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Carlos Greco: “El gran legado de la Reforma Universitaria está vigente”

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La UNSAM celebró el centenario de la gesta estudiantil que democratizó la educación superior en la Argentina y América Latina. Tras una lectura colectiva del Manifiesto Liminar redactado por los estudiantes de la Universidad de Córdoba en 1918, el rector Carlos Greco disertó sobre la importancia del movimiento reformista para las universidades actuales.

Fotos: Pablo Carrera Oser

Una instalación con cuadernos de prensa política de la época, libros de historia y diversas ediciones del Manifiesto de la Federación Universitaria de Córdoba, además de una muestra fotográfica dedicada a los protagonistas de la gesta histórica de 1918 y afiches con las principales consignas de la revolución estudiantil que democratizó la educación superior en la Argentina y América Latina recibieron en el Auditorio Carpa del Campus Miguelete a autoridades, docentes, alumnos y personal de administración y servicios de la UNSAM para celebrar los 100 años de la Reforma Universitaria.

Luego de la proyección de un video institucional alusivo y de una emotiva lectura de la proclama universitaria a cargo de los estudiantes María Soledad Mella, Darío De Maio, Itatí Moreno, Ángel Pablo Mauro, Daniela Carnero, Florencia Porro, Belén Sobral y Ezequiel Andrés, el rector Carlos Greco brindó una conferencia en la que destacó la importancia del movimiento reformista de 1918 y su alcance en la actualidad: “La Reforma implicó en su génesis un hecho eminentemente político más que un hecho meramente académico. Fue la manifestación de un proceso de democratización más amplio que, en el seno de una sociedad que comenzaba a transitar el camino hacia un régimen democrático, estableció las bases de un movimiento universitario con una cultura e identidad bien definidas”. (Ver discurso completo en el recuadro)

En ese marco, el rector caracterizó la UNSAM como una “comunidad de formación e investigación” y señaló que, a 25 años de su fundación, resulta ineludible comenzar a trabajar en la reforma de su Estatuto para redefinir la estructura organizacional, así como las formas de gobierno y representación de las unidades académicas.

El espectáculo musical estuvo a cargo de los estudiantes de cuarto año de la Licenciatura en Música Argentina Fernando Lernoud (piano), Pedro Cecci (guitarra), Hugo Satorre (bandoneón), Matías Keller Sarmiento (vibráfono) y Diego Amerise (contrabajo), quienes interpretaron los tangos Gallo ciego, Romance de barrio y La trampera.

De la Tradición Reformista a los Desafíos de la Universidad del siglo XXI

Por Carlos Greco
Rector de la Universidad Nacional de San Martín

Resulta ineludible la relevancia histórica que encierra el centenario de la Reforma en tanto acontecimiento trascendental en el devenir de la universidad argentina y latinoamericana, tanto por la impronta que tuvo en la conformación de la idiosincrasia de nuestro sistema universitario como por el legado perdurable de sus postulados.

Es, al mismo tiempo, una invitación y una genuina ocasión para reflexionar sobre los sentidos, horizontes y desafíos de la Universidad actual considerando su evolución, los distintos contextos sociales, culturales y políticos por los que transitó, su actual configuración y la proyección de cara a los próximos 100 años.

La conmemoración centenaria de la Reforma Universitaria hace necesario reconocer la vigencia de una tradición en movimiento, tan paradójico como plantear la “reforma de la reforma”. Solo es posible conciliar “tradición” con “reforma” verificando la continuidad en el presente y en el futuro de los sellos de sus legados, porque efectivamente se experimentó como una fuerte expansión en el espacio y una permanente transmisión en el tiempo.

Es precisamente la originalidad del acontecimiento reformista y su proyección continental lo que determinó su relevancia y la necesidad de prestar especial atención a la matriz que estableció una serie de principios rectores de la identidad de nuestro sistema universitario, muchos de los cuales aún hoy mantienen su vitalidad.

La noción de tradición no es casual, aporta elementos para comprender la forma en que determinados valores, rituales, prácticas y comportamientos asumidos por los diversos actores de la comunidad universitaria se han cristalizado a lo largo del tiempo, convirtiéndose en un ethos fundante de un modelo distintivo de sistema universitario.

¿Qué hacer con una herencia? Esta cuestión supone una ruptura generacional entre los originarios y sus legatarios. Casi como una emancipación de ese mandato, contrariamente la Reforma se transformó en un patrimonio en valor permanente.

