El escritor australiano James Halford, doctorando en Escritura Creativa por la Universidad de Queensland, analiza para la revista estadounidense la importancia de la creación de la Cátedra Coetzee Literaturas del Sur y afirma: “El paradigma de las ‘literaturas del Sur’ tiene un gran potencial. No estamos hablando de un género unificado ni de un canon establecido de grandes obras. Hablamos de una estrategia de lectura y de una agenda de investigación todavía en desarrollo”.
Por James Halford, doctorando en Escritura Creativa, Universidad de Queensland
¿Qué tienen en común las literaturas de la Argentina, Australia y Sudáfrica, y qué se gana al considerarlas colectivamente como «literaturas del Sur»?
Los historiadores han trazado paralelismos entre el pasado colonial de estas tres naciones del hemisferio sur en donde los europeos, que buscaban quedarse, despojaron a las culturas indígenas nómadas de sus vastos territorios. Por su parte, los estudiosos de la economía comparada han mostrado cómo los tres países se desarrollaron rápidamente entre 1890 y 1930 combinando un proceso inmigratorio, inversión británica de capitales y exportaciones.
El duro y semiárido Parque Nacional de Karoo se repite en paisajes similares de Australia y de la Argentina. flowcomm
Sin embargo, la idea de las literaturas del Sur como un campo de estudio unificado ha evolucionado relativamente lento. Comparar las literaturas de estos tres países nos exige pensar más allá de los lenguajes; de las diferencias entre el mundo desarrollado y aquel en desarrollo; de los distintos colonialismos; y de las tradiciones protestantes, católicas e indígenas. Aun así, algunos elementos comunes surgen de inmediato.
En las tres literaturas encontramos el sol, el clima, las temporadas y las estrellas del hemisferio sur. Nos encontramos frente a paisajes similares —el interior australiano, la pampa argentina y el karoo sudafricano— con historias de colonialismo y resistencia. Además, estamos ante sociedades inmigrantes en las que un desarrollo desparejo creó una división cultural entre las grandes ciudades y el resto del país.
El premio nobel de literatura J. M. Coetzee está en una posición única para dar un nuevo marco a la literatura australiana dentro del contexto del Sur. Desde que Coetzee se mudó de Sudáfrica a Adelaida (Australia) en 2002, varias de sus novelas —incluidas Hombre lento (2005) y Diario de un mal año (2007)— transcurren total o parcialmente en nuestro país.
Las últimas novelas del autor pasan la vida australiana por el filtro de una sensibilidad modernista posnacional. Sin embargo, conservan las marcas de toda una vida inmersa en la literatura y la política de Sudáfrica. La infancia de Jesús (2013), su novela más reciente, se desarrolla en un país sin nombre que parece combinar elementos de Australia, Sudáfrica y la Argentina.
En 2015, Coetzee inauguró Literaturas del Sur, un seminario semestral que se dictará durante tres años en la Universidad Nacional de San Martín, en Buenos Aires, Argentina.
El seminario reúne a escritores, críticos, editores, docentes y estudiantes de posgrado del país natal de Coetzee, del país que luego adoptó y de la Argentina para que intercambien opiniones y comparen sus literaturas. En su discurso inaugural de abril de 2016, Coetzee remarcó las asombrosas similitudes de los paisajes: «Solo hay un Sur… En este Sur, los vientos soplan de determinada manera y las hojas caen de determinada manera y el sol brilla de determinada manera, que puede reconocerse instantáneamente en una y otra parte del Sur».
Coetzee sugirió que un factor que une a las tres literaturas es que todas han tenido que lidiar con la mirada del Norte. La geopolítica de la industria editorial ha sido la causa de que, en general, los escritores lleguen a través de editoriales europeas o norteamericanas, muchas veces teniendo que adecuarse a las expectativas metropolitanas.
Al establecer una conversación crítica tripartita y emprender aventuras de publicación Sur-Sur, el seminario anima a escritores y académicos a «ignorar la mirada del norte» y «comenzar a ver al Sur con ojos sureños».
Hasta ahora, la editorial argentina UNSAM Edita ha encargado y publicado nuevas traducciones al español de novelas de los escritores australianos Nicolas Jose, Gail Jones y Delia Falconer, y una antología de cuentos de los sudafricanos Zoë Wiccomb e Ivan Vladislavić. Asimismo, varias obras de escritores argentinos contemporáneos están siendo consideradas para su publicación en Australia.
A pesar de nuestra geografía, la mayoría de los australianos no están acostumbrados a pensar en sí mismos como parte del Sur, ni en la literatura ni en ningún otro campo.
La original línea Brandt (que popularizó el uso de los términos «norte» y «sur» en las discusiones sobre desigualdad global) agrupó a Australia y Nueva Zelanda con el Norte desarrollado. Por su parte, México, el norte de África, India y China —todos ubicados al norte del ecuador— comenzaron a ser considerados parte del Sur Global.
