Micrositios, OISTE

Fernando Peirone conversó con doctorandos de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso de Chile

El director del Observatorio Interuniversitario de Tecnología, Sociedad y Educación OISTE ofreció en la universidad chilena la conferencia “Ser jóvenes en el siglo XXI o la experiencia de inaugurar una cultura, desafíos institucionales, pedagógicos y científicos” y conversó con miembros del Doctorado en Psicología sobre la tecnosociabilidad y el cambio en las lógicas comunicacionales de lxs más jóvenes.

En paralelo a los cambios culturales, dices que surgen los “movimientos sociales difusos”¿A qué te refieres con esta clasificación?

Esta definición le pertenece a Amador Savater, cuando hizo su análisis del 15-M (un movimiento ciudadano que surge a partir de una serie de protestas pacíficas realizadas en España que buscaban promover democracias más participativas). Se los llama difusos porque, como parte de una estrategia espontánea pero real de preservación, se resisten a estar representadas por un líder.

Esto los convierte a todos en voceros y dirigentes, empoderados por una transversalidad asamblearia que los autoriza y los cohesiona. Son estrategias que se apoyan en un repertorio de acciones sociales que acumula y fortalece la experiencia de lo que estos nuevos movimientos sociales llaman el 99% frente al poder. Lo pudimos ver en la Primavera árabe, en el 15M español, en Occupy Wall Street, en el #YoSoy132 de México, y por supuesto, en la lucha de los estudiantes chilenos por la educación pública.

En un texto que escribiste para la Revista Anfibia planteas que el capital estaría aprovechando los saberes de la cultura informacional para redefinir sus estrategias ¿crees que es posible apropiarse de estas nuevas lógicas para usarlas a nuestro favor?

Como en todo proceso histórico donde hay un orden social que se discontinúa y otro que emerge, el status quo utiliza todas sus armas para resistir y conservar sus privilegios. Hoy, si bien es cierto, que la disparidad numérica de esas dos fuerzas sociales es matemáticamente palmaria, porque de un lado tienes, como dicen los nuevos movimientos sociales, al 99% y del otro al 1%; pero no menos cierto es que el poder y los recursos de ese 1 % son muy importantes.

Tanto sea para subsumir los estados nacionales a su modelo económico, como para manipular la información que obtienen de Big Data, espiar a las personas, generar atmósferas sociales adversas a los gobiernos opositores, invisibilizar las resistencias, o para intervenir el ánimo social a través de las usinas de memes y fake news.

Los que integramos el 99%, tenemos una enorme desventaja frente a ese gran poder de fuego; pero hay algo más: tenemos una serie de valores que están presentes en nuestras reivindicaciones, que limitan seriamente nuestro accionar en función de principios éticos y morales que si fueran violados nos convertirían en nuestros propios antagonistas.

No obstante eso, que no podemos perder de vista, también debemos destacar que nunca antes hemos tenido la posibilidad de generar una comunicación transversal y no-mediada como en la actualidad, con una capacidad movilizadora elocuente, con un fuerte potencial de afectación, y con las competencias tecnosociales para acordar e implementar acciones colectivas de gran escala.

En este sentido, los jóvenes han demostrado ser muy eficaces para limitar el poder del 1% y para potenciar las acciones de resistencia. La participación decisiva que tuvieron los jóvenes en las últimas elecciones de México, el modo en que el millennial Nayib Bukele accedió a la presidencia de El Salvador, o el protagonismo que consiguió en EEUU la joven congresista Alexandria Ocasio-Cortez, son sólo los ejemplos más salientes del alcance y la efectividad que adquieren los saberes tecnosociales cuando están en sus manos.

Por otro lado, si la incorporación de los dispositivos digitales genera diferentes posibilidades de aprendizaje para las nuevas generaciones ¿de qué forma puede responder la educación formal?

Es evidente que la educación atraviesa un momento de zozobra, pero no se circunscribe sólo a la educación, ya que toda la constelación disciplinar y las instituciones atraviesan la misma incertidumbre. La teoría política y económica, sin ir más lejos, participa de esta suerte de nerviosismo generalizado, y lo experimentamos en la falta de respuestas acordes a la época que transita el mundo.

Lo mismo pasa con la psicología frente a la discontinuidad del sujeto moderno y procesos de subjetivación que se diversifican en identidades múltiples, puesto que ya no se construye alrededor de una profesión, una geografía o su sexo biológico. Esta experiencia social excede a la escuela y a la universidad, porque también atraviesa a los partidos políticos, a los sindicatos y a las instituciones en general. En ese sentido, no creo que sea justo esperar que las instituciones educativas solucionen un problema que las involucra, pero las excede largamente.

¿Qué influencia tiene en los sujetos las nuevas formas de relacionarse entre ellos y con su entorno?

Así como en tu pregunta anterior fue necesario decir que la crisis que transita la escuela, excede a la escuela; frente a esta pregunta, también habría que decir que el modo en que la sociedad se apropió de la tecnología, hoy excede a internet y la tecnología y se convirtió en una nueva manera de habitar el mundo, donde la tecnología por supuesto está presente pero sólo como una instancia de mediación.

Digo esto porque si bien la tecnología ha proporcionado una lógica operativa y comunicativa que fue adoptada socialmente, hoy esa lógica operativa trasciende lo tecnológico y gravita en el modo en que las personas y las organizaciones se piensan a sí mismas, generando las condiciones de posibilidad para el orden social emergente.

Esto, por supuesto, tiene sus dificultades. Porque nos aferramos a lo que conocemos, pero que al mismo tiempo lo seguro ya no es funcional para interactuar en la sociedad actual. Entonces avanzamos a tientas y de un modo deficiente. Pero afortunadamente, las nuevas prácticas sociales, fundamentalmente a través de los jóvenes y su desenfado frente a lo nuevo, están marcando un rumbo. Rumbo que, me parece, mucho menos escandaloso de lo que se juzga y percibe por las generaciones que se formaron en la modernidad tardía; por lo cual aún no conseguimos una interlocución con estas experiencias ni generamos una escucha atenta de esos nuevos modos del decir.

 

Nota actualizada el 12 de junio de 2019

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