Escuela de Ciencia y Tecnología, Notas de tapa
Desde hace dos años, un equipo formado por docentes y alumnos del Centro de Investigación y Desarrollo en Informática (CIDI) hace un trabajo voluntario y paciente: montar salas de computación en escuelas primarias de barrios carenciados. La iniciativa nació de la directora de este centro de la Escuela de Ciencia y Tecnología, María Claudia Abeledo, y ya se equiparon más de 25 escuelas.
François Mitterrand, presidente de Francia durante catorce años, dijo una vez: “Hay un analfabeto básico nativo y uno funcional; este último es el que sólo habla su lengua madre y el que no se puede conectar a través de una red”.
Con esta frase, María Claudia Abeledo ilustra la esencia de la iniciativa Proyecto Escuelas, una tarea grupal de inclusión digital en escuelas primarias de zonas de escasos recursos. Nació en 2012 con la asistencia a colegios secundarios de Tres de Febrero y, luego de esa experiencia, se llevó también a la localidad de Hurlingham, donde sólo en 2013 se montaron salas de informática en doce escuelas y un total, entre ambos distritos, de 25.
Abeledo es la directora del Centro de Investigación y Desarrollo en Informática (CIDI) de la Escuela de Ciencia y Tecnología (ECyT). Licenciada en Sistemas, magíster en Redes de computadoras, profesora e investigadora, llegó a la UNSAM en 2007 y, además de ser la principal impulsora de la iniciativa, lidera el equipo de voluntarios que la lleva adelante, formado por docentes y alumnos de la UNSAM y de la Universidad CAECE. La tarea es enorme e incluye desde lograr el acceso a las escuelas hasta conseguir un espacio, ponerlo en condiciones, luego equiparlo y darle conectividad. Para eso, dedican cada miércoles y sábado por la mañana a esto: hacen un relevamiento de la arquitectura del lugar y las necesidades, evalúan la conectividad que tienen hacia el afuera, preparan la instalación técnica, ponen en condiciones las máquinas y, si necesitan más, las piden en calidad de donación. “Llegar a uno de esos colegios es abrir una ‘caja de Pandora’: ratas, cucarachas, hormigueros, techos caídos y reflectores que traen la electricidad de otros lados. Cuesta graficar las cosas que hemos hecho para tratar de armar laboratorios en esas condiciones”, cuenta Abeledo.
Una vez que el espacio está armado y equipado, el paso siguiente es conseguir un proveedor de internet. Luego de dos años en este trabajo, a veces golpeando puertas y otras aprovechando las iniciativas de las empresas, hoy cuenta con varias alternativas: el Programa Proniño de Telefónica, que abarca algunas zonas; Comunicaciones del Oeste, una empresa privada que en ocasiones dona a las escuelas; y, cuando se requiere de una capacidad mayor, solicitan el apadrinamiento del Banco Credicoop. Para concluir el trabajo se capacita a los docentes para la formación de los chicos y el uso y mantención del laboratorio. “Cuando volvemos después de un tiempo, los laboratorios están perfumados, cuidados”, comenta Abeledo, que remarca lo positivo de la experiencia no sólo para las escuelas a las que se ayuda, sino también para sus estudiantes –que participan como requisito curricular (ver recuadro)-: “Aprenden un montón, porque ven arquitecturas de computadores de todo tipo y color, ponen máquinas en red, algo que hasta ese momento no tenían ni la más mínima idea de cómo hacer, configuran routers, etc.. Muchos de ellos después de terminar las materias se quedan como voluntarios e, incluso, tenemos alumnos que consiguieron trabajo en esas escuelas”.
¿Qué significa ‘dar conectividad’ a las escuelas?
Es instalar software educativo y desarrollar actividades interescolares de avanzada tecnológica, como por ejemplo radio por Internet; hacer manuales de capacitación para los docentes y de uso para los alumnos, etc. Es un tema integral: armar la red, las máquinas, instalar el software de primero a sexto grado, preparar todo lo que necesitan y después dar capacitación a las maestras. Terminamos cuando el laboratorio está funcionando.
¿Por qué decidieron trabajar en escuelas primarias?
Porque son los que no tienen inclusión digital. El problema es que la gente está en lugares desfavorables y, por más que tenga equipamiento, no se acerca a la sala de computación. Hay un concepto anterior que hay que marcar y es que a la Informática nunca se la tomó como lo que es: una asignatura en serio.
¿Cómo hacen para llegar a esas escuelas?
A través de las inspectoras. Las contactamos y ellas nos sugieren escuelas que están sin conectividad, y nos dan un orden de prioridad. Cuando llegamos a los establecimientos, hablamos con las directoras, la vice o nadie, y te muestran lo que supuestamente es la sala de computación o nos dan un espacio y ahí empezamos. Vemos si hay red puesta y si no hay, la conectamos nosotros.
