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La bióloga y becaria posdoctoral del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas forma parte del equipo de “Científicas de acá” que busca visibilizar a las investigadoras y profesionales del sistema científico-tecnológico y universitario argentino. Lo hacen aprovechando la comunicación multiplataforma, desde redes sociales hasta la publicación de un libro.
La tenacidad de Eugenia Sacerdote de Lustig, la pasión de Cecilia Grierson, la lucidez y compromiso de Dora Barrancos y el profesionalismo de Andrea Gamarnik, son algunas de las 27 historias de vida que componen el primer libro del proyecto Científicas de acá. Julieta Alcain, bióloga y posdoctoranda de Juliana Cassataro en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB) compone este colectivo surgido en 2020 que busca visibilizar a las científicas, tecnólogas y profesionales de la Argentina que rompieron el techo de cristal, desarmaron estereotipos patriarcales y conducen equipos y proyectos de investigación claves para las ciencias del país.
En Argentina, el sistema científico-tecnológico está compuesto por un 59,5% de mujeres. Sin embargo, cuando se avanza a las categorías superiores del CONICET, los datos muestran que los varones ocupan el 75% de los puestos jerárquicos. Es decir, cuanto más alto es el puesto, menor es el porcentaje de mujeres. Pero a esta metáfora del techo de cristal, también se le suman las paredes, dado que en disciplinas como la informática y las ingenierías, el porcentaje de mujeres no supera el 20%. En tanto, los números de las matrículas universitarias de 2017 muestran que el porcentaje de mujeres sube significativamente en aquellas disciplinas relacionadas con tareas de cuidado, como psicología, educación y salud.
Junto a sus compañeras Valeria Edelstein (química), Julieta Elffman (comunicadora social) y Carolina Hadad (tecnóloga), Julieta activa las redes sociales cada “martes de científicas” con las historias de las mujeres que ponen a la ciencia argentina en lo más alto. “Nosotras empezamos a conocer muchas de estas historias a partir del libro y del proyecto. Y si bien todo arrancó por una inquietud nuestra, después se convirtió en una necesidad de compartir esas historias que fuimos descubriendo. También se nos presentó como algo importante visibilizar a aquellas mujeres que hicieron y hacen ciencia de altísima calidad en nuestro país”, dice.
¿Qué imágenes tenemos en la Argentina cuando pensamos en referentes de la ciencia?
El estereotipo clásico de la figura de lxs científicxs es el del varón, blanco y heterosexual de Capital Federal, pero también en ese imaginario pensás al científico como un hombre adentro de un laboratorio con guardapolvo blanco y trabajando solo. La realidad no es así: no hacen ciencia sólamente los varones, no hacen ciencia únicamente las personas que trabajan dentro de un laboratorio, no se hace ciencia únicamente en Capital Federal y, sobre todo, no se hace ciencia solx. Nosotras en el libro quisimos de alguna manera romper con todos esos estereotipos; no solo el de científicos varones sino romper también con la figura de aquel investigador excepcional, brillante, que trabaja solo y que se levanta un día de la nada iluminado y hace un descubrimiento enorme. La ciencia es una construcción colectiva que se realiza adentro y afuera de los laboratorios, y que también involucra a muchas disciplinas ¿cuántas ciencias hay que no usan guardapolvo blanco?
En el libro hablan de cómo a una edad muy temprana ya se determinan sesgos de género a la hora de pensarse en una cierta profesión ¿crees que este proyecto puede ayudar a combatir esos sesgos?
Una de las cosas que mencionamos en el apartado de datos del libro es que las niñas desde muy chiquitas se empiezan a percibir menos inteligentes que los varones. Eso junto al estereotipo de que para dedicarse a la ciencia es necesario ser una persona brillante es una combinación que contribuye a esta noción de que las mujeres no tienen lugar en la ciencia. También es necesario resaltar que en esta ecuación también entra el tema de la representación: ahí es donde apuntamos más fuertemente con “Científicas de Acá”. La representación juega un rol muy importante a la hora de que cuando vos empezás a pensar en estudiar algo, en volcarte a la investigación o dedicarte a una carrera determinada, veas a gente que se parezca a vos haciendo lo que vos querés hacer. Creemos que “Científicas de Acá” quizás podría convertirse en un recurso didáctico para utilizar dentro de las aulas. De hecho, nos llegaron muchos mensajes de profesorxs que lo van a usar en sus clases y eso nos pone muy contentas.
