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“Utopizar la democracia es una imagen que puede ayudarnos a pensar nuestros días”

Celebrar elecciones periódicas es crucial, pero no alcanza. La desigualdad, ominosa y persistente, afecta la calidad democrática. Por eso en las últimas décadas el pensamiento latinoamericano estableció una relación lúcida y crítica con la “Utopía” para intentar hallar nuevas respuestas a las crisis políticas actuales. Aquí algunas pistas para pensar el presente.

Andrés Kozel*

En las últimas décadas el pensamiento latinoamericano estableció una relación lúcida y crítica con una de sus categorías clásicas: “Utopía”. Los modos habituales de concebirla fueron revisados, matizados y tensionados; incluso, su propia pertinencia fue puesta en entredicho. Bastante tuvo que ver en ello la comprobación de cierta propensión antidemocrática de la utopía ―como recordara Fernando Aínsa: su disposición a “reglamentarlo todo”, asociada a derivas autoritarias.

Asimilando la sucesión de derrotas políticas que le tocó vivir, el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro se refirió al paso de una sensibilidad a otra: “de la revolución necesaria a la pequeña utopía”. Había en ese gesto, desde luego, el testimonio de una “crisis del tiempo”, así como una redefinición de los límites de “lo posible”. Por su parte, y ubicándose en la tradición de las (auténticas) concepciones libertarias, Aínsa habló de su dilección por las microutopías, conectadas con las relaciones cara a cara, con la propia vida. En esto, su posición, enunciada hace ya más de dos décadas, se acerca a la actual sensibilidad posutópica, aunque sin resignar el término ni la alusión a la “tensión utópica”. Aínsa también llamó certeramente la atención sobre la necesidad de democratizar la utopía y, recíprocamente, de utopizar la democracia.

Utopizar la democracia es una imagen pertinente en nuestros días, puede ayudarnos a pensar. Nuestro pensamiento crítico muestra que la democracia procedimental es necesaria, pero no suficiente. Celebrar elecciones periódicas es crucial, pero no alcanza. La desigualdad, ominosa y persistente, afecta la calidad democrática: es un aserto clásico de nuestras ciencias sociales, y es válido para toda América Latina, incluyendo desde luego a nuestro país. También afectan la calidad democrática dinámicas asociadas a la manipulación mediática y judicial. La crisis es difícil de negar y hay quienes hablan sobre la necesidad de revisar los postulados de un orden que luce agotado. ¿Será eso posible? ¿Alcanzará con refugiarse en las microutopías? ¿O habría que (re)utopizar nuestras democracias con contenidos sustantivos nuevos? ¿Con cuáles? Y, sobre todo ¿…cómo?

*Doctor en Estudios Latinoamericanos e investigador del Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas de la Escuela de Humanidades de UNSAM.

40 años de Democracia y las Humanidades

Esta nota forma parte de una serie de reflexiones impulsadas desde la Escuela de Humanidades con motivo de los 40 años de democracia. 

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Nota actualizada el 13 de noviembre de 2023

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