Dirección de Género y Diversidad Sexual
Cuando empezó la cuarentena Natalia Quiñones llevaba tres meses de embarazo, aún con todos los cuidados se contagió de covid en septiembre, ella es docente y referente territorial de J.L.Suárez. Trabaja en el Secundario Técnico UNSAM en las materias de Ciudadanía y Cs. Sociales.
“Cuando empezó la cuarentena, en marzo, yo llevaba aproximadamente tres meses de embarazo. Tenía fecha de parto para el 10 de octubre del 2020. Transitar un embarazo en plena pandemia fue una experiencia difícil, por un lado, sobre todo porque implicó que me aislara totalmente hasta de mi familia, pero, por el otro, me permitió descansar y darle otro lugar a mi gestación, que trabajando de manera presencial no podría haber hecho.”
“Aún teniendo todos los cuidados me contagié de Covid en septiembre. Cuando comencé a sentirme mal me comuniqué con mi obra social, me dijeron que era Covid positivo por contacto estrecho y que se comunicarían conmigo cada 48 horas para hacerme un seguimiento. Estuve cuatro días con fiebre hasta que una doctora -hasta el momento habían sido varones- me dijo que pediría una ambulancia para que me revisara, entonces fue cuando me indicaron que debía ir urgente a una guardia. Tengo un nene de tres años, al cual dejé al cuidado de mi hermana en ese momento.”
“Cuando ingresé a la clínica eran aproximadamente las 12 de la noche, una partera me tomó la temperatura y se fue. Estuve hasta las 4 de la mañana en la enfermería, con mi pareja, los dos solxs, hasta que se acercó alguien a extraerme una muestra de sangre. Pregunté si podía ir al baño o tomar agua, pero me dijeron que no. Luego le avisaron a mi marido que me realizarían una cesárea a las 7 de la mañana. Por lo que seguimos hasta esa hora allí. Yo me cansaba de decirle a todo el que me cruzaba que me costaba mucho respirar, pero nadie atendía a lo que yo les decía. Cuando vinieron a llevarme al quirófano, me envolvieron con un plástico, de los pies a la cabeza, como si estuviera muerta y yo seguía quejándome que no podía respirar bien, intentaba levantar el plástico para tomar aire, pero me retaban, diciéndome que lo baje. En el quirófano el anestesiólogo me indicó que me sentara, sin sacarme el plástico que sostenía con mi cabeza, entonces tiré el plástico de manera brusca y les grité que no podía respirar, todos los médicos que estaban en la sala corrieron a acostarme en la camilla pidiéndome que me tranquilizara, me ataron los brazos y volvieron a cubrirme, fue entonces cuando me midieron el oxígeno y se dieron cuenta que saturaba por debajo de lo normal, trajeron un tubo y me pusieron la bigotera.”
“Después nació Anahí. La ví de lejos y se la llevaron. Yo quedé sola, cubierta en una camilla al lado de una puerta de salida de emergencias, el equipo médico había ido a higienizarse, conmigo se encontraba la instrumentadora quirúrgica, quiso correr mi camilla pero entre tanto plástico mi cuerpo anestesiado se resbaló y ni bien me movió me caí al piso. Entre gritos y corridas me levantaron. Cuando me subieron a la sala me esperaba mi marido con la bebé, hasta el momento yo no sabía nada de mi hija, así que verla me alivió. Me pusieron suero pero a los pocos minutos mi cama estaba empapada en sangre, me había agarrado una hemorragia producto de la caída. Yo no sentía la mitad de mi cuerpo, estaba semi desmayada por la falta de oxígeno y escuchaba a las doctoras paradas enfrente mío decir que me llevarían nuevamente a quirófano porque debían sacarme el útero. Anahí lloraba de hambre. Las doctoras se fueron. Yo no podía moverme porque en ese momento tenía vías en mis dos brazos y me habían colocado 4 paquetes de suero atados sobre mi útero para hacer presión. Mi pareja acercó a la bebé como pudo a mi pecho y la hizo que se alimente. Mi odisea siguió por 15 días más, entre cambios de medicación, oxígeno, transfusiones de sangre. Mi bebé y mi marido internados en la sala conmigo. Mi otro nene, con tres añitos, por primera vez se separaba de nosotrxs. Estaba al cuidado de sus abuelxs y tíxs.”
“El día que me dieron el alta debía llevarme una ambulancia de regreso, pero me informan que la ambulancia podía llevarme solo a mí a mi domicilio, no a mi bebé. Por lo que debí firmar una carta donde me hacía responsable de mi integridad física porque iba a trasladarme por mi cuenta.”
“Algo que rescato de la situación es que desde el comienzo de mi internación, hubo muchas personas que si bien no pudieron acompañarme físicamente, me sostuvieron desde lo emocional. Mientras estaba internada y después recibía audios y videos no solo de de mi familia y amigxs, sino de compañerxs de trabajo, de estudiantes de la escuela, vecinxs. Los días que siguieron fueron duros, la recuperación mía, la crianza de dos niñxs sin el sostén desde la presencia física de mi familia y amigxs”, finaliza Natalia.