¿Tuviste algún sesgo a la hora de elegir tu carrera?
En mi caso, también tuve que romper con mis propios sesgos. En la biología, mi campo de estudio, existen a su vez una gran cantidad de estereotipos de género dentro de sus distintas ramas. Cuando terminé el secundario y decidí entrar en la carrera recibí muchos comentarios de gente allegada que me decía: “¿Y por qué no elegís una carrera más fácil? así tenés más tiempo y después te podés dedicar a tu familia”. Escuchar eso para mi fue un golpe tremendo, obviamente no les di importancia, pero son cosas que me sucedieron en el año 2008 no hace 400 años.
¿Cómo se inscribe “Científicas de acá” en un contexto de lucha y avance de los feminismos?
“Científicas de Acá” si bien es un proyecto que creemos que es novedoso, no es ni el único ni el pionero en esta temática. Cuando empezamos a investigar para el libro nos encontramos con muchísimas comunidades que trabajan sobre este tema hace años. Por mencionar alguna, la Red de Género, Ciencia y Tecnología ya viene elaborando muchas cosas con respecto a este tema desde el año 1994, con lo cual “Científicas” podría definirse como un paso más en una senda ya transitada. Sí creo que encontramos una conversación que estaba pendiente. Como dice Dora Barrancos, “nadie nace feminista” sino que más bien es algo que sucede con el devenir de conocer personas, leer y abrirnos a nuevas perspectivas. Nosotras éramos cuatro personas que teníamos inquietudes al respecto del tema de las mujeres y la ciencia de nuestro país y en el camino aprendimos muchísimo de esas otras comunidades y organizaciones feministas. No buscábamos tener un libro pionero, sino un disparador de conversaciones.
¿Cómo opera la desigualdad entre hombres, mujeres y feminidades en el sistema científico de nuestro país?
Si observamos los datos a nivel mundial acerca de la participación de las mujeres en ciencia, los números indican que en promedio hay muchos más varones que mujeres en estos espacios. En Argentina es distinto, las mujeres somos mayoría. Sin embargo, nuestro sistema científico es sumamente jerárquico y tu permanencia en él depende de que vayas ascendiendo de categoría. Las mujeres estamos concentradas en su mayoría en las primeras etapas de la carrera científica, es decir, becarias doctorales, posdoctorales e investigadoras de primera y segunda categoría. En las instancias superiores la cantidad de mujeres en relación al número de hombres se reduce drásticamente. Ni hablar lo que sucede en los cargos de investigador principal o superior, que son en su vasta mayoría ocupados por hombres. Casualmente estos mismos son los cargos que suelen ser más reconocidos, son quienes tienen laboratorios más grandes, más personas a su cargo y, en definitiva, quienes toman las decisiones. No es que faltan mujeres en la ciencia argentina sino que también necesitamos que haya representación femenina en los cargos jerárquicos.
¿Cuáles son los efectos de esas desigualdades?
Uno de los momentos de mayor productividad en la carrera científica coincide muchas veces con la etapa fértil de las mujeres. Lo que muchas veces sucede es que las científicas tienen que dividir su atención entre el trabajo y el hogar dado que existe en nuestra sociedad una estructura patriarcal que sostiene la feminización de las tareas del cuidado. Si todos los puestos de toma de decisiones en el sistema científico y educativo están ocupados por hombres, entonces ¿quién va a tomar la decisión de, por ejemplo, tener un jardín maternal o una guardería para que las mujeres puedan dejar a sus hijxs cerca de sus lugares de trabajo? o ¿quién va a insistir en poner un lactario en los laboratorios? Esas decisiones suelen ser contempladas cuando las personas que están en puestos estratégicos también son sujetos que conocen y pueden dar cuenta de que esa necesidad existe.
