El exministro de Educación de la Nación, director del Programa para la Mejora de la Enseñanza y doctor Honoris Causa por la UNSAM falleció en Buenos Aires a los 73 años.
“Fue un amigo entrañable y de una honestidad a toda prueba. Amó la vida. Era un hincha fanático de fútbol y adoraba a su familia. Nos hizo gustar de la belleza de la enseñanza y siempre buscó despertar el deseo por una sociedad más justa. Como él decía, la educación es condición necesaria de la justicia social” expresó el rector de la UNSAM, Carlos Ruta, quien además señaló: “Fue para nosotros un maestro de vida”.
Juan Carlos Tedesco nació en Buenos Aires en 1944. Tras graduarse en 1968 como licenciado en Ciencias de la Educación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, dedicó su vida al estudio de la enseñanza y la pedagogía. Se desempeñó como docente de las universidades nacionales de La Plata (UNLP), Comahue (UNCOMA), La Pampa (UNLPAM) y San Martín (UNSAM), donde actualmente dirigía el Programa para la Mejora de la Enseñanza y coordinaba el doctorado en Educación.
Impulsor de fuertes políticas públicas para mejorar la educación en la región, Tedesco tuvo una destacada trayectoria en la gestión estatal tanto local como internacional: fue ministro de Educación entre 2007 y 2009, durante el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner; director del Centro Regional de Educación Superior para América Latina y el Caribe, en Caracas (CRESALC); y director de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC), en Santiago de Chile. Además, fue miembro del Consejo Argentino ante la Secretaría General de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y de la UNESCO.
A modo de homenaje, la UNSAM vuelve a publicar la última entrevista que concedió en 2016, luego de ser distinguido con el Premio Konex de Platino.
¿Qué es el Programa para la Mejora de la Enseñanza?
El Programa nació por iniciativa del rector Carlos Ruta. Durante mi gestión como ministro trabajé mucho sobre el tema del acceso a la universidad. En la Argentina tenemos una legislación muy democrática: acceso irrestricto, gratuidad, etc., para que todo chico que termine el secundario pueda ingresar. Sucede que, entre los cursos de ingreso y el primer año, hacemos fracasar a un promedio del 50 % y, en algunas carreras, a más. Cuando dejé el Ministerio, Ruta me invitó a hacer algo desde la UNSAM y la idea me entusiasmó. A través del Programa, trabajamos con los profesores y les hacemos ver lo importante de esa primera etapa. No podemos seguir con la hipótesis que le adjudica la responsabilidad del fracaso al déficit de la escuela secundaria. Tenemos la necesidad de ver qué aspectos de la oferta pedagógica universitaria están contribuyendo a este fracaso.
¿Dónde se observan los principales problemas?
Todos los diagnósticos indican que los problemas más serios los tenemos en comprensión lectora y en el razonamiento lógico-científico. Los chicos llegan sin ser capaces de comprender textos complejos y expresarse por escrito. En la UNSAM comenzamos con los alumnos de la Escuela de Ciencia y Tecnología, donde el trabajo estuvo enfocado en definir con los profesores las hipótesis acerca del fracaso. Algunas explicaron el problema con variables “duras”, tales como el número de alumnos por profesor (clases con 150 chicos y un profesor con dedicación simple, por ejemplo); otras aludieron a factores pedagógicos. En función de esas hipótesis, elaboramos un proyecto de mejora con la idea de aplicarlo, evaluar resultados e ir construyendo conocimientos que permitieran apuntalar el acompañamiento. Si a los chicos les va mal porque no tienen el hábito del estudio, nuestro trabajo es formarlos en eso. Esos ensayos después los extendimos a otras unidades académicas de la UNSAM.
¿Qué resultados observaron?
Los resultados fueron cuantitativa y cualitativamente satisfactorios. También estamos trabajando en una cuestión más cultural de la universidad con la idea de volver a darle prestigio a la enseñanza. El mundo universitario tiene una cultura en la que todos los incentivos van a la investigación y a la gestión, nunca a la enseñanza, lo cual es absurdo. No digo que la investigación no sea importante, pero la enseñanza es también fundamental.
Desde algunos medios de comunicación han salido notas que cuestionan el sistema universitario público. ¿Está desprestigiada la educación pública?
