En el marco de la 44.ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el profesor de quichua del Programa de Lenguas de la UNSAM presentó su reciente traducción del libro del autor santiagueño José Antonio Sosa. La edición es bilingüe y estuvo a cargo de la Editorial de la Subsecretaría de Cultura de Santiago del Estero.
Gabriel Torem es licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y traductor del inglés y del quichua. Se desempeña como profesor en la carrera de Traducción de la ENS en Lenguas Vivas Sofía E. B. de Spangenberg, en el Programa de Lenguas de la UNSAM y en el Centro de Innovación y Desarrollo para la Acción Comunitaria (CIDAC) de la Secretaría de Extensión y Bienestar Estudiantil de la UBA.
Torem se acercó al quichua gracias a los profesores del programa de extensión de la UBA Alejandro Lew y Mario Tebes, precursores en la introducción del idioma en Buenos Aires, pero también llegó a esta lengua a través del folclore, las chacareras y las vidalas. Más tarde viajó al noroeste argentino y al Perú, donde fue acercándose cada vez más a la cultura quichua por medio de conocidos de la región. Torem destaca que el mundo del quichua, no importa de donde sea uno, “acoge siempre de manera cálida”.
¿Quién fue José Antonio Sosa?
Sosa nació en Garza, Santiago del Estero. De chico lo llevaron a Atamisqui y ahí se desarrolló como artista plástico. Además fue pianista de oído, con la particularidad de que tocaba con tres dedos. Ya de grande volcó sus obras en partituras. Fue compositor de vidalas, farmacéutico de oficio, comisario y escribano. Ocupó cargos públicos, sus esculturas eran bien pagas, iba siempre bien vestido. Por eso se decía que era un salamanquero, es decir, que había hecho un pacto con el diablo. Estos datos biográficos son interesantes porque su obra tiene elementos que surgen de su propia experiencia de vida.
¿Qué es un salamanquero?
En la creencia popular argentina, y en particular en la de Santiago del Estero, la Salamanca es una cueva donde se aprenden las artes gauchescas, entre otras destrezas. El que es guapo y se anima a bajar a la cueva tiene que pasar una serie de pruebas muy difíciles. Si tiene éxito, sale con conocimientos “de calle”: es hábil con las mujeres, tiene dinero, es buen bailarín, sabe tocar la guitarra, es buen bebedor, etc.
¿Cómo se reflejan la vida de Sosa y esta leyenda en su obra?
Pallaspa chinkas richkaqta, que lo traduje como Juntando lo que perdiéndose va, es la historia de un salamanquero que nace pobre y, después de visitar la Salamanca, se enriquece y enfrenta a deidades y personajes humanos en el monte, y triunfa. En determinado momento, luego de la muerte de su padre, se vuelve generoso. Tras la muerte del suegro (quien también tenía un pacto con Toro Súpay, una especie de diablo), pierde toda su hacienda y se retira a vivir con su esposa y su suegra al norte de la provincia. Después es convocado a pelear en el ejército unitario junto con Antonino Taboada contra los riojanos. Por supuesto, vuelve triunfal de la batalla.
¿Qué lugar ocupa Sosa en la literatura argentina?
Sosa no es conocido en Santiago. Hasta ahora, Pallaspa chinkas richkaqta es la única obra literaria conocida, aunque también escribió varias canciones. De hecho, algo que caracteriza a la lengua quichua es que la literatura es mayormente oral y está muy vinculada con la música. En la tradición escrita podemos rescatar al peruano José María Arguedas y al santiagueño Vicente Salto, un escritor que compuso algunos poemas. Por su parte, Sixto Palavecino tradujo el Martín Fierro al quichua. El Acta de la Independencia fue impresa en quichua y en aymara…
¿Cómo llegaste a Sosa?
Lo conocí a través de Atila Karlovich, quien tradujo un fragmento de la obra de Sosa para un libro titulado Sisa pallana, una antología de textos quichuas santiagueños. Empezamos a trabajar juntos y luego yo continué con la traducción. Tiempo después, la Dirección General de Cultura de Santiago del Estero se interesó en el proyecto.
¿Cómo fue la experiencia de traducir de una lengua originaria?
Hubo que investigar bastante, porque además de las dificultades propias de la traducción nos encontramos con que el manuscrito estaba borroso, por ejemplo. Además, si bien en el libro hay algunos personajes que son reales, hay otros de los que no se sabe con certeza si existieron. Sigue la investigación.
En cuanto a la traducción en sí, traté de mantener algunas cuestiones tal como estaban en el texto fuente. Por ejemplo, el original está escrito en sextillas octosílabas con rima consonante, y eso se mantuvo. Para la versión en español utilicé un castellano regional y mantuve la grafía y la posición de los nombres para resaltar la rima. Hay notas culturales y lingüísticas que surgen de una investigación realizada junto con gente de Santiago. Fue Atila quien aportó las notas y la introducción, que es un estudio sobre las Salamancas. Para la traducción del título utilicé un calco que refleja el original.
¿Qué valor tiene esta traducción?
El valor de una traducción de una lengua originaria es distinto, por ejemplo, de una del inglés. Cuando se traduce desde una lengua originaria hay que tener cuidado de no adoptar una postura etnocentrista. Hay que tener presente que se difunde una cultura “subalterna”, por lo que hay que tener cuidado de no silenciarla. Se tiene que notar que es una traducción, que no es un producto de Buenos Aires. Para lograr eso, hubo una revisión por parte de hablantes nativos.
¿Cómo sigue el proyecto?
Dado que no hay hablantes monolingües de quichua y que el porcentaje de hablantes bilingües va en disminución, la idea es que se pueda usar el texto para trabajar tanto en escuelas como en cursos de quichua. En ese contexto, voy a presentar el libro junto con Atila en la Feria del Libro de Santiago del Estero. También van a estar Peteco Carabajal y autoridades provinciales.
IDIOMAS, José Antonio Sosa, Lenguas originarias, Programa de Lenguas, Quichua