En su último libro, “La enunciación en la infancia. Incidencias clínicas a partir de Lacan”, la psicoanalista María Romé escribe sobre la enunciación de niños y niñas en un espacio analítico.
Por Nathalie Jarast
En un mundo que ofrece innumerables novedades para abordar las infancias –sexualidad, crianza, derechos y leyes que las amparan–, María Romé propone detenerse a escuchar la verdad del niño, aquello que tiene para decir más allá de sus padres y del discurso que lo atraviesa y que lo nombra desde su prehistoria. En La enunciación en la infancia. Incidencias clínicas a partir de Lacan, invita al analista a ser cauteloso para poder leer lo no dicho en su discurso y se aventura en la compleja tarea de situar la noción de enunciación en la cura analítica de un niño.
¿Qué la llevó a especializarse en la clínica con niños y adolescentes?
Fueron varias cuestiones, pero creo que la principal fue mi primera experiencia como analizante, en mi infancia, cuyas marcas pude leer y resignificar a posteriori. Esa experiencia fue decisiva para mí.
¿Cuál es la particularidad del psicoanálisis en relación a las niñas y los niños?
Esa es una pregunta polémica en torno a la cual encontramos divergencias entre las distintas escuelas u orientaciones del psicoanálisis, y otras más sutiles entre analistas de la misma orientación. Estas diferencias se expresan en modalidades de intervención y en decisiones fundamentales con respecto al dispositivo, que no son azarosas ni caprichosas sino que implican cierta idea de la infancia, cierto modo de concebir al niño o niña en análisis, además de cierta posición ética, articulada a la propia formación y experiencia analítica. En mi experiencia, el psicoanálisis con niños y niñas presenta particularidades relacionadas, en primer lugar, con el modo en que se presenta la demanda: por lo general, no es el niño o niña quien consulta sino que en principio es otro quien consulta por él. De allí la importancia fundamental de una escucha atenta, teniendo presente una pregunta ética: ¿qué nos autoriza a intervenir con alguien que no lo pide? Siguiendo a Lacan, lo único que justifica nuestra intervención es un “penar de más”, que puede ser explícito o bien puede ser en principio un supuesto. Es esa brújula la que permite tomar la decisión con respecto a quién ofrecer el espacio de analizante, que no está dado de entrada. En caso de que sea el niño o niña a quien se ofrezca, habrá que ver qué lugar asignar a los demás en el dispositivo en función de la lectura que se realice de la posición del niño y del padecimiento en juego, y para ello será preciso atender, más allá de sus enunciados, a su enunciación.
Otro punto a destacar tiene que ver con la concepción de la infancia que inferimos de la enseñanza de Lacan: la infancia como un tiempo fundamental, en que aún no está todo dicho, no está completamente decidida la posición del sujeto, aunque al mismo tiempo es posible localizar algo de su posición y de su responsabilidad, en ese lugar que situamos entre los dos pisos del grafo, entre el nivel del enunciado y el de la enunciación.
En el libro afirma que los últimos años encontramos un creciente interés por la cuestión de la enunciación en la infancia, desde distintos ámbitos como el jurídico, la educación y la crianza. ¿A qué se debe?
Ciertas condiciones de la época despiertan interés por la enunciación en la infancia, pero no entendida desde el enfoque que se aborda en este libro. En una serie de estudios recientes del “campo psi” encontramos una concepción de la enunciación inspirada en la lingüística, principalmente en la perspectiva de Benveniste, que Lacan retoma y al mismo tiempo critica y subvierte. Se trata de la enunciación como un atributo del enunciado: una enunciación supuestamente objetivable a partir de ciertas marcas gramaticales u otros indicios evidentes; enunciación tipificable, medible, generalizable. A esos estudios subyace una concepción del niño que incurre en cierta dicotomía “innato-adquirido”, cuyo decir es evaluado tomando como parámetro una enunciación esperable para su edad. En esa dirección, las prácticas que se desprenden de esos estudios apuntan a adaptar o normalizar la enunciación, silenciando sus supuestas anomalías. Por el contrario, desde una perspectiva lacaniana la enunciación, en tanto posición singular del sujeto con respecto a sus enunciados, se articula al deseo, entendido como aquello que resiste a toda normalización. En este sentido, la enunciación se escabulle, se sustrae de los enunciados, así como se escabulle de la mayor parte de los estudios actuales sobre la enunciación, que resultan funcionales a la subjetividad de la época.
¿Por qué es tan relevante contemplar la enunciación del niño en el contexto analítico y, en particular, en estos tiempos?
La enunciación constituye una categoría fundamental de la experiencia analítica, en tanto implica localizar la posición del sujeto con respecto a su propio sufrimiento, así como con respecto a las soluciones que encontró para lidiar con él. Se trata entonces de situar su posición en relación al goce y al deseo, a partir de ubicar lo que dice más allá de lo que quiere decir.
