Amalia Pérez llegó a la física médica “de manera anecdótica” durante sus años de exilio en Israel, adonde un compatriota la incorporó a su equipo de trabajo en el hospital de Beerseba, pese a que en ese entonces “no sabía ni que existía” la física aplicada a la medicina. Pero su paso por ese centro de salud la impulsó a capacitarse en el área. Tanto, que luego de unos años llevó su experiencia a la cátedra de radioisótopos de la Universidad de la Vera Cruz, en México, y a mediados de los ´80 volvió a la Argentina para trabajar en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), adonde desarrolló actividades de investigación aplicada en el Departamento de Física Médica durante siete años.

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