#DecanosUNSAM, Instituto Dan Beninson, Notas de tapa
Carla Notari es la decana del Instituto de Tecnología Nuclear Dan Beninson, creado por la UNSAM hace 10 años junto con las Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). En esta entrevista, habla sobre los desafíos que plantean la formación de especialistas en el área nuclear y el desarrollo de este sector en la Argentina.
Por Matías Alonso – TSS | Foto: Pedro Roth
El plan estratégico del sector nuclear argentino aprobado en 2006 puso en evidencia la necesidad de incrementar en el país la formación de profesionales del sector, sobre todo en las áreas de centrales nucleares, medicina nuclear y aplicaciones industriales. Eso llevó a un acuerdo entre la CNEA y la UNSAM para la creación del Instituto de Tecnología Nuclear Dan Beninson. El Instituto, que ya lleva una década de vida, tiene su sede central en el Centro Atómico Ezeiza y una subsede en el Centro Atómico Constituyentes. Su decana, Carla Notari, trabaja en la CNEA desde 1970, cuando inició su carrera como investigadora.
“Soy licenciada en Física y, desde que me recibí, estoy en la CNEA. Si bien siempre me había dedicado al área de reactores y centrales nucleares, en 2006 cambié mi orientación para dedicarme más concretamente a la gestión educativa y a la formación de recursos humanos”, cuenta la especialista.
¿Con qué objetivo se creó el Instituto Dan Beninson?
La CNEA tiene muchos antecedentes en formación de recursos humanos en el área nuclear. Lo que hacemos está vinculado con demandas concretas del sector, que, en el pasado, se resolvían de manera interna en la CNEA, por ejemplo, a través de cursos. Sin embargo, existía una necesidad cada vez más imperiosa de organizarlos bajo un paraguas académico, con todas las formalidades del caso. Las carreras de posgrado que hoy se dictan en el Instituto fueron acreditadas con categoría A por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), que es la categoría máxima.
La CNEA puede dar cursos, pero no carreras…
Claro, y para eso se necesitaba una universidad, lo que impulsó el acuerdo con la UNSAM. La actividad nuclear está muy regulada: la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) es el organismo que otorga permisos y licencias para puestos de trabajo en las plantas nucleares, que requieren conocimientos específicos. Las demandas de capacitación son cada vez son más exigentes, se requieren niveles de formación cada vez más altos. La carrera de Ingeniería Nuclear con Orientación en Aplicaciones o nuestro Doctorado en Tecnología Nuclear tienen como objetivo alcanzar el máximo nivel de formación para profesionales que se desempeñan en este ámbito. En particular, la asociación con la UNSAM ha sido muy fructífera porque encontramos un ambiente muy rico, creativo y abierto. Hubo un beneficio mutuo a lo largo del tiempo, y, sin dudas, el empuje que tuvo el sector científico-tecnológico en la última década ayudó mucho, particularmente al eslabón más difícil de desarrollar en la cadena, que es el que liga la investigación básica con la industria a través de desarrollos tecnológicos y aplicaciones concretas. Eso es lo más difícil de desarrollar y de sostener, ya que generalmente no encuadra dentro del régimen científico clásico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) porque no se traduce necesariamente en publicaciones de revistas con referato internacional. También es cierto que el sistema científico comenzó a mirar con mejores ojos la investigación aplicada.
¿Cómo se articula esta oferta de formación con el plan estratégico del sector nuclear argentino?
En general, los países que tienen el grado de avance que tiene la Argentina en cuanto a la formación de recursos humanos para el sector son países con un desarrollo económico bastante superior al nuestro. En el área nuclear, la Argentina tiene más de 60 años de historia y eso no ha sido en vano. La tecnología nuclear es una de las pocas tecnologías de punta en las que el país logró hacer exportaciones importantes a través de la empresa INVAP, muy asociada con la CNEA. Las políticas se han mantenido con una cierta continuidad en cuanto a los objetivos, y esto ha permitido desarrollos a largo plazo y un afianzamiento de las actividades de formación que son difíciles de conseguir. El crecimiento que el sector nuclear tuvo en los últimos años, particularmente en las áreas de medicina y centrales nucleares, demandan mucho personal formado.
¿Cómo es la modalidad de cursada?