No sé si desprestigiada, lo que hay es la idea de que la educación ya no es garantía de buen empleo ni de mayores ingresos. El avance de las tecnologías está afectando la creación de empleo. Ya no solo del no calificado, sino también puestos de alta calificación, que están siendo reemplazados por dispositivos cuya lógica es eliminar trabajo. Esto está provocando una suerte de escepticismo acerca del impacto de la educación. Hoy en la Argentina tenemos altas tasas de desempleo y carencia de recursos humanos calificados para los puestos que se están creando. En ese contexto, hay algunos sectores que están queriendo empañar el papel de la educación pública en un país como el nuestro, que, junto con Uruguay, es el único en América Latina que ha tenido una política de expansión de la educación superior basada en el papel del Estado. Pero, si esta política no va acompañada de políticas socioeconómicas, la educación nunca va a mejorar.
¿Cómo podría mejorar la enseñanza en ese sentido?
Dependiendo del nivel. Si uno toma, por ejemplo, el nivel inicial, no es el Ministerio de Educación el único y principal actor; allí tenemos que trabajar con el Ministerio de Salud, con Desarrollo Social, con las familias e incluso con otros niveles del Estado: el nacional, las provincias y los municipios.
Si vamos a la escuela primaria y secundaria, la articulación entre políticas públicas es también muy importante. Por ejemplo, si queremos introducir tecnologías en las escuelas, estas necesitan conectividad, y la conectividad es tarea del Ministerio de Comunicaciones. Si queremos tener escuelas de jornada completa, necesitamos ampliar la infraestructura. También son necesarias políticas macroeconómicas: hace falta una distribución del ingreso más equitativa para que las familias puedan mantener a sus hijos hasta el final de la secundaria. Hoy la secundaria es obligatoria por ley. Así como la educación contribuye a la equidad social, también necesitamos equidad social para que haya educación. Por eso creo que esta idea de una educación pública de calidad debe formar parte de un proyecto de sociedad, no como proyecto meramente pedagógico, sino como proyecto de una sociedad más justa.
Usted siempre hace mención a la alfabetización en ciencia y tecnología, y en formación ciudadana…
El concepto de alfabetización no tiene nada de peyorativo. Alfabetizar es enseñar a manejar los códigos con los que se mueve la cultura. La alfabetización en lectoescritura era eso, enseñar a manejarse con un código sin el cual uno no podía enterarse de lo que pasaba ni podía expresarse. Hoy, la alfabetización digital es importante; si no sé cómo manejarme con estos aparatos, no puedo entrar al circuito en el que está circulando la información socialmente más importante y no me puedo expresar. En cuanto a la alfabetización científica, está claro que hoy los debates ciudadanos son debates cargados de información científica y técnica. Discutimos el problema del medioambiente, la política económica, la salud, y para todas esas discusiones no solo hay que manejar información, también hay que manejar el razonamiento reflexivo, tengo que ser capaz de reflexionar para tomar mi decisión como ciudadano. Esa formación científica es formación ciudadana.
Además, por supuesto, hay que agregar la formación en valores ciudadanos, la adhesión a la justicia social, la solidaridad, el respeto al otro. Para eso, la escuela tiene que organizar experiencias de aprendizaje que formen en esos valores. Lo cognitivo no es lo único que influye en la formación en valores; tenemos que movilizar otras dimensiones de la personalidad, como la emoción y los sentimientos. Esos valores no se promueven únicamente leyendo libros, sino con experiencias de contacto con el otro a través, por ejemplo, de programas de solidaridad.
¿Qué diferencias ve entre la política educativa del Gobierno anterior y la del Gobierno actual?
No veo que haya una política educativa. Todavía no se advierte una línea clara. Se ha anunciado un plan de extensión de la educación inicial y la construcción de 3000 jardines de infantes, cosas que están muy bien, pero que son la continuación de políticas que ya se venían dando. El ministro Bullrich apunta a una “revolución educativa” y anunció, para esa revolución, dos condiciones: mayor inversión privada en educación e inversiones extranjeras en educación. ¿Qué quiere decir con “más inversión privada”? ¿En qué? ¿Va a reemplazar la inversión pública, la va a complementar, va a ser una inversión en formación profesional, en la educación general? Eso no está claro. ¿Qué quiere decir “inversión extranjera”? ¿Vamos a comprar productos enlatados de materiales pedagógicos para que se apliquen aquí? Un inversor extranjero va a querer ganar. Si el concepto es inversión, tiene que tener algún retorno. Yo más bien pienso en los límites que tuvimos en nuestras políticas. Ahí sí deberíamos fijar la atención e impulsar estrategias en esa línea. En los 12 años del Gobierno anterior se invirtió mucho en educación, fundamentalmente en insumos: se construyeron edificios, se llevaron computadoras a todas las escuelas, aumentó el salario docente… Se avanzó significativamente. Sin embargo, cuando vemos los resultados, no parece que se hubiera impactado en forma equitativa. El escenario continúa siendo muy desigual. Ahí está el punto: hay que seguir invirtiendo, sin ninguna duda. Pero también hay que trabajar en otras dimensiones que no son materiales, que son más culturales, institucionales y organizativas: cómo lograr una mayor responsabilidad por parte de las escuelas, cómo cambiar ciertas representaciones que existen en el sistema educativo de que los pobres no pueden aprender y por lo tanto fracasan o también cómo complementar mejor esas carencias con las cuales llegan los alumnos a las escuelas. Hay toda una problemática que exige incorporar una dinámica en la que empecemos a innovar, a experimentar, a construir conocimientos que nos permitan resolver los problemas del aprendizaje de los estudiantes.
