LICH - Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas

“Cuidar, embellecer, intensificar la estancia en la tierra”

El filósofo e historiador francés Jean-Marc Besse visitó la UNSAM para dar una conferencia y presentar su libro Habitar, en el que reflexiona sobre la relación entre la acción humana y la habitabilidad del mundo. En esta entrevista se refiere al desarrollo de una geografía ampliada, al fenómeno global de gentrificación y al rol de la imaginación poética para transformar el espacio urbano.

Por Verónica Engler

A esta altura de la tournée, decir que vivimos en la época de los riesgos ecológicos y de las extinciones terrestres parece una perogrullada. Lo que todavía no parece tan obvio son las opciones posibles en relación a la preservación de una zona habitable para nuestra vida. Este inmenso interrogante es uno de los disparadores de Habitar, el libro que el filósofo e historiador francés Jean-Marc Besse presentó esta semana en la UNSAM. En su visita, organizada por el LICH-EH con el apoyo del Centro Franco Argentino (CFA) y el Institut Français (IF), además de presentar Habitar, junto al historiador Andrés Vélez Posada, de la Universidad EAFIT de Medellín, dictó la conferencia “Ver el mundo como un paisaje (siglos XVI y XVII)”.

Besse es actualmente director de estudios de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS) y director de investigación del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) de Francia. Su trabajo, de carácter epistemológico, histórico y antropológico, se centra en la geografía y las formas de la representación del espacio y del paisaje en las épocas moderna y contemporánea. Publicó los libros Voir la Terre. Six essais sur le paysage et la géographie, Face au monde. Atlas, jardins, géoramas, Le goût du monde. Exercices de paysage, La sombra de las cosas. Sobre paisaje y geografía, La nécessité du paysage, entre otros.

Hanna Arendt, Martin Heidegger, Gaston Bachelard, Ivan Illich, Gilles Deleuze, Peter Sloterdijk, Paul Ricœur, Georges Didi-Huberman, Walter Benjamin e inclusive Domingo F. Sarmiento, son algunxs de los autorxs de lxs que se nutre Besse para reflexionar en sobre el habitar. El libro está escrito en un registro ensayístico, en el que aparecen diferentes tradiciones estéticas, filosóficas y literarias que le sirven al autor para desplegar diversas capas y referencias de sentido. “Las modificaciones climáticas, la escasez de recursos naturales, la desaparición de numerosas especies, todos los tipos de contaminación no son asuntos para considerar únicamente desde el punto de vista funcional, científico o sistemático”, apunta Besse. De lo que se trata más bien es de retomar una reflexión sobre la relación entre la acción humana y la habitabilidad del mundo. “Cuidar, embellecer, intensificar la estancia en la tierra”, propone el autor. En esta entrevista se refiere a su propuesta de desarrollar una geografía ampliada, a las problemáticas planteadas en torno al concepto de Antropoceno, a las alternativas al fenómeno de gentrificación que se se desarrolla a nivel global, el rol de la imaginación y la poética para transformar el espacio urbano y el desafío de pensar el habitar entre la intimidad y el encuentro.

-Usted dice que habitar es principalmente una cuestión geográfica, porque importan las marcas que vamos dejando sobre la Tierra. ¿Cómo es su propuesta de una geografía que parta de un punto de vista horizontal, y no satelital?

La forma de abordar esto es una geografía que intenta dar cuenta de la experiencia del territorio, desde el punto de vista de quienes habitan, de quienes residen y trabajan en el territorio. Mi enfoque es experiencial, pragmático, de la geografía que toma en cuenta las vivencias de los habitantes en la medida en que se enfrentan o dialogan con ese espacio. Mi objetivo no es cuestionar la validez o legitimidad de un enfoque científico o cuantitativo, satelital, de la geografía. Sino que la propuesta tiene que ver con acompañar ese enfoque con un acercamiento a la experiencia efectiva y concreta de la gente que habita el espacio. Es una acercamiento más fenomenológico. El objetivo es tomar seriamente la noción de habitar, comprender la experiencia del habitar, no desde una propuesta exterior sino desde un enfoque de lo que sucede adentro, individual o comunitariamente, desde una experiencia más personal. Se trata de describir diferentes modalidades de esta experiencia, como puede ser el espacio de la casa donde uno vive, hasta una escala más general, pero siempre desde la experiencia del ser que habita ese espacio. En este sentido es una reflexión geográfica que integra la dimensión antropológica, filosófica, política y poética. Lo que planteo en el libro no es una propuesta teórica en el sentido clásico, sino que a partir de la descripción de distintas situaciones, de diferentes experiencias y problemas sobre lo que es habitar, desarrollo ideas. Por ejemplo, habitar es también mantener una casa, manejar el cuidado de la propia casa, habitar una ciudad, habitar en el extranjero. Mi propuesta es la de una geografía ampliada, que contempla otras formas de pensar ese habitar en el espacio.

¿Le parece factible cruzar su propuesta con un concepto como el de Antropoceno para pensar la relación entre la acción humana y la habitabilidad del mundo?

