Dirección de Género y Diversidad Sexual, Sin categoría
Parecería ser que aquello que se ligaba al territorio de la ficción, a la literatura fantástica y a tantas otras producciones en donde abundaban mundos distópicos, dejó las pantallas, abandonó las metáforas y se volvió real. Nos cuenta Araceli Mariel Arreche, docente de artes, dramaturga e investigadora. Conocé su reflexión sobre la docencia y sus nuevos hábitos.
“Hace un año que el coronavirus reordenó nuestras prácticas en todos los órdenes y niveles, tanto en lo público como en lo privado. Parecería ser que aquello que se ligaba al territorio de la ficción, a la literatura fantástica y a tantas otras producciones en donde abundaban mundos distópicos, dejó las pantallas, abandonó las metáforas y se volvió real. Hace un tiempo no hay zona o debate que no inicie con la presencia del circunstancial “en pandemia”, la economía en pandemia, la política en pandemia, la educación en pandemia. Parecería que esta condición, real por cierto, reviste de novedosa o extraordinaria las discusiones per se. Es verdad que en estos doce meses hemos adquirido hábitos, variado prácticas, incorporado objetos y acumulado una cantidad de palabras y otros tantos neologismos, ahora bien, desde el lugar que me trae a esta reflexiones, desde el ámbito que organiza mi práctica: la docencia pública en artes (terciaria y universitaria), y si se trata de ser precisa en artes escénicas y audiovisuales, me pregunto qué ha traído la pandemia a nuestra realidad ya en crisis para hacer de ella más allá de una circunstancia el chivo expiatorio. Acaso las emergencias edilicias no eran conocidas y padecidas por nuestra comunidad, la ausencia de designaciones y rentas de un amplio sector docente no era ya parte de nuestra realidad. Acaso la precariedad salarial, la distancia de presupuesto para designaciones que hagan justicia a la cantidad de horas que dedicamos los docentes a la tarea nos toma por sorpresa. Hace décadas que venimos arrastrando un sistema que deja a las bases – estudiantes y docentes- sin respuesta y a la intemperie. Me pregunto por qué y para qué insistir hoy, en construir una ficción en torno a la pandemia, volverla la villana en esta narración. La pandemia vino a poner en evidencia, a quitar máscaras y a volver quizás más obscena una realidad ya conocida por quienes formamos parte de la comarca de la educación. Vino a enfatizar la resiliencia, agudizar la imaginación y a exigirnos “voracidad”, si se me permite parafrasear a Victoria Ocampo, para sostener la tarea. No busco entrar en confrontaciones estériles, aun a sabiendas que vivimos en la época de las pasiones tristes, donde la frustración y el resentimiento parecen desalentar la lucha por una sociedad mejor. Un mundo fraccionado en donde la desigualdad se ha vuelto el criterio de un orden en donde somos parte de minorías estigmatizadas, o de mayorías estigmatizadoras, participando de narraciones que organizan nuestra experiencia y que aun cuando las desigualdades se reduzcan las vivimos cada vez más dolorosamente.
Tampoco quiero sortear el camino del pensamiento mágico dejando en manos de un porvenir incierto la resolución de los temas. A doce meses de poner el cuerpo a la pandemia levante la mano quien no ha tenido la sensación de un déjà vu en las reuniones para la organización de los nuevos calendarios académicos. Acaso no parecería discutir las mismas cosas, falta de conectividad, de equipamiento básico, de acceso, etc., con la diferencia que nos abraza un cansancio que ya se hizo costra en el cuerpo. Acaso no reconocen que las relatorías se visten de nuevas palabras pero la ausencia de respuestas ya nos son familiares.
Si me preguntan qué hacer en pandemia con todo esto, creo que en primer lugar se trata de desalojarla como la antagonista necesaria de la historia para insistir en equivocaciones preexistentes. Solo así, podremos pensar en un programa de acción desde el que trabajar sobre los problemas. La apuesta no es solo política sino es intelectual, necesitamos ser capaces de inventar una sociedad vivible trabajando sobre las desigualdades que importan, o sea sobre los individuos que las sufren”
Mini bio
Es Licenciada en Artes de la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como Profesora universitaria en el área de Cine y Teatro en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), en la Facultad de Arquitectura y Diseño Urbano (UBA), en el Departamento de Arte Dramático de la Universidad Nacional de Artes (UNA), en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD). Cursa su doctorado en el área: Teoría del Cine. Programa Semiótico del Espacio – Teoría del Diseño, de la Secretaría de Investigaciones en Ciencia y Técnico, SICyT, de la Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo, de la Universidad de Buenos Aires.