En su reciente documental “La vida como hombres”, el docente e investigador de la Escuela IDAES reflexiona sobre el problema de las masculinidades en los espacios urbanos. Una entrevista para desarmar los mandatos constitutivos de esas identidades.
“La masculinidad es un título que debe adquirirse”, dice la antropóloga y activista feminista Rita Segato, directora de la Cátedra de Pensamiento Incómodo de la UNSAM. Pero, ¿cómo es el proceso de construcción de esa identidad y qué efectos tiene en los cuerpos y las vidas de los varones? Juan Branz, docente e investigador de la Escuela IDAES, busca la respuesta en su documental La vida como hombres y cuestiona la construcción de la identidad masculina en espacios urbanos.
El proyecto audiovisual, que culmina una investigación doctoral, incorpora siete entrevistas a siete varones con empleos y experiencias de vida muy distintas que reflexionan sobre un mismo disparador: ¿cuándo se convirtieron en varones? Esta pregunta acompaña todo el documental y hace que hombres de espacios como el deporte, el sindicalismo, la academia y la cárcel reflexionen sobre los mandatos sociales que constituyen sus identidades.
“Los hombres no lloran”, “bancatelá cagón”, “no seas nenita”, “a ver cuando la ponés”, son frases que moldean la masculinidad. Los entrevistados retoman estas expresiones y las cuestionan en el film que será presentado el 2 de septiembre en la Ciudad de La Plata y estará disponible en el canal de YouTube de la Escuela IDAES en septiembre.
¿Cuáles son las aristas que constituyen y construyen las masculinidades de los varones cis?
El problema radica en que la mayoría de los hombres no creemos que estamos reproduciendo un sistema de dominación. El ejercicio reflexivo es sobre otras cuestiones u otras variables como la identidad, pero no sobre que somos reproductores de un sistema de dominación absolutamente basado en el sometimiento, en la jerarquización subjetiva y objetiva de los espacios. Creo que hay dos cuestiones, una más reflexiva hacia adentro del campo de la masculinidad hegemónica y la otra, el problema más cruel, que es el sometimiento, como las brechas salariales entre varones, mujeres y disidencias, con los femicidios como máximo punto de crueldad.
¿Cómo se ven reflejadas estas aristas que hacen a la masculinidad una forma de dominación?
En prácticas, discursos y en la materialidad cultural que portamos en y desde el cuerpo. El lenguaje es un gran organizador de ese modelo masculino que se nos aparece como el único y el verdadero, pero no se agota en el lenguaje. La práctica, la acción cotidiana va modelando los espacios de manera injusta. La distribución desigual de capitales políticos, económicos y sociales marcan ese problema. Quienes pensamos en el problema de las masculinidades, que es un problema vinculado al poder, estamos tratando de entender cómo es la organización de las prácticas de esos discursos.
¿Por qué trabajás sobre la masculinidad?
Hay una necesidad de indagar sobre las masculinidades. Felizmente el tema está en agenda. Una amiga feminista me dice siempre “por más que nosotras militemos y golpeemos miles de puertas, si ustedes los varones no cambian nada, se nos va a hacer muy difícil”. Hoy cuando hablamos de masculinidad es siempre en relación con el poder, en sociedades injustas y jerarquizadas. Desde el punto de vista de los abordajes de colegas y el mío, es también disputarle a cierta discursividad de sentido común la concepción biologicista, que no me parece que sea menor. La pregunta cultural sobre las masculinidades es una apuesta analítica pero también es un desafío para pensar la discusión en el discurso del sentido común mucho más asociado a una idea biologicista de esa división del mundo binaria. Son pequeñas disputas desde el campo académico.
¿Creés posible virar hacia otras maneras de construcción de identidades?
Sí, claro. Que el tema esté en agenda no es menor. Que el Estado haya escuchado las demandas de mujeres y disidencias es muy importante. Los varones fuimos una suerte de espectadores desde el inicio del Ni Una Menos que tuvo su hito en 2015.
Con toda esta ola que tuvo su hito en el 2015, ¿creés que hoy estos cambios en la construcción de identidades se están manifestando?
No veo que se estén dando cambios particularmente sustanciales en el desarrollo de las masculinidades, pero puede ser que vayamos camino a eso. Para ello es importante aplicar una mirada amplia. No se puede construir política sin pensar en que sea interseccional y eso también se puede aplicar a la masculinidad.
Cómo fue el proceso de selección para el documental, ¿por qué esos varones y no otros?
Pensé en siete historias. El deporte tiene que estar porque es profundamente androcéntrico más allá de los proyectos de mujeres y disidencias. Quise abarcar los lugares clásicos de nuestra sociedades modernas: el trabajo, el deporte, el sindicalismo, la universidad, la escuela, la cárcel. El documental y las historias que mostramos están dentro de un contexto de urbanidad y pensadas desde esa lógica de la modernidad. Esos lugares tradicionales de masculinidad tenían que estar. Son instituciones que nos han modelado y habría que ver si lo siguen haciendo con la misma eficacia.
Esos varones hablan de distintos tipos de violencia, ¿Cuándo las reproducen lo hacen de forma consciente?
Hay una etapa involuntaria de mecanismo de incorporación, pero llega un momento que sí hay una reflexión, pero no necesariamente crítica. Lupo, el entrevistado que estuvo en la cárcel, dice “Yo se que me tengo que cagar a palos, porque de esa manera vas ganando un cierto prestigio. Después me duele el cuerpo, pero es lo que hay que hacer”.
¿Por qué elegiste materializar tu investigación en formato documental?
El lenguaje audiovisual da otro tipo de recursos diferentes al de la escritura más clásica o a la gráfica. La intención de probar ese tipo de producto audiovisual con otro tipo de recursos (la posibilidad de hacer un montaje y los planos) hace que podamos vestir a lo que queremos decir de manera diferente, parecía que podía llegar a tener otro tipo de potencia en la posibilidad de llegar a un público un poco más masivo que el académico.
¿Qué buscás que suceda a partir de este documental?
Que se vea en las escuelas secundarias en el marco de la Educación Sexual Integral. Que sea un material cedido por la universidad pública hacia las escuelas secundarias.
¿Existe un ideal o punto cúlmine en el que se está completamente deconstruido?
Yo no lo creo. Yo no creo que haya un punto inicial y un punto final. Creo que todos son procesos dinámicos culturales, históricos y sociales. Pero no creo en esa concepción instrumental de una trayectoria con un punto final.
La vida como hombres
Producción y Guión: Juan Branz
Dirección: Julián Olmedo
Cámaras: Julián Olmedo, Conrado Taina, Germán Grecco
Sonido: Juan Veiga
Edición: Julián Olmedo, Raúl Laffitte
Poema: Ana Gómez
Canciones: “Se marchita” de Daniel Bugallo, “Revelación” de Lucas Finocchi y “Volviste desarmado” de Carmen Sánchez Viamonte.
Equipo Escuela IDAES: José Garriga Zucal, Nancy Salvatierra, Cecilia Allemandi, Gerónimo Astorga, Sebastián Settani, Santiago Canevaro y Candela Caballero.