El Centro de Rediseño e Ingeniería de Proteínas del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM se creó 2017 para facilitar el diálogo entre el sector científico y el industrial y promover la innovación científico-tecnológica. Hoy es una pieza clave en el desarrollo del tratamiento más esperanzador contra el coronavirus.
En 1968, Jorge Sabato publicaba el ensayo La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América Latina junto con Natalio Botana. Allí planteaba la necesidad de consolidar una relación permanente entre el Gobierno, el progreso científico-tecnológico y el sector productivo, que más tarde sus colegas denominaron el “triángulo de Sabato”. Dicha estructura evidenció la necesidad de insertar la ciencia y la tecnología en la trama misma del desarrollo latinoamericano para saber dónde y cómo innovar.
Siguiendo esa premisa, la UNSAM inauguró en 2017 el Centro de Rediseño e Ingeniería de Proteínas (CRIP) del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB). El Centro es un eslabón fundamental de la cadena de especialidades e instituciones que hizo posible la creación del nuevo Suero Hiperinmune Anti COVID-19, el cual logró neutralizar el virus SAR-COV-2 en pruebas de laboratorio.
“El CRIP nació con un concepto de innovación abierta. Eso significa alinear potencialidades, proyectos, capacidades y servicios del sistema público con las necesidades de las empresas. Desde el CRIP generamos proyectos que nos permiten trabajar con las necesidades de la industria biotecnológica y generar nuevos productos”, dice Fernando Goldbaum, director del CRIP y socio fundador de la empresa biotecnológica Inmunova.
Las científicas del CRIP María Laura Cerutti y María Eugenia Acuña son las encargadas de producir la proteína RBD, con la que se inmuniza a los caballos para luego obtener el plasma con el que se produce el suero contra el COVID-19. “Estamos utilizando un fragmento de la proteína Spike —presente en la superficie del virus SAR-COV-2— que se llama RBD. Con ella transfectamos células humanas que incorporan el ADN expresado por esta proteína liberándola al medio de cultivo. Con esa proteína purificada se inmunizan los caballos de los cuales se obtiene el plasma”, explica Cerutti.
Acuña, por su parte, comparte su entusiasmo por la innovación: “A mí me da mucha satisfacción. En la vorágine del día a día no somos muy conscientes del trabajo que estamos haciendo. Cuando lo pienso creo que es un montón y el aporte es muy gratificante”.
“Innovar significa hacer llegar soluciones concretas a la gente y al sistema productivo”, suele repetir Goldbaum casi como un mantra. Con esa convicción, hoy el CRIP presta servicios científicos y tecnológicos: desarrollos por ingeniería de proteínas, servicios analíticos para biosimilares, optimización upstream, optimización downstream, optimización de medios de cultivo, estudios cristalográficos y de rayos X, estudios biofísicos, vinculación tecnológica y viabilidad.
Claudio Vilariño, especialista en vinculación tecnológica y negocios y codirector del CRIP, destaca la visión estratégica de vinculación público-privada que se fomenta desde el centro: “Muchas veces el científico y el empresario no logran comunicarse por falta de comprensión de idiomas. Nosotros nos planteamos como una especie de interfaz: queremos ayudar a que se entiendan porque conocemos el mundo científico, el mundo productivo y el mundo gubernamental. Creemos saber cómo aplicar el “triángulo de Sabato” y esa es nuestra característica diferencial. En el país, no hay muchos centros que funcionen con esta impronta, no es habitual que desde el punto de vista ideológico uno se pare en esta posición de mirar la demanda, mirar qué herramientas puede aportar el Estado y tratar de interpretar qué necesita un industrial”.