Escuela de Ciencia y Tecnología, Micrositios

La cuestión de la mujer en la ciencia o de la ciencia en relación con lo femenino

En el mes del Día Internacional de la Mujer, la directora del Centro Universitario de Imágenes Médicas de la UNSAM revisita la vida de María Salomea Skłodowska, más conocida como Marie Curie, y analiza la actualidad de la práctica científica desde la perspectiva de género.

Por Amalia Pérez

En los días cercanos al 8 de marzo, fecha en la que se refuerza la reflexión en torno a la mujer, marcar la genialidad de María Salomea Skłodowska fuera de su contexto social e histórico permite ejemplificar el carácter machista de la práctica científica.

María fue, sin duda, una mujer excepcionalmente lúcida en su interpretación intelectual de los fenómenos que estudiaba, y rigurosa y sistemática en la manera de confrontar su pensamiento con la experiencia. Fue también una luchadora incansable por sus convicciones políticas.

Sin embargo, la proyección de su figura sobre las futuras generaciones juega como tapón a la hora de incorporar la perspectiva de género en el ámbito científico y de reconocer la participación de las mujeres en los procesos intelectuales.

La lógica a imponer desde el sistema de valores imperantes, es que María fue una excepción dentro del género y no que reunió a sus particulares características como científica, el haber accedido a un círculo en los que su marido tenía amplio reconocimiento y en el que ella no estaba incluida por no pertenecer a las grandes Escuelas Francesas. Y que tuvo la posibilidad de ser la primera mujer docente universitaria de la Universidad de París al heredar la cátedra de Pierre debido a su dramática y temprana muerte.

De no haber sucedido estas circunstancias, si hubiera seguido siendo la polaca pobre y desconocida que vino a estudiar a París, y en el campo de las especulaciones, quizá María no habría recibido el reconocimiento que tan claramente se merecía. Sin embargo, no por eso se libró de la discriminación, su “techo de cristal” fue por ejemplo, la negación por parte de la Academia Francesa de Medicina de incorporarla entre sus miembros a pesar de aceptarla como docente, únicamente por su condición de género.

Han pasado décadas desde que María murió llevando impreso en su cuerpo el estigma de su tarea y si bien parecería ser una dinámica de nuestra época la ampliación de la participación femenina en la ciencia, aún conviven con esta nueva situación argumentaciones propias de aquellos tiempos. Ya no como resabio caricaturesco de que la mujer es inferior intelectualmente, sino como trasfondos sutiles que pretenden continuar legitimando nuestra segregación.

Como claro ejemplo de que las condiciones materiales modulan los procesos sociales, mientras las sociedades modernas en el marco del sistema capitalista no tuvieron la necesidad de incorporar a la mujer al mercado laboral, ésta quedó relegada férreamente dentro de los muros nada metafóricos de su casa paterna o marital, cumpliendo con exclusividad tareas no remuneradas.

La acumulación del período de expansión capitalista y la devastación en la población masculina después de la Segunda Guerra Mundial, requirió la incorporación masiva de esas mujeres al mercado laboral, lo que con el tiempo acarreó la necesidad de que éstas accedieran a la educación formal para poder asimilarse a los nuevos perfiles laborales que requería la incorporación de la electrónica y la informática en la industria de la pos guerra.

En el ejercicio del trabajo científico, tuvimos que abordar un territorio netamente masculino, reducto de resistencia machista (entendido el término como comunidad formada por hombres y mujeres que basan la dominación de los primeros sobre las segundas en su sola condición de sexo).  Se reforzó desde ahí la idea de ciencias duras como propias de las características del hombre; racionalidad, inteligencia, objetividad; dejando las ciencias blandas para las mujeres con su carácter irracional, pasivo y fundamentalmente dominado por la subjetividad emocional.  En otras palabras, se nos marcó la cancha nuevamente a las mujeres mediante prejuicios y descalificaciones. Sin advertir que la dicotomía entre las ciencias estrecha la esencia del espíritu científico que se caracteriza por la construcción de conceptos como respuesta a preguntas que se hacen los seres humanos. Entendiendo que lo que varia entre las disciplinas es la metodología de construcción y validación de dichos conceptos y que las mujeres tenemos nuestra propia manera de preguntar.

Es por eso que hoy, donde la sociedad del conocimiento busca transformar al propio ser humano y la brutalidad de las contradicciones de clase ensombrecen el horizonte, mas que nunca tenemos que abrirnos camino dentro de la ciencia bregando por dos legitimaciones: ser reconocidas y respetadas como sujeto “que conoce” y también hacer valer el carácter permanentemente  revolucionario de nuestra lucha junto a todas las mujeres. Sin perder de vista que la tarea forma parte de la búsqueda de la igualdad entre los seres humanos. Si no, recordemos lo que dijo el astrofísico Neil de Grasse Tyson: “Nunca he sido mujer, pero he sido negro toda mi vida. Así que déjenme ofrecer un punto de vista desde esa perspectiva…”

 

Nota actualizada el 19 de marzo de 2018

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