Algunos autores plantean que la tradición puede ser pensada como una especie de faro que guía y orienta la acción, al mismo tiempo que oficia de marco de la comprensión. En este sentido, el movimiento reformista logró inaugurar, con su núcleo duro de ideas-fuerza de 1918 (cogobierno; función social de la universidad; libertad de cátedra, entre otros postulados), una serie de prácticas inéditas hasta ese momento en defensa de valores democráticos que, con el correr de los años, se han formalizado, ritualizado y renovado.

Asimismo, cabe mencionar que, en tanto tradición universitaria, la misma no puede ser considerada como propiedad exclusiva de un determinado partido político o movimiento social, aunque ciertamente esas fuerzas intentaron/intentan apropiarse de ella como si le fuera propia.

El devenir histórico transcurrido entre 1918 y 2018 puso en evidencia que ese ideario fundacional del reformismo se pudo nutrir de elementos provenientes de diversas corrientes políticas y contextos sociohistóricos logrando incorporar posteriormente a su núcleo conceptual originario nociones tales como las de autonomía universitaria, entre otras. Inclusive la “gratuidad de los estudios” y el “ingreso libre”, banderas y postulados tardíos proclamados por esta tradición, han sido aportes legados por la política universitaria del peronismo.

De modo que la tradición reformista siempre está en movimiento y periódicamente va asumiendo nuevos horizontes.

La Reforma implicó en su génesis un hecho eminentemente político más que un hecho meramente académico. Es la manifestación, la cristalización, de un proceso de democratización más amplio que, en el seno de una sociedad que comenzaba a transitar el camino hacia un régimen democrático, estableció las bases de un movimiento universitario con una cultura e identidad bien definida.

  • A través del cogobierno la Reforma Universitaria de 1918 planteó como uno de sus pilares fundamentales la necesidad de democratizar la vida de las universidades permitiendo la participación de los estudiantes.
  • Fue impulsada por un movimiento juvenil de carácter emancipador respecto de las “viejas tutelas”, de la “inmovilidad senil”. La Reforma Universitaria, así entendida, también puede concebirse como un verdadero doble llamado a los estudiantes y a la juventud de Sudamérica a transformar la vida universitaria y a convertirse en actores de la democratización.
  • La Reforma Universitaria supuso también una redefinición de los modos de saber y de conocer sentando las bases de una pedagogía universitaria dispuesta a superar “el anquilosamiento pedagógico y docente”. En la reforma encontramos la búsqueda de una relación pedagógica centrada en los sujetos de aprendizaje y una profunda vocación científica.
  • En la gesta reformista estaba implícita la idea de que la universidad tenía que desempeñar un papel activo en la vida del país.
  • La Reforma expresó los ideales de un movimiento que proponía un proyecto de cambio social y político como un horizonte posible.

Al reflexionar sobre la vigencia de estos postulados de la Reforma, podemos verificar que se mantienen porque interpelan el corazón de la vida universitaria, problematizando sobre la propia autocomprensión de las universidades. En particular interesa resaltar tres grandes campos de indagación que requieren una reflexión exhaustiva y que, siendo puestos de relieve en 1918, continúan planteando desafíos a la universidad actual y la futura:

  • Un nuevo ethos para el gobierno y la gestión universitaria en UNSAM

Para que realmente se puedan promover e innovar prácticas y procesos de toma de decisiones propias de un gobierno y gestión de la universidad y que, a su vez, esto presuponga la conformación de un nuevo ethos en la cultura institucional, se requiere desarrollar una vocación político-institucional orientada hacia la (re)creación de prácticas y valores.

En efecto, lo que se precisa es recrear y reinterpretar las estructuras de la gestión institucional de tal manera que, la toma de decisiones involucren la participación efectiva de los distintos actores políticos en el funcionamiento institucional, de forma tal de garantizar las más amplia representatividad y pluralidad.

Esta redefinición de las prácticas de gobierno y gestión universitaria supone:

  • Una universidad con mayor participación y deliberación de los actores del cogobierno.
  • Una universidad más “legible”: mayor transparencia y rendición de cuentas.
  • Una universidad sustentable en cuatro ejes:
    • Sustentabilidad organizativa
    • Sustentabilidad económico financiera
    • Sustentabilidad académica
    • Sustentabilidad medio ambiental (campus sustentable)
  • Una gestión universitaria de calidad: planificación, coordinación, ejecución, control y evaluación en base a indicadores y sistemas de información confiable.
  • Una formación universitaria de calidad, basada en la mejora de la enseñanza y el aprendizaje.

