“El Cuerpo no existe”, dice la doctora en Antropología Social y profesora del IDAES Romina Malagamba en esta reflexión sobre el encuentro organizado por la UNSAM y la Universidad de Dresde a principios de abril, que reunió a más de 50 pensadores de todo el mundo durante tres días. Además, una crónica de Revista Anfibia sobre el evento.
Por Romina Malagamba.
Permítanme ser más precisa, no hay ninguna evidencia clara y explícita que permita comprender -de buenas y para siempre- que existe algo físico, compuesto por la misma materia, que tenga un principio y fin, al cual se le pueda atribuir la noción de El Cuerpo. ¿Qué es? ¿Qué comprende? ¿Cuántas partes tiene? ¿Qué se puede hacer con él? ¿Qué implicancias posee? Depende.
Y fue sobre eso -me refiero al depende- que trató el Coloquio, de ese sumergirse que sintetizó el antropólogo Hua Cai como “I’m not thinking the body, I’m thinking about thinking the body”. La distinción es sutil pero certera: no se trató de pensar el cuerpo, sino de pensar como se piensa el cuerpo. Puesto que, aún cuando cierta composición pareciera ser estable (una combinación de materia+espíritu/personalidad forjadas en la práctica) El Cuerpo, o más bien los cuerpos, lejos están de ser un dato a priori. Al menos, por dos motivos. En primer lugar, es la perspectiva la que genera una pregunta y, en ese acto, otorga una materialidad. Y es que el cuerpo es una ideología y una práctica que requiere una mirada activa de interpretación. Los trabajos desde perspectivas feministas aportaron con énfasis militante el aspecto político indisociable de esa construcción. No hay ingenuidad posible. Pero también, en segundo lugar, como lo remarcó en su presentación el investigador Schmitt, el cuerpo no es algo estático sino que está en movimiento; no se trata de un objeto, sino de un proceso desarrollándose continuamente en una construcción que nunca termina. No en vano, nadie de los presentes se atrevió a definir al cuerpo.
Ahondemos, por un instante, en esta idea acerca de cómo esa supuesta estabilidad empírica (hay algo material en un cuerpo) puede ser engañosa. Retomo aquí la provocación que trajo a la mesa el joven investigador Casagrande: el cuerpo puede ser colectivo (una comunidad, el cuerpo social) o un conjunto de jurisprudencia (un cuerpo legal). Y, factible es. Pero, para evitar meternos en un berenjenal, hagamos a un lado esta posibilidad y retomemos el trabajo de Sibilia que, entre otros, puso en jaque la idea de una estabilidad radicada en el objeto físico. Una mujer amamantando suscita polémica en las redes sociales. Su cuenta de Facebook es suspendida por la denuncia de otros usuarios respecto a la exposición de material “inapropiado”. Tomando como disparador este evento, la investigadora comienza a desandar críticamente cómo ese pedacito físico del cuerpo de la mujer (los senos) fue variando en su significado a lo largo de la historia. ¿Por qué la imagen de la Virgen de la Leche amamantando a Cristo en la Edad Media no era considerada obscena y, en la actualidad, un seno expuesto en función de la misma actividad puede ser objeto de repudio? No fue la acción lo que cambió sino la mirada que juzga, que enmarca, que evalúa.
La Indecibilidad o sobre la parábola de la Torre de Babel
El encuentro (del latín “in contra”) fue eso: un ir en contra entre investigadores de diferentes disciplinas que, como en la parábola de la Torre de Babel, tenían como empresa en común reflexionar acerca del cuerpo pero tropezaron hablando distintos idiomas. En este proceso, el cuerpo se transformó en un campo de batalla, en un lugar de luchas físicas y simbólicas que se materializó en debates candentes, en el interés y su contratara, el aburrimiento circunstancial, de cada uno de los presentes. Vamos a ser honestos, fue por momentos incómodo porque se produjeron espacios de indecibilidad, puntos sordos entre disciplinas que, al configurar sus máquinas de lecturas erigen fronteras, delimitan miradas. Es así que en su intervención, el investigador Freda retomó la dificultad del psicoanálisis de encontrar un lugar dentro del campo científico e instó, en caso de ser necesario, al desafío de inventarse su propia ciencia.