La clínica con niños no está exceptuada de esto. Si bien, como sostenemos, la relación entre enunciado y enunciación presenta en la infancia particularidades, localizarla resulta fundamental para pensar la dirección de la cura, para hacer cierto cálculo con respecto a las intervenciones y poder leer sus efectos. ¿Por qué es particularmente relevante en estos tiempos? Porque esa localización implica en cierto modo ir a contrapelo de otros discursos de nuestra época, que en su tendencia normalizadora y adaptativa no dan lugar a lo no sabido, al silencio, a aquello que se sustrae a todo determinismo, a lo que no se puede controlar, educar ni curar. Es teniendo en cuenta la posición que adopta el sujeto con respecto a ese imposible, partiendo de las respuestas con las que llega a la consulta, sin concebirlas como un déficit sino como una solución problemática, que se tratará de intervenir en dirección a que encuentre alternativas que impliquen un menor esfuerzo y padecimiento.
Usted explica que “la concepción lacaniana del niño sostiene la tensión entre la estructura del lenguaje y la emergencia del sujeto en la estructura, en términos de relaciones entre la sincronía y la dinámica temporal”, ¿qué implica esta postura teórica para el problema de la enunciación?
Esa postura da lugar a la originalidad de la enunciación, pensada como aquello que se sustrae de los enunciados, que introduce allí un vacío que permite que ellos resuenen para el sujeto de una manera singular. Así la enunciación implica cierta distancia con respecto a la estructura, que da lugar a cierta posición singular del sujeto, más allá de todo determinismo histórico, social o familiar. Al dinamismo propio de la enunciación, que no es continua sino que aparece especialmente en ciertas discontinuidades del discurso, se añade entonces el dinamismo propio de los tiempos de la infancia, que implica los primeros movimientos del sujeto con respecto a los enunciados que lo determinan, y de su posición con respecto al goce y al deseo: movimientos del sujeto con respecto a la enunciación.
¿Cómo se ve esto en las fobias infantiles?
Las fobias infantiles nos permiten localizar con claridad el dinamismo característico de la infancia, en tanto constituyen un momento de pasaje, de transformación del sujeto. Como puede verse en el caso del pequeño Hans, que aparece en el libro, se trata del pasaje de un momento caracterizado por la falta de un punto de amarre, a un estado en el cual el mundo del niño se reorganiza en torno a un punto fijo que brinda en principio la fobia. De esta manera, los diferentes tiempos de construcción de la fobia permiten situar diferentes estados de la relación entre enunciado y enunciación.
¿Cuál es la relación, en la clínica con niños, con el discurso de los padres?
En la clínica con niños, los padres suelen ser quienes realizan la consulta. Quienes formulan la primera demanda. De la lectura que hagamos de esa primera demanda y de la transferencia en juego dependerán las decisiones a tomar, en tanto los pasos a seguir no están preestablecidos sino que habrá que establecerlos en cada caso: a priori no sabemos si el analizante será alguno de los padres o el niño por el que se consulta. Si se decide ofrecer ese espacio al niño, y el niño consiente a él, también habrá que decidir en cada caso qué lugar ofrecer a los padres en el dispositivo: si mantener encuentros con ellos, habrá que ver cuándo y con qué finalidad; o bien trabajar exclusivamente con el niño o niña en cuestión.
Más allá de la forma que se decida dar al dispositivo, el discurso de los padres estará de una manera u otra presente en esta clínica, tanto en los encuentros con ellos como en lo que resuena de ese discurso en los dichos del niño. Se tratará entonces que él mismo pueda advertir algo de esa renonancia, tomar distancia de ese discurso y descubrir en ese movimiento su propia enunciación.
Hacia el final, afirma que abordar el problema de la enunciación implica “problematizar y poner a prueba esa categoría para esta clínica teniendo en cuenta sus particularidades”, ¿cómo se lleva al trabajo del día a día en el consultorio?
A diferencia de aquellos trabajos en los que la enunciación infantil es analizada en comparación con una enunciación teórica, supuestamente normal, situando entonces sus demoras, desvíos y anomalías, la perspectiva que proponemos subvierte las categorías de lo normal y lo patológico, y considera a la teoría en tensión con la clínica. No se trata de aferrarse firmemente a los conceptos, a las definiciones claras y precisas, sino de interrogar la teoría, problematizarla, descompletarla desde la clínica, analizando en todo caso qué uso podemos hacer de sus nociones en nuestra práctica. Es ese mismo movimiento el que tratamos de producir a partir de la propia práctica analítica, en el consultorio o fuera de él, en la práctica en instituciones públicas o en otros dispositivos. No se trata solo de leer la experiencia a la luz de la teoría, sino al mismo tiempo de escribir en ella algo nuevo a partir de la clínica, darle un retoquecito con cada caso o incluso con cada intervención.
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