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En el 20 aniversario del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB), su flamante decano, Juan Ugalde, homenajea a Alberto Carlos Frasch, decano saliente y nuevo vicerrector de la UNSAM, y a los fundadores del Instituto.
Por Juan Ugalde, decano del IIB-INTECH | Fotos: Alejandro Zamponi y archivo IIB
En 2017 se cumplen 20 años del inicio de las actividades del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB) y 23 de la designación de Alberto Carlos Frasch como su decano, quien deja la función para asumir como vicerrector de la UNSAM. Frente a todo cambio, es inevitable mirar hacia atrás y recordar de dónde venimos, para luego proyectar hacia dónde queremos ir.
El IIB nació gracias a la iniciativa de tres grupos de investigación, que, tras su paso por el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de la Fundación Campomar (actualmente, Fundación Instituto Leloir) y la Universidad de Buenos Aires, decidieron fundar un nuevo espacio en una universidad incipiente, muy pequeña, situada en uno de los distritos más importantes y complejos del conurbano bonaerense: San Martín. Esos grupos estaban liderados por los investigadores Alberto Carlos Frasch, Juan José Cazzulo y Rodolfo A. Ugalde.
El instituto sumó luego dos nuevos grupos, pequeños en ese momento, dirigidos por Daniel Sánchez y Oscar Campetella, y comenzó a funcionar en un quonset del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (“el caño”, como le decimos con cariño), acondicionado como laboratorio de investigación. Éramos alrededor de cuarenta investigadores, becarios y técnicos –distribuidos en cinco grupos de investigación– y no más de seis administrativos y personal de apoyo; una familia pequeña.
Además de hacer investigación, el IIB comenzó a dictar un gran número de materias en el marco de una nueva carrera, innovadora en el país, que abría la Universidad: la Licenciatura en Biotecnología. Era un gran cambio para todos los que estábamos embarcados en ese proyecto. Muchos decidimos comenzar nuestro doctorado en el instituto, en una universidad que, en el ámbito científico-académico, en ese entonces era desconocida. Había muchas dudas e incertezas sobre la validez futura de ese título, pero confiamos en la visión de los fundadores. En retrospectiva, fue claramente una quijotada: el reconocimiento y la calidad científica y académica del IIB sería lo que nosotros fuéramos capaces de construir.
Los años siguientes estuvieron marcados por el trabajo y el crecimiento. Se sumó un segundo “caño” y otros grupos de investigación, y se concretó la fusión con el Instituto Tecnológico de Chascomús (INTECH), que desde su creación a fines de los ochenta no había logrado funcionar de forma óptima. Se creó así, en 1999, la unidad académica de doble dependencia IIB-INTECH (UNSAM-CONICET), que desde entonces no ha dejado de crecer: ahora tiene un laboratorio de bioseguridad y un edificio en el Campus Miguelete de la UNSAM, además de un Centro de Desarrollo Genético Ovino en la sede de Chascomús.
Entre investigadores, becarios, técnicos, administrativos y personal de apoyo, hoy somos más de 450 personas distribuidas en un total de 9500 metros cuadrados. Hay 38 grupos de investigación dedicados a una enorme variedad de temáticas del área de las ciencias biológicas, que producen conocimiento y recursos humanos competitivos en el ámbito nacional e internacional. Se publican más de 80 trabajos por año en revistas internacionales y se genera una enorme masa de recursos en subsidios para la investigación y la transferencia tecnológica. Tenemos más de 150 doctores y más de 100 doctorandos, además de 180 egresados de la Licenciatura en Biotecnología. Asimismo, hemos ampliado la oferta académica con carreras como la Maestría en Microbiología Molecular, la Ingeniería en Agrobiotecnología y la Tecnicatura Universitaria de Laboratorio.
Con 20 años recién cumplidos, apenas arañamos la juventud, pero creo que logramos alcanzar una madurez que nos permite sentir lo suficientemente afianzados como para proyectar los próximos 20 años. Queremos ser en una institución cuyo nombre sea una marca registrada de la calidad pasada, referente del presente y ejemplo del camino futuro. La llegada “al caño” parece tan reciente… Sin embargo, muchas cosas han sucedido: transformaciones, alegrías, complicaciones, momentos de crisis, pérdidas, logros y también frustraciones. Hemos logrado una institución sólida que ha sabido crecer mas allá de los vaivenes político-económicos de nuestro país, lo que demuestra que se puede tener un proyecto institucional a largo plazo.
Para los quijotes fundadores, quienes dejaron una nave sólida para iniciar una nueva etapa, la mayor de mis admiraciones, respeto y gratitud. Esta nueva nave existe gracias a las bases que ellos supieron cimentar brindando espacio para que todos sus integrantes pudieran desarrollarse libremente. Su enorme labor debe ser tomada como ejemplo por las generaciones más jóvenes que deseen embarcarse en la apasionante tarea de la vida científica y académica. Hay que asumir riesgos, aun con incertidumbre, aun sabiendo que puede fallar. Porque, al igual que en el laboratorio, en la vida solo hay un experimento que puede salir mal: el que no se hace.