LICH - Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas
Durante 2022 se conmemoran los 50 años del reestablecimiento de las relaciones diplomáticas entre China y Argentina. Sin embargo, los vínculos entre el país asiático y América Latina cuentan con una larga historia, nutrida de múltiples intercambios que contribuyeron a unir estas dos partes del mundo. La investigadora del Conicet Ana Carolina Hosne reflexiona sobre la long durée de estas interacciones, a la vez que presenta dos trabajos de traducción de obras del siglo XVII que surgen de la colaboración con colegas de universidades chinas. También se refiere a la importancia de los II Encuentros Interdisciplinarios China-Argentina, que tendrán lugar la semana próxima, para la construcción de una historicidad compartida entre China y el actual territorio argentino.
Con mi colega Ren Le, de la Universidad de Sichuan, estamos traduciendo dos obras del chino al castellano. La primera trata sobre el pensamiento moral y ético confuciano entre el período Ming tardío y Qing temprano (siglos XVI al XVIII), titulada Estudio sobre los movimientos de persuasión moral a finales de la dinastía Ming y principios de la dinastía Qing, de Wu Zhen, profesor en la prestigiosa Universidad de Fudan, Shanghai. Este proyecto de traducción resultó ganador de un generoso fondo del programa Translation Projects of Chinese Academics del National Social Science Fund 中国国家社科基金中华学术外译项目. Esta obra puede resultar de interés a un público académico, sobre todo orientado a disciplinas tales como Historia –y dentro de ella, sub-disciplinas tales como la Historia de las Ideas y la Historia Conceptual–, y Filosofía. La obra será publicada en Argentina por la editorial Marcial Pons.
La segunda traducción, que terminaremos pronto, es la de la obra del jesuita italiano Giulio Aleni, Xixue fan 西學凡 (Hangzhou, 1623), compuesta en chino clásico, que puede traducirse como Compendio de saberes occidentales. Tiene por objetivo explicar a sus interlocutores chinos la curricula de la educación en los colegios en Europa, y los contenidos de cada materia, ya que los letrados chinos que interactuaban con los misioneros europeos –los primeros en instalarse, en 1583, eran de la Compañía de Jesús– sentían gran curiosidad respecto de lo que se enseñaba a los jóvenes en Europa. En términos generales, el conocimiento que China tuvo de Europa en ese momento se amplió a partir de esta y otras obras, tales como los mapamundis confeccionados por el jesuita Matteo Ricci (1552-1610), que respetan la tradición de ubicar a China en el centro, tal como se estilaba en la cartografía china, pero incluyendo las otras partes del mundo. En estos mapas, Europa es adaptada fonéticamente al chino como Ouluoba 歐羅巴.
En síntesis, durante el período de la dinastía Ming tardía y Qing temprana los intercambios entre China y Europa son fluidos, debido en buena medida al establecimiento de las misiones religiosas en China desde fines del siglo XVI. Esta fluidez dio lugar a contactos estables y duraderos que tuvieron como resultado la elaboración de una gran cantidad de obras que implicaron un enorme esfuerzo de traducción de conocimiento, que va en dos sentidos. Asimismo, cuando el caudal de información sobre China comenzó a circular en Europa, repercutió también en otros espacios, como por ejemplo la América colonial. Esta globalización del mundo moderno, que se materializó en estos espacios, dejó rastros que observamos aún hoy. Muchos de los términos de la cultura china que usamos en la actualidad provienen de ese período, y de esos intercambios que permitieron una permanente tarea de producción, traducción y circulación de conocimientos. Un simple y común ejemplo es el nombre de Confucio como adaptación fonética latina de Kong zi 孔子, el maestro Kong, hecha por los primeros jesuitas en China a fines del siglo XVI, y que se utiliza actualmente. Asimismo, las obras de Aristóteles se tradujeron al chino a partir de fines del siglo XVI en adelante, construyendo un vocabulario filosófico que se mantuvo en parte intacto en China hasta la actualidad. Por eso, creo que hay que despegarse de la idea de la “misión religiosa de la Compañía de Jesús”, y pensar esos espacios como grandes maquinarias de producción y traducción de conocimiento que se irradian a otras partes del mundo, y que contribuyeron a la globalización del mundo moderno temprano.
Desde ya que las misiones religiosas no son los únicos espacios, ni los misioneros europeos los únicos actores, para la construcción de estas redes de intercambio. Podemos mencionar al Galeón de Manila (1565-1815), que zarpaba de Nueva España –actual México– y llegaba a Filipinas (todas posesiones de ultramar de Felipe II), trasladando plata americana que circulaba ampliamente en muchas partes de China, e inundando a América con bienes provenientes de China, tales como sedas o porcelanas.
El análisis, desde una perspectiva histórica, de los vínculos entre China, Europa y la actual América Latina, a partir del intercambio de información, objetos, personas, ideas, conceptos, entre otros aspectos, nos obliga a ver no sólo su perdurabilidad, sino su actualidad. Y si bien los intercambios entre China y la actual América Latina eran indirectos en el período moderno, no por ello eran menos tangibles, contribuyendo a unir estas dos partes del mundo. Pensemos, por ejemplo, que en la cartografía jesuita –inspirada a su vez en la del cartógrafo Abraham Ortelius– producida en China en los primeros años del siglo XVII se representa por primera vez al Río de la Plata, traducido literalmente como Yinhe 銀河 (lit. Río de plata). Esos mapamundis fueron ávidamente consultados y reproducidos en otras obras por parte de los interlocutores chinos de los misioneros. O, por ejemplo, que las elites del Virreinato de Río de la Plata consumían productos que llegaban de China vía el Galeón de Manila como bienes suntuarios. ¿Por qué menciono todo esto? En un año como 2022, en el cual se conmemoran los 50 años del reestablecimiento de las relaciones diplomáticas entre China y Argentina, es importante desarrollar estudios sobre China en nuestro país que contemplen esta dimensión histórica, esta diacronía. La tarea del/de la historiador/a es dotar de sentido a esta diacronía, y creo que eso tiene que aplicarse de modo sostenido en el área de estudios chinos en nuestro país, especialmente en las Ciencias Humanas. Esto contribuye a crear una consciencia de las distintas conexiones –a veces directas, a veces indirectas– entre estas partes del mundo desde hace siglos, así como de la importancia que tiene la construcción de esa historicidad. Este es también el propósito de los II Encuentros Interdisciplinarios China-Argentina que co-organizo con Verónica Giordano (CONICET), con sede virtual en el LICH-EH, en colaboración con el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC, UBA), orientados a fomentar la investigación en las Humanidades y las Ciencias Sociales, a partir de la cooperación con académicas/os de China. Este evento es una continuación del que organizamos el año pasado, y sobre el cual estoy armando un dossier especial, Encuentros interdisciplinarios entre China y Argentina, que saldrá publicado en diciembre de este año en la Revista PSOCIAL.
China y Argentina, ENCUENTROS INTERDISCIPLINARIOS CHINA-ARGENTINA, Historia Conceptual, historia intelectual