De vuelta, la contaminación no es fácil, la incomprensión está a la orden del día. Intento ser más clara, jugando con una laxitud que me avergüenza con la noción de pureza, cada disciplina pone en juego ciertas prácticas como legítimas y establece, en el mismo movimiento, ciertos tabúes. Es inevitable: como sugirió Canguilhem, cada disciplina puede producir datos teóricamente útiles y válidos sólo si previamente ha inventado y definido las condiciones de validez de los mismos.
Interpelemos q las presentaciones. El filósofo Chignola, en el marco de lo que se denomina Historia Conceptual, apostó a un trabajo milimétrico sobre la semántica del cuerpo para comprender el proceso de disciplinamiento del trabajo vivo que produce un “cuerpo útil”. Desde la Antropología Badaró y Garriga apostaron a comprender cómo desde las prácticas se produce el cuerpo de las mujeres militares y de los oficiales de policía respectivamente. Roig reflexionó desde la Sociología sobre la noción del cuerpo dentro de la obra de un autor: Bataille. Desde la Historia, Melville hizo una operación similar con San Agustín. Todos los participantes, a partir de diferentes perspectivas, fueron rodeando al cuerpo proponiendo abordajes que lo atravesaban, que echaban luz sobre ciertos aspectos renunciando a la totalidad.
La Universidad como un espacio incómodo
Consiéntanme el desliz de una imagen. El desafío que asumimos los presentes fue el del viaje, el desplazamiento físico -desde tan lejos como China, desde tan cerca como San Martín- pero también conceptual: sacudir nuestros aparatos de comprensión, incomodarnos, sentirnos constantemente fuera de lugar. El reto de la escucha activa supuso poner en cuestión las propias categorías; lo cual es enriquecedor pero también implica el riesgo de abrirse a una polifonía que por momentos se tradujo en un ruido blanco bien distinto a la indiferencia.
¿Pero no es acaso ese uno de los roles de la Universidad? Me refiero a la UNSAM como un espacio de puesta en crisis, de debate, un lugar incómodo intelectualmente que se atreve a la contaminación como valor. Nada de novedoso hay en lo que escribo, ya Weber describía el trabajo intelectual como aquel capaz de suscitar inquietud y Foucault proponía diseminar “attitude inquiète”.
Y es que no me quiero ir de este texto sin enfatizar que fue ese cuerpo interrogado la excusa para la pregunta y el encuentro entre disciplinas la posibilidad de preguntarnos mejor. ¿Qué conocimiento es posible sin una interrogación? ¿Qué hay por fuera de la mirada que significa?
Cuarto coloquio internacional UNSAM-Dresde
Bajo el título “Pensar el cuerpo”, el encuentro convocó a investigadores de diferentes países y áreas de conocimiento que vinieron a Buenos Aires para reflexionar sobre cuestiones esenciales para el ser humano y su lugar en el mundo, como el análisis del cuerpo y su conexión con las transformaciones sociales, políticas y culturales, o la falta de esta. Organizado por la Universidad de San Martín y su par alemana de Dresde, entre los invitados de este año estuvieron presentes por la UNSAM el rector Carlos Ruta, el decano del IDAES Alexandre Roig, el secretario académico del IDAES Ariel Wilkis, y los profesores Claudio Sergio Ingerflom, Laura Carugati, Hugo Freda, Vanesa Vázquez Laba, Gabriel Noel, Karina Bidaseca, Máximo Badaró, José Garriga, Walter Cenzi y Oscar Araiz; por la Universidad de Dresde Gert Melville y Karl-Siegbert Rehberg; por la Universidad de Viena Karin Preisendanz; por la Universidad de Beijing Hua Cai; por la Universidad de Tübingen Achim Mittag; por la EHESS de Francia Jean Claude Schmitt; por la Universidad de Padova Sandro Chignola; y por la Universidad de Río de Janeiro Paula Sibilia.
Leé la crónica del encuentro en Revista Anfibia.