Marisa Baldasarre, Laura Malosetti Costa, Silvia Dolinko y José Emilio Burucúa debatieron sobre el particular modo en que el Instituto aborda la disciplina.
En una época en la que los estudios curatoriales y la gestión de las artes ganaron espacio frente a la perspectiva historiográfica, los principales referentes de la Maestría en Historia del Arte de la UNSAM reflexionaron sobre los retos que enfrenta la disciplina y sobre el enfoque específico que ofrece su estudio en el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES).
“Decidimos poner una impronta histórica muy fuerte en el armado de nuestra carrera”, señaló Laura Malosetti Costa, docente de la Maestría y actual codirectora del Doctorado en Historia. La especialista destacó además la interacción de la historia del arte con otras ciencias sociales y con las disciplinas de la conservación y el restauro desarrolladas por el Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural (TAREA-IIPC). “Nuestra idea es recuperar aquella vieja tradición de la historia y la historia del arte produciendo pensamiento crítico y generando un cruce que logre sacar la historia del arte de su aislamiento respecto del resto de las ciencias sociales”, agregó Malosetti Costa. “Frente a cierto endiosamiento de la autonomía, a mí me gusta pensar el arte como una actividad literaria, política y social”, enfatizó la especialista.
La Maestría en Historia del Arte de IDAES fue creada en 2004, cuando había —según su primer director, José Emilio Burucúa— “una necesidad concreta de disponer de esta instancia de formación superior”. En especial, Burucúa celebró el trabajo de dos generaciones de especialistas que encarnaron una renovación de la disciplina y abrieron nuevas perspectivas de estudio: la primera, compuesta por Laura Malosetti Costa, María Alba Bovisio, Marta Penhos, Gabriela Siracusano, Diana Wechsler y Andrea Giunta; la segunda, formada por Marisa Baldasarre, Silvia Dolinko, Viviana Usubiaga, Marita García, Georgina Gluzman y Sandra Szir.
Malosetti Costa también destacó el rol de Burucúa dentro del grupo de intelectuales que durante la posdictadura renovó las perspectivas teóricas y “trajo una bocanada espectacular de aire nuevo” a una disciplina que estaba demasiado anclada en el enciclopedismo y había abandonado el enfoque social. “Gente como yo había entrado a la facultad porque había leído a Hauser y creía que el arte podía cambiar el mundo” contó Malosetti Costa, quien subrayó: “Hoy sigo pensando lo mismo, y uno de los responsables de esto es Burucúa”.
Por su parte, Marisa Baldasarre —actual secretaria de Extensión del IDAES y exdirectora de la Maestría— realizó un recorrido por las 44 tesis que se presentaron desde la creación de la carrera. “Una constante de los trabajos es desconfiar y poner entre signos de interrogación las categorías impuestas”, señaló. En esa línea, la historiadora propuso como ejemplo de dicha aproximación el libro Los primeros modernos (Fondo de Cultura Económica, 2001), de Malosetti Costa. “¿Por qué en el siglo XIX podemos hablar de ‘primeros modernos’?, se preguntó la especialista. “Esto es así porque no asumimos las categorías temporales formuladas desde los países centrales y no las aplicamos automáticamente a los fenómenos estéticos locales”, aseguró.
Respecto a los desafíos futuros que enfrenta la disciplina, Malosetti Costa opinó que es necesario retomar una instancia planteada en su momento por José Nun —entonces decano del IDAES— poco antes del lanzamiento de la Maestría: la preocupación por la estetización de la política. “La estética es un motor importantísimo de la economía. Allí hay un camino clave que tiene que ver con los estudios visuales y su cruce con la historia, la antropología, la sociología y la economía”, señaló. Al respecto, Burucúa añadió: “Si bien la Maestría del IDAES se circunscribe a lo argentino y latinoamericano, la instancia del Doctorado en Historia con Mención en Historia del Arte brinda la posibilidad de pensar en qué sentido podemos contribuir a una historia del arte mucho más global”.
Por último, Baldasarre comentó que unos de sus desvelos es “repensar los formatos en los que nos comunicamos”. En ese sentido, señaló la existencia de una oportunidad para el área: “Como historiadores del arte estamos habituados a dialogar y comunicar de otra manera, y ese es uno de los debates que nos debemos en la institución: repensar cómo salimos de la academia para hacer más atractivos los materiales y los temas sobre los que trabajamos”.
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