La Reforma nos invita hoy a reflexionar sobre los modos de enseñanza en la universidad y a interrogarnos acerca de lo que efectivamente pasa en sus aulas. En relación a esto último nos interesa saber en qué medida las prácticas de enseñanza favorecen aprendizajes significativos por parte de los estudiantes.

¿Cuán actualizados están los métodos, contenidos y planes de estudios que se imparten nuestra casa de estudios? ¿En qué medida se ha logrado superar los modelos de saber y enseñar memorísticos, reiterativos y obsoletos? ¿Qué importancia tiene la innovación pedagógica y educativa en nuestra universidad? ¿Cómo afrontamos las problemáticas de abandono y graduación desde los enfoques de enseñanza? ¿Los estudiantes son los verdaderos sujetos del proceso formativo para nuestros profesores?

Muchos de estas preguntas son relevantes en la actualidad para encarar transformaciones necesarias para alcanzar una formación de calidad, de cara a brindar un abordaje a los problemas de la universidad actual.

El sistema universitario en nuestro país durante las últimas décadas experimentó procesos de expansión de su matrícula y de sus instituciones universitarias. En el año 1983 había 26 universidades públicas y 22 privadas, con una matrícula de 400.000 estudiantes. En el año 2017 había 56 universidades públicas y 62 privadas (incremento del 145 %), con una matrícula de 2.000.000 de estudiantes (incremento del 400 %).

Estos avances en materia del acceso a la universidad no han tenido un correlato en lo que respecta a la permanencia y graduación. La tasa de graduación pasó del 17 % promedio en la década del noventa al 30 % en la última década.

En los últimos años, cerca del 50 % de los estudiantes reinscriptos del sistema, aprobaron al menos 2 o más materias mientras que el otro 50 % no logró alcanzar las condiciones mínimas de regularidad. Esto sin duda es un punto a considerar para lograr revertir las tendencias al abandono y alargamiento de los estudios.

Sin lugar a dudas, estos indicadores dan una muestra de las dificultades para garantizar que los procesos de democratización del acceso a la universidad puedan superar la brecha académica existente cuando se trata de garantizar la permanencia y el egreso.

Ante este escenario se torna imprescindible la pregunta por el rol que le cabe a la pedagogía universitaria para enfrentar este diagnóstico. Y esa reflexión invita a establecer un compromiso con el rendimiento académico de nuestros estudiantes que favorezcan un aprendizaje desde la interacción y la cooperación.

En relación a lo antes planteado es necesario redefinir la noción de formación en la universidad desde perspectivas más amplias:

  • Reconocer como aspecto constitutivo de la formación universitaria los diálogos que se producen entre conocimiento y técnica, teoría y práctica e investigación y experiencia.
  • Formación de técnicos, profesionales, investigadores y “analistas simbólicos” en las distintas áreas de conocimiento.
  • Favorecer la autonomía personal de los estudiantes en la configuración de sus trayectos formativos y aprendizaje en tanto sujetos de conocimiento. Régimen de Créditos. Autoformación, formación libre, formación personal.
  • Formación orientada a la transformación y justicia social. Comprometida con los problemas sociales y con el desarrollo nacional: salud pública, alimentación y nutrición, educación, transporte, medio ambiente.

Para que una universidad se consolide como ámbito de referencia, necesitamos pensar en la centralidad de la formación como una dimensión vital de la organización.

Es preciso formar continua y simultáneamente a diversos actores. La transversalidad de la formación en la vida de la institución contempla la:

  • Formación de estudiantes
  • Formación en la docencia
  • Formación de investigadores desde la investigación
  • Formación de la gestión o equipos (cuadros medios, segundas y terceras líneas)
  • Formación en y con la comunidad/territorio

Este nuevo enfoque de formación, que hace el corazón de la actividad universitaria, nos plantea redefinir la caracterización de la UNSAM como comunidad de formación e investigación.

  • El rol de la universidad: Hacia un enfoque de responsabilidad y pertinencia

La noción del sentido de la Universidad es central para el desarrollo de la nueva cultura institucional que interpele el rol de la universidad. Es así que se debe abordar la noción de autonomía universitaria desde un enfoque de la responsabilidad y pertinencia para la solución de los problemas del entorno. Apartándonos de una concepción dicotómica sobre el alcance de la autonomía; por un lado, la de una institución “autista” y por el otro, condicionada a los designios del “mercado”. Esto implica proyectar una universidad que dialoga con la realidad que la interpela enraizada con su territorio, proyectándose al mundo y favoreciendo procesos de desarrollo científico, económico y de transformación social. Una universidad que es abierta y articula con otros saberes y experiencias.

