El gerente del área de Investigaciones y Aplicaciones No Nucleares de la CNEA y profesor adjunto de la Escuela de Ciencia y Tecnología compartió detalles de su nuevo desarrollo de aplicación tecnológica: la nariz electrónica.
“Una nariz electrónica es un instrumento de olfato artificial que permite distinguir y reconocer aromas utilizando sensores de gas. Es un microsensor formado por pequeñas partículas de materiales nanoestructurados, es decir, estructurados en el orden del millonésimo de milímetro, que tienen la peculiaridad de cambiar alguna característica fija en presencia de un gas o de un conjunto de gases, es decir, percibirlos y señalar esa percepción. Nuestro primer objetivo fue el monitoreo de monóxido de carbono y otros contaminantes urbanos, más adelante apuntamos hacia la industria alimentaria. Electronizar el olfato sirve para oler sustancias inaccesibles o peligrosas. Pero además una “e-nose” puede sustituir los “paneles de expertos” que monitorean productos industriales, y con dos ventajas: mide siempre del mismo modo objetivo, mientras que los panelistas humanos se resfrían, o se les “satura” el olfato tras muchas horas de medición. En el año 2000 empezamos a desarrollarlas a partir de sensores, y hubo una empresa cervecera que creyó en nosotros y nos hizo un contrato para que desarrolláramos una. Antes habíamos recibido un subsidio del Estado para desarrollar sensores de gas y la Agencia de Ciencia y Técnica nos ayudó en 2001 con fondos específicos. Pero el desarrollo se concretó con el contrato con la cervecera.”
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