¿Cómo los reciben las autoridades y los chicos?
Hay gente espectacular y con ganas de hacer cosas. Hubo directoras que iban los sábados y nos preparaban tortas fritas, pizzas. Me acuerdo de una de ellas en particular, que se fue a una piecita de dos metros por dos metros y nos dejó su despacho, que era impresionante. Ella lo hizo pintar, le puso rejas, cambió todos los marcos de las ventanas… Esa escuela se estaba por cerrar y ahora se dan cursos para adultos. Y los chicos sienten que si su laboratorio está apadrinado por la Universidad, es como si hubiera venido Dios y los tocó. Otra directora me dijo: “Los estábamos esperando ansiosos, porque ustedes son prestigiosos”.
¿Cómo viven la experiencia los alumnos universitarios que participan?
Habría tanto para contar de este tiempo: gente que está recibida y que me para por la calle recordarme la experiencia. Me dicen: “¿Te acordás Abeledo cuando me llevabas a la escuela? Cómo me hacías sufrir: irnos hasta cualquier lado, volver a las dos de la tarde un sábado… La pasábamos bárbaro”. La realidad que enfrenta el grupo en la visita a las escuelas es cruda.
¿Qué opina de los planes del gobierno para la inclusión digital?
Estoy convencida de que todos los planes son muy convenientes para la inclusión. Se empezó por los colegios secundarios con Conectar Igualdad, y es bueno que los chicos salgan al mundo laboral con formación informática y contenidos incorporados, mucho más allá del manejo de las redes sociales y el chat. Ahora están llegando las aulas móviles a algunas escuelas primarias. Eso es fantástico, pero no excluye los laboratorios que nosotros armamos. ¡Se necesitan ambos! Estas aulas móviles son excelentes porque permiten a los chicos tener su propia compu en el aula. Y también se están entregando pizarras interactivas, aunque es un sueño poder verlas en todas las escuelas.
¿Cuáles son las principales necesidades que hay?
Concientización. Lo que nosotros queremos es que la gente entienda que la Universidad está cerca, que está ahí y tenemos la obligación de una responsabilidad social universitaria. Es fundamental. Somos una escuela de Ciencia y Tecnología, una universidad; tenemos que hacer traspase de conocimiento.
Abeledo comparte una anécdota que sirve para resumir la magnitud de este proyecto: “Un día me agarró la directora de la E.P. Nº10 y me dijo: ‘Los chicos salen de la escuela y van a contarle al papá que tienen computación. Los padres vienen y dicen ‘¿no dan cursos de computación para adultos?’ Así se suman y empiezan a pagar la cooperadora. Las maestras que saben computación se integran al laboratorio, y las que no querían ir, al ver que todas las compañeras van, se quieren integrar. Ustedes no se dan cuenta cómo, a partir de un pequeño movimiento de tuerca, ponen todo el engranaje en movimiento’”.
Recuadro
María Claudia Abeledo no está sola en este proyecto. Junto a ella hay un grupo de trabajo que la acompaña: Ana Bragaccini, encargada de capacitar a los maestros para enseñarles a los más chicos cómo usar los laboratorios que se montan; y por la UNSAM, Gerardo Altobelli, ayudante de la materia Redes Locales, y Héctor Caballero, estudiante de la Tecnicatura en Redes Informáticas.
A ellos se suman alumnos de las materias Arquitectura de computadores, Seminario de Instalación de redes, Proyecto de Investigación y Proyecto 1, que tienen como requisito curricular participar en el Proyecto. Luego de cumplir con eso, muchos de ellos siguen participando como voluntarios. “A los estudiantes de Tecnicatura en Redes les estoy sumamente agradecida, porque realmente no hubo día que no patearan escuelas, fueron a donde yo les decía, en colectivo, en auto, donde fuera”, explica Abeledo. Y agradece especialmente a dos autoridades de la de la Escuela de Ciencia y Tecnología de la UNSAM: Javier Guevara, Secretario Académico, y a Roberto Bevilacqua, director de las tecnicaturas informáticas.
Además del Proyecto Escuelas, el CIDI también realiza otras actividades que conjugan la educación y formación con el trabajo social: en noviembre se presentó un software sin precedentes en el sistema nacional de salud para el seguimiento clínico de pacientes, que se entregó al servicio de Salud Mental del Hospital Ramos Mejía (ver nota).
Si querés colaborar con este proyecto, podés escribir a comecyt@info.unsam.edu.ar y donar computadoras o impresoras. “La misma máquina que elegirías para tu hijo, es la que tenés que donarnos”, dice Abeledo.
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