#OrgulloUNSAM, Centro Internacional de Estudios Políticos
Verónica Gómez es la nueva presidenta del Campus Global de Derechos Humanos, una propuesta interuniversitaria cuya sede en América Latina está en la UNSAM. En esta entrevista, la especialista detalla los objetivos del Programa y la importancia de contar con este tipo de iniciativas regionales.
Vanina Lombardi – TSS
Verónica Gómez es abogada y traductora pública por la Universidad de Buenos Aires (UBA), se especializó en Derecho Internacional de los Derechos Humanos en Inglaterra y trabajó durante 12 años en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en Estados Unidos. En 2009 decidió volver a la Argentina, donde se desempeñó como asesora de la Dirección General de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto hasta 2011, cuando la UNSAM la convocó para desempeñarse como directora de Investigación, Enseñanza y Comunicación del Centro Internacional de Estudios Políticos (CIEP), que incluye entre otras actividades la maestría en Derechos Humanos y Democratización para América Latina, carrera que es parte del denominado Campus Global de Derechos Humanos.
¿En qué consiste la maestría que se dicta en el CIEP?
Es un programa abierto financiado por la Unión Europea (UE) y la UNSAM, que funciona con la colaboración de una red regional de universidades bajo la dirección del ex canciller Jorge Taiana. Está dirigido a estudiantes de diversas disciplinas: les ofrecemos becas a personas especialmente seleccionadas de países de la región y de otras partes del mundo para estudiar en profundidad el tema de la protección de los derechos humanos y la democracia en América Latina.
¿Cuántos alumnos participan del programa?
Solemos tener alrededor de 25 becarios y un número alto de graduados, ya que el programa incluye la preparación y presentación de la tesis. Ofrecemos mucho apoyo desde el punto de vista de la metodología de investigación, y el resultado es que la totalidad de los alumnos presenta la tesis. Hay que tener en cuenta que este es un programa intensivo de un año que se dicta de acuerdo al calendario europeo, que empieza en octubre y termina el 31 de julio. La primera cohorte fue en 2012 y este año comenzará la cuarta.
¿Cuál es la principal diferencia entre esta maestría y otras similares que hay en la Argentina?
La Argentina se caracteriza por una sobreoferta de este tipo de programas, que están disponibles en muchas universidades y son muy valiosos. Pero el propósito de nuestra maestría es distinto, porque no está destinada a estudiantes locales. Nuestro objetivo principal es involucrar a universidades de otros países de América Latina y el curso surge de la colaboración en red. También es muy importante cómo reclutamos a los estudiantes, porque no es una maestría meramente académica. Lo que más nos interesa es formar gente que trabaje en derechos humanos. En esta cohorte, por ejemplo, hay estudiantes de 14 nacionalidades.
Esta maestría es parte del denominado Campus Global de Derechos Humanos, del cual ha sido elegida presidenta recientemente. ¿En qué consiste este programa?
El Campus surgió con un grupo de universidades europeas -que ya tenían maestrías en derechos humanos con características similares a la nuestra- y se extendió a otras regiones. Pero estas universidades tenían financiamiento por tres años y luego terminaban compitiendo entre ellas. Para evitar eso, la UE nos pidió que pensáramos una alternativa, y de ahí surgió este concepto de Campus Global de Derechos Humanos, que se conformó en 2012 y hoy incluye siete programas: tres europeos, uno de Asia, uno de África, uno de América Latina y uno del mundo árabe. Algo que lo vuelve muy importante, porque, además de las cosas que hacemos por separado en cada región, tenemos un pequeño presupuesto para actividades comunes y algunos objetivos para cumplir en conjunto.
¿Qué objetivos se plantearon?
Hacemos investigación conjunta y ya vamos por el cuarto año. Empezamos con temas de discapacidad, seguimos con cumplimiento de recomendaciones internacionales, el año pasado nos interesamos en el impacto de la crisis económica en los derechos humanos y este año estamos estudiando situaciones de derechos humanos que se dan en diferentes partes del planeta, en los que la comunidad internacional intenta involucrarse pero no encuentra solución.
¿Qué otras actividades desarrolla el Campus?