Es interesante cómo el contexto político y económico está presente y es transversal a todas las historias del libro ¿Es quizás demostración de que no se puede hablar de ciencia sin hablar de política, economía y conflicto social?
Es completamente imposible separar un descubrimiento o un avance científico de su contexto. Esto se evidencia muy claramente en las historias del libro. Uno tiende a pensar que la ciencia es universal, que funciona de la misma manera acá o en la china, que el método científico es absoluto y que no importa la persona o el contexto que esté de por medio. Pero las primeras mujeres que fueron a la universidad, por ejemplo, tuvieron que recurrir muchas veces a fallos judiciales o pedirle autorización a sus maridos para siquiera poder acceder al conocimiento. Hoy en día una cosa así es inconcebible para la sociedad porque de ese momento hasta ahora el contexto social, político y económico cambió. Esto es una de las cosas más lindas que quisimos reflejar en el libro: nosotras no creemos que la ciencia se haga de una manera y es maravillosa e impoluta, sino que está atravesada por muchísimas cosas.
¿Por qué muchas de las pioneras cuentan con tan poco reconocimiento social en torno a sus luchas o a sus descubrimientos?
Para mi existe una doble invisibilización. Cuando Cecilia Grierson o Julieta Lanteri, ambas médicas pioneras, se recibieron lograron algo muy grande, pero después a la hora de la práctica de repente nadie quería atenderse con ellas por ser mujeres. Eso tiene mucho que ver con el contexto en el que ellas vivieron, porque si ellas hubieran hecho lo mismo hoy seguramente serían reconocidas. Otro caso es el de Rebeca Guber, pionera en el área de computación. Ella trabajaba junto a Manuel Sadosky, a quién se lo conoce como el padre de la computación en la argentina, escribieron un libro juntos (el “Sadosky Guber”), pero que todo el mundo lo conoce como “el Sadosky”. Ahí también hay una invisibilización: Las historias que nos llegan y las que terminamos recordando son las de los varones.
Gracias a su investigación pudieron conocer y plasmar muchas historias de mujeres que habían quedado olvidadas por la historia ¿pero qué sucede con las disidencias?¿Están representadas otras identidades de género en el sistema científico y en la historia?
Con “Científicas” Tuvimos siempre muy presente la cuestión de la diversidad. Cuando empezás a ver las estadísticas estas no contemplan otras identidades que no sean varón o mujer, entonces ya desde el método están invisibilizadas. Por suerte contamos con la participación de Fran Bubani, que es una mujer trans y es ingeniera mecánica. Ella fue muy generosa y nos compartió su historia; un relato muy difícil lleno de situaciones horribles que tuvo que atravesar para poder vivir bajo su identidad. Hoy en día ella es la primera investigadora trans en el CONICET. En el libro también contamos la historia de Sasa Testa, una persona no binaria quién fue le primere egresade de la Maestría en Estudios de Género de la UNTREF. Fue super generose en compartir sus experiencias de vida y es muy interesante su historia ya que su objeto de estudio es su cuerpo. Nos pone muy contentas tener estos testimonios pero esperamos que los próximos libros, los próximos relatos, incluyan muchas más historias y experiencias como las de Sasa y Fran.
Una inmunóloga en el equipo de las vacunas
Julieta se sumó en marzo de 2021 al Laboratorio de Inmunología, enfermedades infecciosas y desarrollo de vacunas que dirige Juliana Cassataro en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas. El trabajo del grupo está vinculado a generar y producir estrategias vacunales y la posible obtención de vacunas orales.
Dato curioso: La vacuna contra el Covid-19 que está desarrollando el equipo llevará el nombre ARVAC Cecilia Grierson, la primera médica argentina y destacada Científica de acá.
¿Por qué decidiste hacer tu posdoc con Juliana en el IIB?
A Juliana la conocí en un seminario que dio en la Academia de Medicina donde yo hacía mi doctorado y su participación me deslumbró totalmente. Yo me doctoré en un tema de ciencia básica y tenía ganas de empezar a trabajar en algo más aplicado. Eso, sumado a la admiración que yo tenía por Juliana desde el momento que la vi, hizo que hablara con ella para llevar a cabo mi posdoc en el IIB.