Dirección de Género y Diversidad Sexual
Mónica González es cocinera en una olla popular en el barrio Sarmiento. En 2020, participó de la Diplomatura en Alimentación y Cultura Saludable de la UNSAM junto a varias cocineras de comedores del conurbano.
Mónica comenzó la pandemia con mucha incertidumbre respecto de su trabajo. Ella, como la mayoría de las personas, no sabía cuánto iba a prolongarse el aislamiento y cuánto tiempo transcurriría hasta que pudiera ir a trabajar de vuelta a la cocina del jardín. Ella, junto a muchas mujeres del barrio, cocinaron para todas las personas que acudían al comedor para poder alimentarse.
“Cuando arrancó la pandemia estábamos preparándonos en el jardín maternal donde trabajo hace dos años para comenzar las clases. Comenzó el aislamiento y todo cambió totalmente: yo no sabía si iba a poder seguir trabajando o cómo iba a seguir la vida de mi familia. Fue muy agobiante tener que estar encerrados.”
“Después de un tiempo surgió la necesidad de cocinar sólo para los chicos del jardín, teníamos que hacer viandas y entregárselas a los chicos. Pero nos parecía muy chocante a todos nosotros ver que le dábamos comida a los chicos del jardín y no a su hermanito, o al abuelo, o al resto de su familia que se encontraba en la misma situación de necesidad que ese chico. Entonces, empezamos a expandirnos para poder darle de comer a todas las familias del jardín pero a los pocos días se empezaron a sumar cantidades enormes de personas del barrio que no tenían chicos en el jardín pero que hacían la cola un montón de tiempo para ver si sobraba algo.”
“Ahí empecé a desesperarme porque no tenía ollas, porque no sabía si iba a poder tener suficiente mercadería para cocinar para toda la gente que venía. Lo que teníamos era poco en comparación a la cantidad de personas que necesitaban comer. Nosotros arrancamos cocinando 50 porciones para los chicos del jardín y a los dos días empezamos a hacer 80 porciones y desde ahí el numero de porciones no paró de crecer. Llegamos a repartir hasta 350 porciones todos los días. De a poco, se fueron sumando mujeres que al no estar trabajando por el aislamiento nos ayudaban a cocinar, la mayoría mujeres vecinas y algunos vecinos del barrio.”
“Pero al mismo tiempo que se sumaba gente para ayudarnos a cocinar nos empezamos a preocupar por cumplir con los cuidados y mantener distancia. Empezamos a pensar “¿qué pasa ahora si alguna de nosotras se enferma?¿qué pasa si alguna de nosotras cae?” A partír de eso, nos dividimos en grupos para que no se amontonara gente sin tener que hacer menos porciones de comida. Por suerte pudimos organizarnos porque llegó un momento que yo incluso llegué a tener que hervir fideos en cuatro turnos, era muy loco. Quizás eran las tres de la tarde y nosotras seguíamos preparando porciones de comida porque la gente no se iba. Si yo les decía, espérenme 10 minutos que hago más fideos, quienes estaban esperando se quedaban hasta que yo traía más comida. Era mucha carga sobre mi.”
“Hubo un momento en que yo estuve aislada por un contacto estrecho de caso positivo de COVID-19, aunque por suerte ni yo ni mi familia nos contagiamos, pero estuve 15 días sin poder salir por prevención. Todos esos días pensaba qué sería de mis compañeros. Cuando volví era muy feo no poder acercarse al otro, no poder abrazarnos en esa situación donde sentíamos que quizás nos necesitábamos más cerca. Nosotras estábamos acostumbradas a la dinámica en el jardín, donde estamos constantemente abrazando, alzando o dandole cariño a los chicos.”
“Las mujeres del barrio en toda esta situación estuvieron siempre muy presentes, fueron las que se pusieron al hombro la olla. Nosotras hacíamos lo que podíamos con lo que teníamos. Todos soñábamos con un asado o con la milanesa pero a veces lo que había era sólo arroz con caldo, fideos con un poquito de verdura y cosas por el estilo porque no alcanzaba, eran muchas porciones. Había gente que venía de otros barrios o personas en situación de calle que no tenían tupes y que nosotras le preparábamos algo para que pudiera llevarse o comer ahí mismo”, finaliza Mónica.