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Néstor García Canclini: “La pandemia está mostrando las consecuencias de lo ingobernable”

En su último libro, “Ciudadanos reemplazados por algoritmos”, el antropólogo argentino afirma que el espacio público se volvió opaco y lejano. “La desciudadanización se radicaliza, mientras algunos sectores se reinventan y ganan batallas parciales”. ¿Dónde mirar para encontrar alternativas?

Por Nathalie Jarast (UNSAM Edita)

Desde hace meses, más de un tercio de la población del mundo está encerrada en su casa. Muchxs aprenden nuevas formas de interacción para actividades que, hasta hace poco, se hacían en presencia: ir a la escuela, festejar un cumpleaños, ver una película con otrxs, hacer terapia. En este contexto, volver a pensar la dimensión política de internet y de nuestra “vida en la pantalla” es una tarea crítica ineludible.

Ciudadanos reemplazados por algoritmos, el último libro del antropólogo y sociólogo Néstor García Canclini publicado por el Centro Maria Sybilla Merian (CALAS) y UNSAM Edita, analiza cómo nuestras opiniones y comportamientos son capturados por algoritmos y quedan subordinados a corporaciones globalizadas.

En esta entrevista, el autor se refiere a las continuidades y las diferencias entre esta nueva “gubernamentalidad algorítmica” y su antecedente: la “videopolítica”. Mientras la desciudadanización se radicaliza y los usos neoliberales de las tecnologías mantienen y ahondan las desigualdades, ¿qué alternativas tenemos ante esta desposesión?

 

Su libro sitúa la televisión y la videopolítica como antecedentes de la neutralización ciudadana generada por los cuatro grandes de internet: Google, Apple, Facebook y Amazon. La nueva etapa redefine el sentido de los social: hábitos de consumo, de comunicación, de relacionarse con los demás. ¿Es posible salir de esta lógica?

Sí, pero no de la manera en que lo imaginábamos cuando criticábamos la manipulación televisiva, en la que veíamos espectadores interactivos reinterpretando los mensajes y las astucias mercadotécnicas de la política. La capacidad de los espectadores de desmarcarse de lo que prescriben las empresas y los gobiernos continúa, aunque en una ecología comunicacional distinta. La organización algorítmica de los millones de datos que las corporaciones digitales nos sustraen para vender a los gobiernos e industrias de ropa, alimentos, medicinas y espectáculos les da un poder inédito.

¿A eso se refiere cuando afirma que vivimos en una era de “gubernamentalidad algorítmica”?

Antes, cuando se quería conocer la opinión sobre el diseño de un auto, o cuando frente a una elección, los gobiernos y los partidos querían conocer las preferencias de los votantes, las empresas encargaban encuestas sobre esos temas. Hoy, al recolectarse cada día miles de millones de datos sobre todo lo que hacemos como usuarios de dispositivos digitales, y no solo como espectadores, se produce un conocimiento casi exhaustivo sin que nadie lo pida. Esos datos están en la nube, administrada por muy pocos, para cuando necesitan saber nuestros gustos y emociones, qué ciudades visitamos el año pasado, nuestra temperatura o con quién nos comunicamos.

Estudié la fascinación y el malestar que provoca esta nueva manera de gobernarnos, cómo los movimientos sociales de protesta o alternativos, sobre todo de los jóvenes, están usando las redes y cuestionándolas. Mi impresión es que los actores hegemónicos logran gobernar poco. Más bien, controlan los daños, neutralizan algunas resistencias e influyen en acciones puntuales de los ciudadanos. Pero si esos movimientos disruptivos —los árabes, los franceses, los latinoamericanos, los “Occupy” frente a Wall Street, los indignados chilenos, entre otros—  desestabilizan es porque son movimientos sorpresa. Se caracterizan por su alta intensidad y su corta duración.

Los ciudadanos, desposeídos de información cada vez que compramos con una tarjeta de crédito, también usamos las redes para hackear o asociarnos de otras formas: telegram, agrupaciones vecinales, de amigos, presenciales, off line o en redes alternativas. En grandes zonas de la vida, los partidos y sindicatos se volvieron obsoletos. En otras zonas, los movimientos sociales revelan las trampas hechas por quienes se infiltran gracias al saber algorítmico en una elección presidencial. Muchos comportamientos se salen de lo programado.

El contexto particular que instaló el COVID-19, con cierre de fronteras y aislamiento social, ¿puede dar lugar a una relación diferente con las redes y la tecnología o, por el contrario, estamos más atrapados?

La pandemia está mostrando las consecuencias de lo ingobernable y, a la vez, la velocidad asustadora de un mundo tan interconectado, que se desestabiliza en semanas. Primero, su capitales del poder —Nueva York, China, el norte de Italia, Gran Bretaña— y luego las periféricas, el sistema entero. Nunca fue tan incierto cómo sobreviviremos sanitaria y económicamente. Vemos manotazos por volver a coordinar los aparatos globalizadores y también la necia competencia entre empresas e inversionistas que viene destruyendo el planeta.

Al mismo tiempo, hay cierta recuperación de la ciudadanía. Hoy el feminismo no ocupa el centro de la agenda como sucedía hasta el 9 de marzo, pero la fuerza de sus demandas irrumpen cuando el encierro en la casa o los despidos en los trabajos muestran de nuevo las desigualdades. Se vuelve más evidente para grandes conjuntos sociales la necesidad de control público de lo que informan quienes administran los alimentos, las camas de hospitales, los dineros para investigación médica y social.

Al predominar la incertidumbre, las posiciones dogmáticas sobre el triunfo neoliberal imparable o la resistencia de los explotados están dejando huecos para que reinventemos, no solo las propuestas de cambio sino las preguntas que en los siglos XIX y XX engendraron programas o certezas fracasadas. En este desorden también es ilusorio fantasear que desde los algoritmos va a reforzarse fatalmente la desciudadanización. Quizá se reformulen con sentidos diversos los regímenes sociopolíticos asiáticos, europeos y algunos latinoamericanos. Se creen y reafirmen, en ciertas zonas, redes y nuevos modos de ser ciudadano.

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Nota actualizada el 15 de mayo de 2020

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