Depende de la carrera. Hay becas de la CNEA para casi todas nuestras actividades. En particular, la Ingeniería Nuclear tiene becas para dedicación completa y se puede cursar desde el inicio en la UNSAM, aunque también se puede ingresar al ciclo superior si se proviene de otra universidad nacional con un ciclo básico acorde. Para acceder a la beca se rinde un examen bastante exigente, que es eliminatorio, y la dedicación a la carrera es exclusiva. El año pasado trabajamos muchísimo en la acreditación de nuestra oferta acadpemica y, particularmente, en la presentación ante la CONEAU de una ingeniería nuclear novedosa, con un perfil diferente a la que se dicta en el Instituto Balseiro y a la mayoría de las que se ofrecen en todo el mundo: la Ingeniería Nuclear con Orientación en Aplicaciones. La mayoría de las ingenierías nucleares están básicamente enfocadas en el diseño de reactores y centrales nucleares. En cambio, nuestro plan de estudios está más orientado a las aplicaciones nucleares; incluye a las centrales nucleares, pero cubre un rango mucho más amplio. Si bien la formación básica es común, en esta carrera el foco no es el diseño de reactores y centrales, sino el conocimiento en profundidad de todas las aplicaciones importantes de la energía nuclear, para poder trabajar en ellas, introducir innovaciones y apoyar el uso de tecnología nuclear en campos novedosos.
¿Prevén cambios en los programas de estudio ante la posibilidad de que se instalen en la Argentina centrales nucleares con tecnologías diferentes a las que hoy se utilizan?
La formación que se brinda a nivel de grado es común a cualquier tipo de central nuclear. El reactor de agua a presión que se instalaría en el país es un reactor de la misma generación que los que tenemos nosotros con algunas modificaciones. Se trata de reactores que utilizan uranio enriquecido en lugar de uranio natural y agua liviana como moderador y refrigerante en lugar de agua pesada. La física del núcleo es algo diferente, pero no mucho. Sin embargo, los contenidos de la carrera también van un poco más allá porque abordan lo que se conoce como reactores de cuarta generación. Son diseños novedosos que introducen conceptos muy nuevos respecto de la utilización de combustible y de la seguridad. Son más eficientes y además tienen la posibilidad del reciclar el combustible gastado que actualmente se almacena en disposición temporaria. Se trata de diseños que están aún en un nivel experimental.
¿Y hay que demostrar su factibilidad económica?
La factibilidad económica es un tema importante, pero no es el único porque la energía es un recurso estratégico. Hay países, entre los que se encuentra la Argentina, que han tenido históricamente una mirada a más largo plazo en el sector nuclear y hacen desarrollos a pesar del costo económico que implican porque lo visualizan como una inversión para el futuro. Esto es una característica inusual en países dependientes como el nuestro. En ese sentido, la Argentina ha sido un poco singular.
¿Obedece también al derrame de tecnología que produce lo nuclear hacia otras áreas de la industria?
Sí, porque la industria de alta tecnología impacta en la vida cotidiana. Hay otros casos, como la tecnología espacial, que tienen la misma característica. Muchas de las tecnologías sofisticadas que se requieren para hacer estos desarrollos que abordan problemas de la frontera del conocimiento terminan siendo utilizados en la industria convencional.
¿La puesta en marcha de Atucha II es un ejemplo de esto?
Sí, porque fue un proceso largo y difícil en el que el diseñador original desapareció y la central estuvo muchos años detenida. Por eso requirió de decisiones políticas muy importantes por parte de la Argentina. Pero este proceso permitió, a lo largo de todos estos años, hacer un desarrollo de proveedores muy interesante, y sería una pena discontinuarlo. Esto significa que se han desarrollado un montón de pequeñas industrias, que se han certificado para producir componentes de calidad nuclear que pueden tener un impacto importante en el proceso de industrialización del país. Es solo una muestra, pero es importante.
La idea era que esos proveedores pudieran seguir trabajando con Atucha III, pero se anunció la suspensión del proyecto hasta 2017…
No está claro cuál será el proceso. Habrá que ver cuando se explicite mejor cómo se hace, cuál es el camino que va a llevar a instalar esa cuarta planta nuclear. Lo ideal sería que no se desaprovecharan todos los recursos que se formaron en este tiempo y, por supuesto, darle continuidad al plan nuclear y a la formación en el área. Eso sería vital para la Argentina porque necesitamos energía y la matriz energética debería estar diversificada. Es muy distinto comprar una central nuclear llave en mano, que es un proceso más fácil y rápido, pero el impacto local es muy diferente porque ese derrame que mencionábamos antes no se produce y, por el contrario, lo que queda es una dependencia cada vez mayor de los países proveedores.