La terminología Norte-Sur, por lo tanto, siempre ha reflejado divisiones políticas y económicas que van más allá de la cartografía.
Los pensadores asociados con el «giro decolonial» de la teoría crítica claman desde el Sur. En términos generales, estos críticos cuestionan las narrativas eurocéntricas de la modernidad y el desarrollo desde la perspectiva del Sur. Han pedido por la recuperación de los sistemas de conocimiento indígenas, por un estudio revisionista del pasado colonial del Sur y por un Sur Global que resista la globalización neoliberal.
En el interior de Australia puede verse un río seco rodeado de médanos y salinas… Estos paisajes han inspirado a generaciones de artistas. David Gray/Reuters
El argentino Walter Mignolo sostiene que el Sur debe pensarse como una metáfora para «los lugares del planeta que padecieron la experiencia del colonialismo, que sufrieron y siguen sufriendo las consecuencias de la herida colonial».
Los participantes argentinos del último seminario de Literaturas del Sur se sorprendieron con los poemas de la escritora australiana Cobby Eckermann sobre el secuestro de los niños aborígenes. No era el tipo de material que esperaban de nuestra supuestamente estable y democrática nación.
Al trasplantarlos al contexto argentino, en el que el recuerdo de los 30.000 jóvenes desaparecidos por el Estado sigue vivo, estos poemas adquirieron una nueva y poderosa repercusión.
No es una sorpresa que las obras literarias del Sur se aprovechen del potencial del término “Sur” como metáfora.
Podríamos pensar en la obra del argentino Jorge Luis Borges, cuyas historias reiteradamente montan un duelo a muerte entre matones del norte y del sur de Buenos Aires. Este violento choque de opuestos siempre termina con el reconocimiento de que unos y otros son iguales.
Otros escritos exploran casos de intersección social entre distintas partes del Sur. La obra de los poetas australianos Douglas Stewart y James McAuley, por ejemplo, se ocupó de la búsqueda española durante el siglo xvii de la gran tierra en el Pacífico Sur.
El caso del carismático periodista y líder laborista William Lane es una instancia rara de una conexión entre Australia, Sudamérica y Sudáfrica. En 1893, momento de adversidad económica y paros masivos en las desunidas colonias australianas, Lane persuadió a más de 200 trabajadores de que juntaran sus ahorros y se mudaran a su asentamiento utópico «New Australia» (Nueva Australia), ubicado en Paraguay.
Uno de los libros que usó para reclutar adeptos fue la novela fronteriza de la escritora sudafricana Olive Schreiner Historia de una granja africana (1883). La obra cristaliza el sueño de un colono del siglo xix común a las literaturas de las tres regiones: el anhelo por una conexión con las tierras apropiadas.
Recientemente, en Australia, el proyecto de aprender a pensar en la escritura y la crítica de nuestro continente más allá de los límites conceptuales de la nación ha adquirido varias formas. Hay cada vez más estudios sobre la literatura de la inmigración y conexiones con otras literaturas de Asia-Pacífico; sobre literaturas regionales, por ejemplo, la de Tasmania; y sobre la publicación, traducción y difusión de la literatura australiana en el exterior.
En este contexto, el paradigma de las «literaturas del Sur» tiene un gran potencial. No estamos hablando de un género unificado ni de un canon establecido de grandes obras. Hablamos de una estrategia de lectura y de una agenda de investigación todavía en desarrollo.
Tal enfoque busca construir el conocimiento mutuo e identificar puntos en común entre las literaturas «nacionales» del Sur, que han tendido, hasta ahora, a definirse en términos de lo que las hace exclusivas y diferentes.
Los lectores que quieran expandir sus horizontes de lectura lateralmente podrían disfrutar la siguiente lista preliminar de sugerencias:
Los fanáticos de la rama fabulista de la ficción australiana, encarnada por Peter Carey, Murray Bail y Gerald Murnane, encontrarán mucho para admirar en la obra de escritores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, Eduardo Galeano y César Aira; o de los sudafricanos Zoë Wiccomb e Ivan Vladislavić.
Aquellos que admiren la narrativa de no ficción de los australianos Helen Garner, Anna Funder y Anna Krien encontrarán una similar ética aguda en las obras de la argentina Leila Guerriero o de la sudafricana Antjie Krog.
Los lectores de poesía australiana a los que les guste el verso político de Judith Wright, Oodgeroo Noonuccal o Lionel Fogarty no pueden perderse el trabajo de los argentinos Juan Gelman, Roberto Santoro y Néstor Perlongher, o de los sudafricanos Keorapetse Kgositsile, Ingrid de Kok y Jeremy Cronin.
Traducción: Pilar Echave
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