA son muy seguidas”, cuenta el antropólogo. Especialistas del mundo del básquet señalan al gran Yao Ming, la “muralla china” de la NBA, como el principal impulsor del fanatismo por este deporte.
El vino se ha integrado en nuestra identidad nacional y se trata de uno de los productos manufacturados que más se exportan al mercado chino. Sin embargo, se trata de un producto casi de lujo: solo acceden sectores acomodados de la población china, que lo adquieren más por cuestiones de prestigio que de disfrute personal.
En su estadía en la ciudad de Shangái, Badaró estudió cómo se manifiesta el comercio del vino argentino allí: “El vino es un consumo nuevo en China y no está todavía incorporado como un hábito entre los ciudadanos. En el día a día no toman vino y está muy relacionado a la idea de generar vínculos y negocios, dado que se suele comprar para hacer regalos personales y comerciales”.
En la última década, China adquirió un lugar protagónico en la producción y el consumo de vino a nivel mundial. En 2018, ese país contaba con la segunda mayor superficie cultivada de uva del mundo, ocupaba el 10° lugar mundial en la producción de vino, el 4° como país importador y el 5° en consumo. En 2017, el vino importado representaba alrededor del 40% del total del consumo. Los vinos argentinos muestran una presencia creciente en el mercado chino desde 2010 e ingresan al país con un 14% de arancel, el porcentaje más alto entre los países con mayor presencia en el mercado de vino importado en este país.
“Uno de los destinos más recurrentes del vino importado es su utilización como regalo en relaciones comerciales y como bebida prestigiosa en eventos sociales especiales”, dice Badaró en uno de sus trabajos.
“En términos generales -dice Badaró- hay cada vez más conciencia, sobretodo en los sectores medios y altos, de que China es el centro del mundo. Eso incluso lo ves porque son cada vez más los que vuelven. Ellos saben que para hacer negocios y desarrollos tecnológicos en diferentes campos de la ciencia y la tecnología, China es es un país clave. Lo que hace 30 años era una falta de autoestima respecto a Europa y Estados Unidos, hoy se está borrando”.
El enorme crecimiento económico de las últimas décadas convirtió a China en uno de los países más poderosos. El avance de la nueva Ruta de la Seda -el gran proyecto comercial de conectividad e infraestructura marítima y terrestre entre China y el resto del mundo- amplía su poderío comercial en todo el globo. De 2010 a 2015 la inversión china en Latinoamérica superó los 64.000 millones de dólares según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Cuando la pandemia arremetió, el cese de la actividad industrial del gigante asiático paralizó el comercio mundial y sobretodo las industrias extractivas en nuestra región. Aún así, la economía china subió 2,3 puntos en 2020.
Estos datos son bien conocidos no solo por los ciudadanos chinos de sectores medios y altos, sino también por el gran número de empresarios occidentales de múltiples ramas que se desesperan por hacer negocios en China. “China es hoy un lugar de aprendizaje de las reglas del capitalismo global”, resalta Badaró y sigue: “Hace diez años los empresarios iban a hacer negocios, iban con la idea de que el conocimiento y la calidad la llevaban ellos, iban con una postura pedagógica, como una suerte de ‘nosotros traemos el valor’. Hoy son cada vez más los empresarios occidentales que van a aprender”.
El antropólogo cuenta que el avance tecnológico chino se ve todo el tiempo. “En China si no tenés un celular con código QR es como si no existieras y no podés vincularte con nadie”, menciona. La desmaterialización monetaria está muy extendida y los ciudadanos manejan dinero virtual desde hace diez años. “En Yiwu, que es uno de los mercados masivos más grandes del mundo, vi a una vendedora de flores muy anciana y humilde que vendía de manera ambulante y tenía colgado en el cuello el código QR”.
Del ejército argentino al lujo en China
Máximo Badaró estudió Comunicación y se doctoró en Antropología social en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París. Es investigador del CONICET en la UNSAM y dirige uno de los grupo de trabajo del “Programa para el Fortalecimiento de la Investigación y la Cooperación con China/Asia en materia de I+D+i” del CONICET.
En sus primeros años como investigador, realizó trabajos etnográficos en el Colegio Militar de la Nación, en un intento por comprender las actividades pedagógicas del ejército argentino. Sus trabajos fueron tomados en cuenta en el diseño de políticas de formación militar y lo llevaron a participar durante algunos años en el Consejo de Políticas de Género del Ministerio de Defens
Luego realizó investigación etnográfica sobre los usos políticos de la expertise técnica en la Organización Mundial del Comercio en Ginebra, Suiza. En el 2014 inició una investigación de campo exploratoria sobre temas de consumo, riqueza y elites en China y sus conexiones con América Latina. Este nuevo universo de estudio lo llevó a aprender el chino mandarín, viajar numerosas veces a China y vivir casi un año en las ciudades de Pekín y Shangái.
¿Pero qué fue lo que lo llevó a cambiar de objeto de estudio? “Siempre me interesó saber adónde está el poder. Adónde están las élites. China produce riqueza y nuevos ricos todo el tiempo. “Me interesa la atracción que genera en el mundo el crecimiento drástico de la riqueza en términos de cantidad y rapidez que se produce en China.” Al igual que yo, hay muchos que se están encontrando con China, en todas las disciplinas académicas y en los negocios”, cuenta.
Es importante destacar que la Escuela IDAES tiene fuertes vínculos con universidades chinas y un grupo de investigadorxs que estudian temas relacionados con ese país.