Conversamos con Claudio Godoy, autor de La huella clínica de la psicosis, el último lanzamiento de la colección Tyché: “En la clínica psicoanalítica psicosis y neurosis constituyen estructuras subjetivas, lo que las distingue claramente de las nociones psiquiátricas de enfermedad o trastorno mental”.
El próximo martes 24 de noviembre se presenta el último libro de Claudio Godoy, La huella clínica de la psicosis, en conversación con Emilio Vaschetto y la coordinación de la directora de la colección Damasia Amadeo de Freda.
En esta entrevista, el autor, miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, nos adelanta algunos puntos de su libro.
Usted realiza un recorrido de investigación por los escritos y seminarios de Lacan en un estudio orientado por la huella clínica de la psicosis, ¿qué es la psicosis en el marco del psicoanálisis?
En la clínica psicoanalítica, psicosis y neurosis constituyen estructuras subjetivas, lo que las distingue claramente de las nociones psiquiátricas de enfermedad o trastorno mental. Estas últimas, propias de un enfoque médico, en tanto intentan objetivar una patología introducen una perspectiva deficitaria sobre el sujeto. Por el contrario, las estructuras se refieren al modo en que nos constituimos en tanto hablantes. Cada una tiene sus propias formas de estabilidad, compensaciones, desencadenamientos, crisis, invenciones y soluciones para ese complejo recorrido que es una existencia humana. Señalan distintos modos de habitar el lenguaje, de construir un cuerpo y regular el campo libidinal, los cuales presentan ciertos puntos de fragilidad y de síntomas típicos. De todos modos, si bien considero importante el diagnóstico estructural como orientación, cabe señalar que el psicoanálisis lo trasciende porque se dirige a lo más singular e inclasificable de cada uno.
La clínica psicoanalítica surgió como una práctica dirigida a los síntomas neuróticos que Freud definió como formaciones del inconsciente, retornos de lo reprimido que podían descifrarse como los sueños y lo actos fallidos. Así fue que se topó con lo que llamó complejo de Edipo, que parecía teñir con su significación los padecimientos y sentidos del neurótico.
La psicosis le presentó numerosos problemas a Freud porque los síntomas respondían a otra lógica, muy distinta. Dicha lógica fue precisada por Lacan quien, formado en lo mejor de la notable escuela de la psiquiatría clásica francesa, supo reformular lo que esta clínica había podido intuir en numerosos fenómenos que van desde el más sutil eco del pensamiento hasta los más evidentes como la alucinación verbal como la presencia de un significante que irrumpe por fuera de las coordenadas simbólicas del sujeto. Este tipo de retorno implica una relación diferente al lenguaje y sus efectos de significación, no se orientan edípicamente. Se trata de lo que Lacan comenzó a formular en los años cincuenta como forclusión del Nombre del padre y retorno en lo real, para diferenciarlo de la represión neurótica y su retorno en lo simbólico. Esta distinción fue fundamental para comenzar a reelaborar una clínica psicoanalítica de la psicosis.
Usted dice en su introducción que “aquello que influye al sujeto, sin remedio, es siempre el lenguaje mismo”. ¿El síntoma psicótico evidencia esto?
Exactamente. El lenguaje tiene un impacto traumático sobre nosotros en tanto que seres vivos, nos desnaturaliza y altera profundamente como tales, diferenciándonos radicalmente de todos los demás. Lacan destaca el carácter parasitario y determinante que presenta esta intrusión para todo ser humano. El sujeto psicótico suele advertirlo más claramente, puede constatarse en la alucinación verbal como un lenguaje que habla y se impone en el sujeto sin que pueda atribuírselo de ningún modo. El neurótico presenta algunas defensas que lo llevan a la extraña creencia de que es dueño de sus palabras, al menos hasta que se tropieza con que su verdad está en otra parte.
Cuando habla en una de sus huellas clínicas de las psicosis ordinarias, menciona la relación entre síntoma y creación. ¿Cómo es el vínculo entre ambos?
En su tesis sobre la paranoia aborda con mucho detalle la producción escrita de su paciente Aimée, respecto de quien señala -a contracorriente de la opinión común del medio psiquiátrico- la existencia de beneficios positivos en la psicosis, ya que en ésta hay virtualidades de creación positivas. Esto implica afirmar que los efectos de creación no son ajenos a los síntomas, que aquellos no se producen a pesar de sino a causa de éstos. No solo ésta no es impedida o degradada por aquel sino que es el propio síntoma el que la torna posible, la potencia y le imprime, de manera inequívoca, su forma. El síntoma le confiere de este modo su originalidad estilística a la creación artística. Ese borde entre el síntoma y la creación constituye un límite que interesó a Lacan de distintas maneras a lo largo de su vida, ya que implica un tratamiento absolutamente singular e inventivo de aquel. A través de esta operación el sujeto intenta una reducción de los fenómenos que padece por medio de sus síntomas.
El modo en que Freud concluía su conferencia sobre los caminos de formación del síntoma se aproxima a esta perspectiva pero oponiendo el síntoma al arte, porque este último brinda otro decurso a las mociones pulsionales y las fantasías inconscientes que los caminos sintomáticos de la neurosis, produciendo una satisfacción que elude la represión a la vez que otros extraen “…consuelo y alivio de las fuentes de placer de su propio inconsciente”. En su formulación metapsicológica, la sublimación es un destino pulsional distinto que la represión, otorga a la fantasía una vía de realización. La perspectiva de Lacan se distingue de la freudiana porque en ella es el síntoma mismo el que de algún modo se transforma en arte, el que le confiere sus rasgos formales y estilísticos a la creación, tal como lo revelará Lacan en su trabajo sobre Joyce. En la misma línea, podemos afirmar que este tratamiento del síntoma produce una transformación del mismo que le brinda al sujeto posicionarse de otro modo, encontrar una solución o construir un lazo social a través de su obra.
La última huella de su libro, recoge el estudio de Merleau-Ponty, sobre la percepción y el cuerpo y los comentarios que realiza Lacan al retomarlo en uno de sus seminarios. ¿Cuál es la relación que se da en el cuerpo entre lo vivido percibido y el lenguaje?
Desde la Fenomenología, Merleau-Ponty fue el exponente de un proyecto filosófico que puso en el centro de su indagación a la experiencia perceptiva, en tanto ésta podría dar la solución al problema del dualismo entre lo psíquico y lo somático. El problema es que dicho planteo supone en ella una serie de significaciones vividas que el lenguaje luego trataría de expresar. Lacan, por el contrario, destaca que el lenguaje constituye el campo perceptivo, determina al sujeto y su realidad, éste no es ni un agente activo ni un factor de síntesis del mismo. La percepción ya está estructurada por el significante e implica una pérdida para el viviente. Esta perspectiva introduce una reformulación crucial de cómo se pensaba la alucinación en la psicosis, elucidando el carácter autónomo e intrusivo con que se presenta. En el libro intento reconstruir ese debate entre filosofía y psicoanálisis, así como su importancia en la elaboración lacaniana de la psicosis.
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