Dirección de Género y Diversidad Sexual
Es la primera arquitecta egresada de una universidad del conurbano. A lo largo de la cuarentena desarrolló su proyecto de tesis: un proyecto para expandir los espacios verdes en Villa Lynch y para realizar viviendas sociales hechas a partir de botellas de plástico recicladas.
Su interés por las viviendas sociales viene de su propia experiencia. Creció en Costa Esperanza, partido de San Martín, en una vivienda precaria. En este sentido, eso la inspiró a trabajar en viviendas que sean accesibles para las familias de bajos recursos. Pero no sólo eso, que además de ser baratas sean cómodas.
“La pandemia afectó de manera negativa a las mujeres, por lo menos en mi entorno, en cuanto a las relaciones de pareja: muchas de mis conocidas son amas de casa, que no salen a trabajar y que se encuentran en una relación de dependencia. Tenían que estar viendo donde conseguían muchas provisiones, vi que eran las mujeres las que veían cómo arreglárselas como se pudiera.”
“En mi caso, hubo meses que trabajé y otros que no, pero por suerte pude mantener un ingreso fijo durante el año. Si bien algunos meses era menos y otros más, pude sostenerlo. El tema fue encontrar fuentes de ingreso adicionales ya que yo soy docente pero tengo pocas horas. Como soy arquitecta fui encontrando trabajos haciendo planos y contactando con profesores de la Universidad que me ayudaron. En este sentido, la pandemia me trajo mucha incertidumbre: por momentos no sabía si al otro día iba a seguir teniendo trabajo.”
“Recibirme en pandemia fue muy duro. Arquitectura es una carrera donde se hacen muchas maquetas y planos, dibujamos a mano. Eso es todo práctico y esa modalidad tuvo que adaptarse a la virtualidad. La verdad fue un esfuerzo enorme: tuve muchos momentos de bajón, por el encierro y la incertidumbre de la pandemia. Casi que no me recibo, quería dejar todo. No me gustaba el contexto, quería esperar y dejarlo para el próximo año pero a la vez tampoco estaba segura de si las cosas iban a ser diferentes. Sin embargo, no quería postergar más mi graduación. Sólo me faltaba una materia, la última última de la carrera y la verdad que no estaba segura de si iba a poder volver a retomar el ritmo al año siguiente, si me iba a costar más o menos. De hecho, hablé con mis profesores y con el decano porque sentía que quería dejar pero ellxs me convencieron de que no lo hiciera ¡Iba a ser una de las primeras recibidas de la carrera! Pero en ese momento me había agarrado una tristeza enorme, había días que me levantaba y tenía que animarme a mi misma a hacer los planos, los render. Adaptarme a la modalidad virtual me costó mucho. Había días que no tenía internet y tenía que hacer presentaciones fuera de clase, otras veces que no podía presentarme directamente por la falta de conexión y tenía que corregir o trabajar en cualquier horario. Todo eso, sumado a que acá en mi casa no tengo un espacio cómodo donde poder trabajar, me generaba una sensación muy negativa. Pero yo seguía, seguía y seguía…”
Jesica, finaliza su relato:
“Hoy en día hay cada vez más mujeres arquitectas. De a poco estamos avanzando y tomando una posición en el rubro. El lugar donde se notan más los prejuicios es quizás en la obra, a veces puede parecer que las mujeres no tenemos un lugar por ser algo “rudo y machista” pero yo no le tengo miedo a eso. Yo viví toda mi vida rodeada de personas machistas y sé cómo hacerme mi lugar, pero sé que eso no tiene por qué ser así.”