Sí, al comienzo del libro desarrollo la noción de entretien o “mantenimiento” que sirve para pensar en torno al Antropoceno. Yo desarrollé esta cuestión con más profundidad en otro libro que es sobre la necesidad del paisaje (La nécessité du paysage, París, Parenthèses, 2018). En Habitar, la noción de mantenimiento, más allá de la cuestión del Antropoceno, aborda este problema a partir de la pregunta por la habitabilidad, en el sentido de cómo nosotros, como comunidad, respondemos colectivamente al desafío socio ecológico al que nos enfrentamos. Y en este sentido, la noción de mantenimiento puede pensarse como un proyecto de acción. Esta noción implica la idea de actuar sobre algo que ya está ahí, una dinámica que ya existe. Un ejemplo bastante banal pero que a la vez deberíamos tomar en serio es la jardinería. Pensarla no sólo como el mantenimiento de un jardín, sino como una acción en relación con el entorno en el que vivimos. Cuando somos jardineros, cuando intervenimos en un jardín, ayudamos a que las plantas puedan crecer, en el sentido de que reunimos indirectamente las condiciones para que que llegue a desarrollarse. Mis ideas son similares a las de algunos paisajistas y arquitectos que proponen, justamente, ampliar ese modelo de acción a relaciones más generales que tenemos con el espacio y el territorio. Si yo quiero, por ejemplo, la renaturalización de un río, volver a hacerlo más próximo a lo que era, volver a darle sus características originales, esto implica salir del modelo de pensamiento de fabricar algo de la nada. Jardinear es ajustar nuestra acción a lo que ya se desarrolla. Es decir, facilitar, acompañar las dinámicas propias de ese espacio o simplemente ajustar nuestra acción a lo que ya se está desarrollando ahí. Hoy en día nuestra acción en el mundo está guiada por una concepción productivista y extractivista que no toma en cuenta lo viviente. Frente a ello, proponemos como perspectiva posible de la habitabilidad de la Tierra pensar nuestra relación con el mundo en términos de mantenimiento y cuidado.

Esta noción de mantenimiento parece chocarse de frente con los procesos de gentrificación que se ven en diferentes lugares, como un fenómeno global.

Sí, la gentrificación se enfrenta con esta idea de mantenimiento. Por ejemplo, tomando la idea del jardín, existen en muchos países lo que se llama tradicionalmente “jardines populares” o “jardines obreros”, en donde las personas de los lugares cultivan plantas, flores, verduras y frutas. En Bucarest, por ejemplo existían muchos de estos jardines, pero hoy en día están siendo destruidos y reemplazados por lo que llaman “parques naturales” o “reservas naturales”. Con la idea de que hay que volver a la naturaleza se hacen estos lugares de paseos. Pero ¿para quién se hace esto? ¿cuál es el destinatario de esta reconversión de los jardines obreros a este nuevo tipo de parque? Esto se hace al servicio de una población cada vez más gentrificada, que es la destinataria de los proyectos inmobiliarios que están en torno de lo que antes eran estos jardines obreros y populares, pero que ahora toman este nuevo formato de “parque natural”. De esta manera vemos la tensión que hay entre los procesos de gentrificación que se dan en todo el mundo y la idea del mantenimiento. Así se pasa de una naturaleza trabajada por los habitantes, por quienes la rodean, a una naturaleza que tiene que ver con una imagen estética, que evoca una idea de placer, de paseo, pero que deja de ser esta naturaleza en contacto con quienes la producen y la utilizan para su propia vida.

-En Habitar hay una cuestión central que tiene que ver con la vecindad. ¿Cómo pasar del simple “habitar al lado” de otros al “habitar juntos”, con otros?

Esta es una cuestión absolutamente esencial porque es una cuestión política y diplomática, en el sentido de que nosotros habitamos en primera persona y a la vez habitamos en relación con otros. Y en esa doble forma de habitar, la cuestión es definir la distancia justa que nos permita habitar en primera persona y con los otros. Es un tema muy importante de la arquitectura, porque la arquitectura tiene el desafío de pensar en la creación de espacios que permitan a la vez la intimidad y el encuentro, la coexistencia de estas dos dimensiones del habitar. Pero no es suficiente, no se trata solamente de los arquitectos que construyen las casas, sino que implica reflexionar sobre la cohabitación o coexistencia, y los usos que los habitantes vamos a darle a los diferentes espacios. Por eso son tan importantes los espacios intermedios, porque es allí donde se producen los encuentros posibles con otros habitantes. Y no solamente en estos espacios sino que también está la cuestión del lenguaje, que posibilita a los habitantes realizar esos intercambios a través de la palabra. Por ejemplo las asambleas son espacios fundamentales para poder dialogar, permiten poner en palabras las discusiones o los intercambios sobre la cohabitación.

Usted dice que habitar una ciudad es tener la posibilidad de desarrollar en ella la propia imaginación. ¿Qué rol le parece que juega la poética para transformar el espacio urbano?

Habitar no es solamente responder a necesidades funcionales, sino que es algo mucho más rico, porque para habitar debemos sentirnos libres en el lugar en el que vivimos, debemos confiar en él, estar a gusto ahí. Esa confianza aparece cuando encontramos un buen lugar para habitar. Y entonces es mágico, porque en ese lugar en el que confiamos, en el que decidimos vivir, podemos dormir bien, podemos soñar, podemos cantar, podemos tener nuestros espacios de intimidad. Y en ese sentido, no todo el mundo es capaz o tiene la posibilidad de habitar. Cuando podemos confiar en la capacidad que un lugar n

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Nota actualizada el 4 de junio de 2022

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