La responsabilidad puede concebirse tanto como responsabilidad para con el pasado (el hecho de tener que explicar los actos de la institución), como un ejercicio de compromiso frente al futuro.

En relación al pasado según se trate de: rendición de cuentas, justificación de actos o decisiones adoptadas y evaluación de una política. La universidad tiene que ser capaz de presentar información relativa a su dominio (estudiantes, presupuesto, rendimiento académico, recursos generados, etc.), de estar en condiciones de explicar y justificar sus actos de índole administrativa y decisiones académicas y de evaluar la eficacia y efectividad de los planes, programas y proyectos puestos en marcha.

En lo referente a la responsabilidad del compromiso frente al futuro adquiere importancia la voluntad y la capacidad de cambiar las cosas. Estar al frente de una organización como la universidad presupone que las autoridades y los miembros de los cuerpos colegiados tengan el compromiso y la audacia necesaria para modificar el statu quo de la inercia organizacional.

Resulta ineludible que comencemos a trabajar en la reforma de nuestro estatuto, ya tiene 25 años y requiere además de su agiornamiento un trabajo sobre tres dimensiones:

  1. a) La adecuación normativa y de principios
  2. b) La redefinición de la estructura organizacional académica
  3. c) La definición y armado de las formas de gobierno y representación de las Unidades Académicas

El otro rasgo o valor de una gestión institucional preocupada por el entorno sería el de “pertinencia” o “responsividad”. Esta noción no sólo pone el foco sobre la capacidad de dar respuesta de las instituciones sino también en su interacción con esferas del gobierno y la sociedad. En este sentido, la universidad debe procurar exigirse responder mejor a las expectativas de la sociedad, que cada vez reclama de forma creciente una universidad “conectada” con sus problemáticas. Sin dudas, las universidades están desbordadas por las nuevas figuras de lo social que interpelan continuamente su sentido y misión.

¿Será entonces posible, luego de plantear estos desafíos, que constituyan un Manifiesto Liminar para el siglo XXI? Queda claro que, en la actualidad, la fortaleza del sistema universitario público tiene una sólida base de sustento que excedió largamente el legado original de la Reforma del 18. Resultaría también conducente sobrevolar y neutralizar la estéril y falsa dicotomía entre “reformistas” y “peronistas” asumiendo grandes lineamientos de continuidad y profundización reformistas, orientados a conformar un modelo de desarrollo autónomo y nacional, comprometido con una producción de alta calidad y una instancia más sólida y estructurada para la movilidad social ascendente.

Finalmente, todas las universidades que integran el sistema universitario público, cualquiera sea su caracterización y entendiendo que es un estereotipo sin sentido (tradicionales y nuevas, grandes y chicas, reformistas y peronistas, profesionalizantes y de investigación), debemos asumir y proclamar el compromiso con el cogobierno, la pluralidad, la representatividad, la ciencia básica y la innovación tecnológica, el mejoramiento permanente del rendimiento de sus estudiantes, y fundamentalmente, la responsabilidad de contribuir a la construcción de una sociedad más justa y desarrollada.

Una universidad pública, universal, nacional, internacional, autónoma, social, intensa, extensa, hospitalaria, comprometida, crítica, plural, transformadora, sustentable, democrática, abierta.

Ubiquémonos en el espacio y el tiempo de 1918, observemos la fisonomía y la idiosincrasia de los estudiantes gestores de la emancipación, cuán distintos son a nuestros estudiantes, en sus anhelos, sus aspiraciones, sus vocaciones, sus pertenencias, sus ideologías. Tratemos ahora de proyectarnos a cien años. ¿Podremos imaginar cómo serán esos estudiantes? ¿Cómo serán las universidades que los alberguen? ¿Seguirán vigentes las categorías de profesor, estudiante, carrera, disciplina, universidad? Es inimaginable, pero hoy nos toca ser parte de un sistema que debemos sostener, fortalecer y defender con nuestro trabajo y dedicación cotidianos.

Somos una institución pública que debe trabajar por el bien común. Dediquemos esta conmemoración a honrar la gesta estudiantil que transformó el sistema universitario público.

Invito a toda la comunidad de la UNSAM, a todos sus claustros, a ser partícipes de la consolidación de nuestro proyecto institucional para ser la universidad argentina del siglo XXI.

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100 Años de la Reforma Universitaria

Video institucional: Equipo Audiovisual UNSAM 

Nota actualizada el 24 de mayo de 2018

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