#EcosDeLaPandemia, Escuela IDAES
La investigadora y docente del Instituto de Altos Estudios Sociales, especialista en sociología del Estado y burocracias públicas, analiza el rol de los estados ante la pandemia.
¿Cómo percibís los efectos sociales de esta pandemia?
Es una experiencia de ruptura radical de la vida cotidiana, que es compartida por toda la humanidad. Es algo que no tiene precedentes, por el hecho de que estamos todos conectados y conscientes de la simultaneidad de la experiencia. La incertidumbre atraviesa al mundo entero y nos deja sin saber qué es lo que va a pasar en lo inmediato y en el después de esta crisis global de la salud y de los sistemas sanitarios, así como de la forma de organización social que implica circulación.
Aunque para todos es una ruptura radical, ningún país ni grupo atraviesa la pandemia de la misma manera, con los mismos costos en sufrimiento humano y económicos, o de ruptura del sistema económico. Van a haber cambios importantes, pero no es que vamos a ver otro mundo radicalmente nuevo. Esa vivencia del cambio va a tener grados e intensidades distintos en distintas zonas y eso depende de las capacidades infraestructurales y despóticas de los Estados de cada país.
¿Los estados en América Latina cuentan con la infraestructura necesaria para enfrentar la pandemia?
Consideremos por ejemplo el poder infraestructural del Estado: su capacidad o no de hacer testeos masivos y vacunar a la población. La enfermedad está haciendo estragos sobre sociedades con sistemas sanitarios desarrollados y fuertes, eso es alarmante. En países más débiles será más grave aún.
El poder infraestructural también tiene que ver con la capacidad de monitorear a la población; ese poder varía mucho entre cada Estado y va a implicar distintos tipos de salidas para esta crisis y reconstrucciones o prevenciones posteriores.
¿Qué opiniones te merecen las actitudes de los líderes políticos de la región?
El poder despótico del Estado tiene que ver con los liderazgos. Cuanto más frágiles son los poderes infraestructurales más decisivos se vuelven los poderes despóticos. La capacidad de los liderazgos de los presidentes, los gobernadores, las élites políticas de conducir los comportamientos de la sociedad de modo de gobernar esta pandemia con los menores costos posibles.
Ahí donde hay poderes despóticos potentes e irresponsables como los de Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, López Obrador en México, Maduro en Venezuela, las consecuencias pueden ser devastadoras. Ahí también está demostrado la importancia del poder despótico aún en estados democráticos y desarrollados.
Los poderes infraestructurales y despóticos de los Estados son claves para regular los comportamientos económicos que implica esta crisis sanitaria y de la salud. La capacidad de garantizar las cadenas de pago, la supervivencia alimentaria. Existen grandes desigualdades en esa capacidad. Es una pandemia global con grandes desigualdades.