Dirección de Género y Diversidad Sexual
Doctora en Antropología Social (IDAES, UNSAM & EHESS, Francia), docente de la Licenciatura en Antropología Social, UNSAM; y becaria posdoctoral del CONICET. Investiga relaciones de género y percepción social del riesgo por pesticidas en distritos rurales de la pampa húmeda argentina. Coordina el Círculo de Estudios Maternidades y Maternajes Situados de la UNSAM.
“Sin ser heroínas, terminamos a menudo agotadas, con contradicciones, pero satisfechas de sobrevivir, crear y enseñar en estos difíciles tiempos que vivimos. Tiempos en los que los mundos del cuidado y de la educación nos sirven para existir y crecer y en los que tantas veces nosotras estamos allí, poniendo el cuerpo o la cara, por la pantalla”
“‘Tu hijo es igual a vos’” me dice una de mis estudiantes de la licenciatura en Antropología de la UNSAM en el temprano otoño de 2020. Estamos en clase por zoom y mi hijo mayor, de 4 años, se aparece tras la puerta de vidrio saludando a la hinchada. Rompe así el intento de sus progenitores de tener un búnker anti-niños, un “cuarto propio” para el mundo laboral en nuestras jornadas durante las que alternamos teletrabajo y cuidado de dos pequeños.”
“Somos privilegiados porque podemos teletrabajar y porque conservamos, al menos, parte de nuestros ingresos. Cada jornada, sin embargo, es un eterno y agotador día de la marmota haciendo ping-pong del cuidado al trabajo y del trabajo al cuidado. La porosidad espacial de mi mundo íntimo y laboral es también temporal. Contesto mails de los y las estudiantes mientras baño a mis hijos; tiro el arroz y leo un trabajo práctico del classroom. Trabajo muy tarde por la noche o antes de que salga el sol mientras todos duermen. Algunas colegas ayudan a sus padres con las compras. Otras hacen trámites bancarios online a sus abuelos para evitar que se expongan al virus. ¿Esto es nuevo para las mujeres y disidencias? No, no lo es. Nos la pasamos siglos y siglos laburando y criando a expensas de otros más privilegiados que “sólo” tenían que ocuparse de la vida pública, de lo productivo, de lo que está jerarquizado socialmente y a la vista de todas y todos.”
“La pandemia hizo que el trabajo cotidiano que hacemos por separar los mundos “íntimos” y “públicos” se mostrara aún más vano e inútil que nunca. Los búnkeres fallan. Las puertas son transparentes. La crisis sanitaria también logró que se visualizara de manera intensa la necesidad de toda la sociedad de pensar la organización social de los cuidados: sin cuidados es imposible trabajar; pero, sobre todo, sin cuidados es imposible sostener la vida, sobrevivir. Históricamente desvalorizados, ahora resulta que algunos se enteran de que sin cuidados el mundo se para. Siempre hay que dar de comer, cambiar pañales, consolar ante tristezas, gestionar encuentros semanales de 40 minutos de zoom para la salita de 4.”
“Y mientras tanto, la universidad tampoco cierra. Haciendo malabares con mi tetris cotidiano, doy clases jueves y viernes a la mañana. Allí abro mi ventana puente con estudiantes que -igual que yo- viven en la incertidumbre pero no por eso quieren dejar de pensar la realidad social. Las clases son para mí un encuentro semanal con un grupo, sin tapabocas, con pasión, con humor, con rigurosidad, conociéndonos, pensando juntos; algo que me recuerda aquella lejana “vieja normalidad”. Pero hubo abuelos de mis estudiantes que murieron por COVID ese primer cuatrimestre de 2020 y alumnos que perdieron sus trabajos por la crisis. Aunque poco se diga, el ámbito universitario también es un espacio de cuidado. Sería cínica si intentara comprender lo social sin ver el maremoto cognitivo y emocional que todes transitamos en esta pandemia. Si mis estudiantes ocasionalmente conocieron mi mundo hogareño, yo también vi a sus gatos pasar en plena clase, a alumnos que prendían sus cámaras apenas levantados de la cama y a los que ponían la pava para el mate y escuchaban atentos. Observé a sus parejas que se despedían porque eran esenciales y salían a trabajar; al padre de alguna alumna que no entendía que “estaba en clase” e hizo una intervención “fuera de lugar”. Y aun así, y a pesar de todo, o justamente por todo eso, porque el mundo se caía y no sabíamos hacia dónde, propuse hacer un pacto buscando cierta cordura, una especie de simulacro de “normalidad”: no abandonar la búsqueda de excelencia de nuestra universidad. Algún día la pandemia pasará y justamente se necesitarán, más que nunca, profesionales formados para entender el mundo en ruinas -aún más en ruinas que antes-.”
“Se asoma el otoño 2021 y la pandemia se mete en algunos programas que renuevo mientras acompaño a mi hijo en la adaptación a sala de 2, en una jornada reducida. Este primer cuatrimestre también es un misterio. ¿Cuánto tiempo estarán abiertas las escuelas? ¿Cómo organizaremos este frágil equilibrio entre trabajo y cuidado en los próximos meses? ¿Cuán hastiados de esta vida pandémica estarán mis estudiantes de este año?”
“Hablo de esto un 8M sabiendo que no es muy habitual tematizar los cuidados en el mundo académico. Pareciera que a las científicas, docentes o no docentes de las universidades nos desprestigia no mostrarnos abocadas sólo al apostolado académico. Pero voy a aclarar algo bastante obvio a esta altura: gran parte de los equipos de científicos que desarrollan la vacuna contra el COVID, el suero equino hiperinmune, el tapaboca Atom Protect o los relevamientos para estudiar el impacto social de la pandemia en el país están integrados por científicas. Científicas que son ORGULLOUNSAM y que, ciertamente, cuidan -desde sus casas, aun desde sus laboratorios-, y que no por eso, como todas nosotras, dejan de hacer un trabajo de excelencia. Multitasking, con poco sueño, teniendo que rendir más que otros para demostrar que no hacemos esto “por hobby”. Sin ser heroínas, terminamos a menudo agotadas, con contradicciones, pero satisfechas de sobrevivir, crear y enseñar en estos difíciles tiempos que vivimos. Tiempos en los que los mundos del cuidado y de la educación nos sirven para existir y crecer y en los que tantas veces nosotras estamos allí, poniendo el cuerpo o la cara, por la pantalla.”