Otra cosa que hacemos es un intercambio de docentes y experiencias piloto. En septiembre, por ejemplo, nos reunimos en Sidney, Australia, un representante de cada sistema (un asiático, un africano, un europeo y yo, como latinoamericana) y les presentamos a los estudiantes de Asia-Pacífico el panorama sobre protección regional de derechos humanos. Allí, cada uno habló de su región y posteriormente lo hicimos todos juntos, no con el objetivo de comparar, sino como una forma de construir estándares comunes.
Además del intercambio docente, ¿hay experiencias similares para los alumnos?
Sí. Una semana al año reunimos a cuatro alumnos de los diferentes programas en Venecia, Italia, y los hacemos investigar sobre un tema. A eso lo llamamos Global Classroom. Es una experiencia con un impacto muy fuerte a nivel personal y académico, porque los alumnos se vinculan con sus pares de los distintos programas regionales y establecen una relación de por vida. Siempre pensamos que estamos formando personas que tienen destrezas académicas, pero que, principalmente, son defensores de derechos humanos que van a trabajar en el tema no sólo desde organizaciones no gubernamentales (ONG) y desde la comunidad, sino también desde el Estado y los organismos internacionales.
Desde septiembre, ocupa el rol de presidenta del Campus Global. ¿Qué representa ese nombramiento para usted?
Los representantes de los programas regionales nos juntamos en lo que se llama Consejo del Campus Global. Hasta este año, el Centro Interuniversitario Europeo, que es el programa madre, y el Campus Global tenían el mismo presidente, que era el profesor alemán Horst Fischer. Pero el campus tiene un sistema de presidencia de dos años con una sola reelección, y luego se vota y me eligieron a mí. Es raro decirlo, no estoy segura de si lo que se elige es el programa regional o a la persona; parece que la elección fuera para la persona, pero en cierto sentido también se elige el programa. Era importante que el Campus Global tuviera una coordinación fuera de Europa, sobre todo porque hay un bloque muy fuerte entre los programas del sur—de Asia, África y América Latina—, que está conformado por una red de casi 100 universidades.
Desde este nuevo cargo, ¿qué funciones desempeñará?
Es muy emocionante, porque seré un puente entre los programas y el Centro Interuniversitario Europeo, que tiene un rol importante desde el punto de vista financiero, y entre los programas y la UE, para que podamos organizar mejor el trabajo y crecer juntos. El Campus tiene su personal financiero y administrativo en Venecia, con el que dialogamos sobre cómo trabajar. Es un ejercicio muy democrático y de consensos. Y mi tarea será un poco hacer de nexo entre Europa, que tiene un rol relevante en el financiamiento y la creación de los programas, y el resto de los programas del mundo.
De acuerdo a su experiencia y al intercambio con los programas de otras regiones, ¿cuáles son las problemáticas de derechos humanos en cada una de ellas?
En el caso de América Latina, el foco está en el fortalecimiento de las instituciones democráticas, en fortalecer la calidad de la democracia haciéndola más participativa y más transparente. En el caso de África, los temas tienen que ver con desarrollo; derechos económicos, sociales y culturales; y también con el acceso a derechos civiles y políticos básicos, teniendo en cuenta el tema de igualdad ante la ley. Asia es una región muy vasta y que presenta muchos desafíos, y uno de ellos es que no tienen un sistema regional de protección de derechos humanos, sino que operan con la supervisión de los sistemas que tienen las Naciones Unidas. Y, en Europa, el principal tema hoy es la movilidad humana, que es muy complejo y representa muchos desafíos para la UE, porque pone en jaque uno de sus principios fundacionales: el de la libre movilidad de las personas.
¿Cuál es el rol de la UNSAM en este programa?
Jorge Taiana y todo el equipo del CIEP sabemos de la confianza que la Universidad ha depositado en nosotros. El programa depende de la Escuela de Humanidades y de Rectorado. Hay un trabajo en red con otras universidades, y todos los años recibimos la visita de nuestros socios regionales. Siempre hemos tenido un gran apoyo de la UNSAM; sin ella, esta iniciativa no hubiera sido posible. Estamos muy honrados de llevar el nombre de la UNSAM a los demás programas regionales y al resto del mundo.
Felicidades Verónica, sin lugar a dudas tendrá una gestión exitosa.
Un verdadero acontecimiento que no sólo enaltece a nuestra Casa de Altos Estudios, sino que forma parte de la puesta en marcha de una verdadera orientación hacia la excelencia académica nacional en que nos vemos comprometidos todos.