La socióloga y economista nacida en Holanda habló el jueves en la UNSAM. Definió su estilo de investigación como “contra-intuitivo” y reivindicó la necesidad de pensar la globalización desde un lugar que vaya más allá de lo económico.
Por Verónica Gago – Fotos: Alfredo Srur y Pablo Carrera Oser / Equipo de Comunicación UNSAM
Las primeras referencias de Marx y Saussure las escuchó de profesores argentinos en la escuela secundaria, que aun hoy recuerda como influyentes. Estudió ruso a los trece años porque le gustaba el comunismo. Saskia Sassen se formó en varias disciplinas (sociología, filosofía, economía, ciencia política) pero no quedó capturada por ninguna. Vivió en muchos países y habla cinco lenguas. Ninguna de manera perfecta. Eso le deja dos opciones, ha dicho: “Vivir la lengua como zona de terror o como zona de experimentación”. Ha optado, sin dudas, por la segunda.
Sassen no tiene sólo una vida académica; también una inquietud de activista política, de intelectual pública, lo que la convierte en una rara avis en el mundo académico estadounidense. Ella misma la define como una vida paralela. Esto le da una especial destreza en lo que llama las zonas analíticas fronterizas (analytical borderland), las zonas en las que se puede detectar y descubrir lo nuevo. Pero en esos terrenos prefiere excavar más que surfear. En la entrevista pública realizada en la UNSAM definió esa actitud metodológica: “La frontera no es una línea, sino un terreno. En ese terreno me gusta moverme, donde las cosas van mutando”.
Alguna vez dijo sentirse a la vez siempre una extranjera y siempre en casa (‘Somebody who is always a foreigner, always at home’) y parte de una generación desobediente (The Disobedient Generation, 2005). Tampoco es casual que los períodos de transición le interesen en particular: son heurísticamente privilegiados para ver el proceso mismo de construcción, el hacerse, de los nuevos ensamblajes entre territorios, formas de autoridad y regímenes normativos (lo que desarrolla en su extensa investigación publicada por Katz en Argentina: Territorio, autoridad y derechos). Por lo mismo le obsesiona la palabra make: el hacerse de las cosas no sólo en su dimensión material sino también inmaterial. En fin: ¿cómo se hace lo social?
En el diálogo se explayó sobre su forma de trabajo, la cocina de su estilo ²contra-intuitivo²: ²Creo que las categorías dominantes tienen siempre una fuerza explicativa pero también dejan en la sombra muchas cosas. A mí me gusta ir más allá de eso, investigar lo que queda en penumbras. Ahí yo despliego mis tácticas analíticas, me permite un lugar de experimentación de método².
Sassen se sumerge en el trabajo empírico y en los libros especializados. Pero a éstos más que leerlos completos los usa tácticamente. “Así es como trabajo. No como mi marido. Él es civilizado. Yo no. No leo un libro porque sé que es importante o porque hay que leerlo. Me relaciono con los libros como si fueran una mina de oro: me sumerjo, excavo y salgo con lo que me interesa. Esto tiene que ver con mi sensación de tener poco tiempo y un gran proyecto de investigación. Esto produce un tipo de ignorancia”. Su capacidad de producción es asombrosa. Basta ver su sitio web: www.saskiasassen.com. Además de muchísimos artículos, conferencias y entrevistas, publicó más de una decena de libros, que fueron traducidos a 21 idiomas.
Sassen se refirió a cómo construyó su hipótesis para pensar la globalización por fuera de la interpretación mayoritaria que opone lo global a lo local: “El Estado nacional es la construcción social más compleja, capaz de manejar lógicas muy diversas y es un actor clave de las transformaciones actuales. Hay componentes que se desnacionalizan porque se vinculan directamente con la economía global. La cuestión es pensar la posibilidad de ese internacionalismo del Estado desde otro lugar, es decir, no sólo impulsado por las finanzas”.
Las “contra-geografías” de la globalización también fueron un tema de conversación. Sassen insistió con que le interesa el “espacio subjetivo” que los actores no formales experimentan a través de las tecnologías. Se trata de un uso que no se reduce al “intercambio de información” ni a la “comunicación uno a uno”. “Voy a poner un ejemplo. Un militante de derechos humanos que está en un pequeño pueblo, que milita incluso arriesgando la vida, tal vez no sepa usar las tecnologías en el sentido clásico pero esas tecnologías le provocan una sensación importante: sabe que no está solo. Esta es otra función que no es lo que solemos llamar comunicación”. A este tipo de actores la socióloga los denomina “actores globales no cosmopolitas”: “Son fundamentales para pensar lo global de otra manera”. En esta línea, Sassen dijo que lo que pasó en Plaza Tahrir, en Egipto, fue muy mal interpretado en Estados Unidos, donde se bautizaron esos hechos como “La revolución Facebook”: “Ahí la comunicación empieza por los barrios marginales que tienen una estructura urbana, material, muy diferente a lo que son los suburbios estadounidenses. Es esa estructura de comunicación vecinal la que cuando se junta con Twitter y Facebook genera una convocatoria impresionante. Pero es ridículo obviar esa dimensión territorial”.
El territorio es otra categoría clave de Sassen. “En el siglo XX el territorio como categoría quedó aplanado al significado de la soberanía nacional. Hoy ya no es así. Occupy Wall Street, por ejemplo, hace territorio. La ocupación es un trabajo duro, crea capacidades, que quienes las ejercitan ya saben que quedan a su disposición. Por eso ahora cuando se dice que Occupy Wall Street no existe más porque no están ocupando es un gran error. Estos movimientos son puntos en una trayectoria temporal más amplia y convergen con dinámicas subterráneas”.