El ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires murió en México, a los 93 años. Fue un referente en materia de política educativa y científica de la Argentina.
Rolando García nació en Azul, provincia de Buenos Aires, el 20 de febrero de 1919. A los 17 años ya trabajaba como maestro y tres años después se recibió de Profesor Normal de Ciencias. Luego comenzó una carrera universitaria y, sin abandonar la docencia, se anotó en la UBA para cursar la licenciatura en Ciencias Fisicomatemáticas. Fue un alumno destacado: ganó varias becas para continuar con sus estudios en los Estados Unidos, donde obtuvo una Maestría en Meteorología y se doctoró sobre “Movimiento Atmosférico en Condiciones Estacionarias”. Regresó al país en 1955; dos años más tarde ya se desempeñaba como decano en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, a la que transformó por completo para ponerla al servicio del desarrollo del país
Fue un gran impulsor: abogó por la departamentalización y la investigación durante la reorganización de la UBA; pidió la creación de una Ciudad Universitaria; puso el Instituto de Investigaciones Bioquímicas en manos del luego premio Nobel Luis Federico Leloir; promovió el departamento de Industria de la UBA; instituyó la primera carrera universitaria de computación de América del Sur y logró que el CONICET –organismo del cual fue el primer vicepresidente– comprara la primera computadora de Sudamérica, “Clementina”, tan grande que para albergarla se construyó el edificio del Instituto del Cálculo en la Universidad Tecnológica Nacional. Así fue que se convirtió en uno de los protagonistas de la “Edad de Oro” de la universidad argentina.
Pero el 29 de julio de 1966, la Noche de los Bastones Largos, su vida dio un giro de 180 grados: fue violentamente desalojado de su lugar de trabajo. Cuando los policías irrumpieron en su despacho, estaba reunido con el vicedecano Manuel Sadosky. Apeló a su educación y a la palabra para frenar el atropello pero sólo recibió golpes en respuesta. Después de eso lideró la renuncia del 75 por ciento de los docentes, con la esperanza de revertir la situación. Fracasó.
Se refugió en Suiza, donde se desempeñó como director del Global Atmospheric Research Programme. Allí conoció al epistemólogo, psicólogo y biólogo Jean Piaget, con quien escribió varias obras sobre epistemología genética. A comienzos de los 70 decidió que era tiempo de regresar a su país, pero la Triple A no lo dejó en paz y tras varias amenazas en 1974 tomó la decisión de volver a exiliarse.
Seis años después, se había instalado en México. Allí trabajó como docente e investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e integró la Academia Mexicana de Ciencias.