El suplemento cultural de La Nación anticipó fragmentos del libro de entrevistas y ensayos del Premio Nobel sudafricano que en abril inaugurará en la UNSAM la cátedra Literaturas del Sur.
“…no he escrito nada sustancial antes de los treinta años, no estoy seguro de si esto fue totalmente malo. ¿Cuántos hombres a los veinte años escriben novelas que valgan la pena leer? Pero por supuesto que no lo consideraba así en ese tiempo. No me decía: “Espera, aún no llegaste a los treinta.”. Por el contrario, tal como recuerdo aquellos días, era como un continuo sentimiento de autotraición que no escribiera. ¿Fue parálisis? Parálisis no es la palabra. Era más como una náusea: náusea de enfrentar la página en blanco, la náusea de escribir sin convicción, sin deseo. Creo que sabía cómo sería el comienzo y me resistía a ello. Sabía que una vez que hubiera comenzado de verdad, tendría que ir hasta el final. Como una ejecución: uno no puede irse y dejar a la víctima colgando de la cuerda, pateando y asfixiándose, aún vivo. Uno tiene que recorrer todo el camino (me doy cuenta de que podría haber usado una metáfora sobre el nacimiento, pero dejémosla como está). Vacilé durante los años sesenta porque sospechaba, y con razón, que no sería capaz de llevar el proyecto a cabo. No obstante, el material para Tierras de poniente había comenzado a ser compuesto bastante tiempo antes. Sobre William Burchell, por ejemplo, yo había estado leyendo y tomando notas desde muy temprano, alrededor de 1962, sabiendo que podrían ir en algún libro, tal como resultó ser Tierras de poniente.”
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