Cuando hay fracaso escolar, ¿al primero que se culpa es al alumno?
Está demostrado en todo el mundo que la repitencia no solo no es una solución, sino que agrava el problema. Si uno hace repetir a un chico y lo vuelve a poner en el mismo grado, ya tiene sobreedad y la experiencia del fracaso no es la solución. Claro que bajar el nivel tampoco lo es. ¿Cómo puede ser que los chicos no aprendan a leer y a escribir bien? La pregunta es por qué no aprenden y hay que trabajar en esa discusión. Hoy deberíamos estar discutiendo todas estas cosas: cómo mejorar las estrategias de enseñanza de la lectura y la escritura, cómo mejorar la enseñanza de ciencia, qué hacer con la formación docente.
Si no hay una discusión pública, tampoco va a haber una demanda. Estamos haciendo una discusión entre técnicos que no trasciende y no toma estado público. Necesitamos una demanda educativa más calificada, que los padres salgan a pedir calidad de la educación y no que cuando un maestro se pone un poquito más exigente se peleen con el maestro.
Como miembro de la OEI, usted trabajó en la conformación de un Plan Decenal de Educación. ¿En qué consiste?
Se invitó a todos los países a adoptar la estrategia de planes decenales de educación. Cuando dejé el Ministerio, estuve durante un año dirigiendo una unidad de planeamiento estratégico y evaluación de la educación y entregué las bases de un plan decenal de educación y un borrador de un decreto que creaba la Agencia Nacional de Evaluación Educativa. Lamentablemente, en ese momento se consideró que no había condiciones para llevarlo adelante. Creo que la idea es muy interesante y debería ser analizada. Un plan a diez años es un plazo que garantiza continuidad. Las políticas educativas no pueden ser políticas de Gobierno. En cuatro años no puede hacerse nada. Diez es un plazo lo suficientemente largo como para garantizar esa continuidad y no tan largo como para que sea eterno. La ley nacional de educación no puede tener plazos. La idea es que el plan decenal sea aprobado por ley para que obligue a los gobiernos a aplicarlo. Y en ese plan hay metas: la idea es que cada meta tenga su financiamiento. La ley de financiamiento educativo planteaba una meta global del 6 % del PBI para educación y metas específicas, pero no indicaba cuánto de ese aumento en inversión estaría destinado a jornada extendida, cuánto a infraestructura, cuánto a salarios docentes. La experiencia, entonces, mostró al final que el aumento de casi el 80 % de la inversión fue para salarios, lo cual está bien. Pero ahora estamos en otra etapa en la que sería bueno que cada meta tuviera su financiamiento.
¿Qué opinión le merece la evaluación de calidad educativa Aprender?
Tenemos muchas pruebas: la PISA, que es internacional; la prueba de la UNESCO, que es regional; el Operativo Nacional de Evaluación (ONE), que es nacional; y algunas provincias tienen sus propios sistemas de evaluación. Hace 15 años que venimos con esto. Este es una modificación del ONE, las críticas que se le hacen a este dispositivo se las podríamos haber hecho a todos estos otros desde hace diez o quince años. Hay que seguir midiendo, sin ninguna duda, pero ese no es el problema educativo argentino. Ya sabemos que tenemos problemas con la lectoescritura, sabemos que tenemos problemas con el aprendizaje de ciencias, sabemos que tenemos problemas de desigualdad. En vez de seguir discutiendo cómo medir, discutamos cómo mejorar. Tenemos problemas muy serios en los primeros grados de la escuela primaria con el aprendizaje de lectura y escritura. Allí hay que poner a los mejores maestros, pagar mejores sueldos, formar a los maestros para que enseñen bien a leer y escribir. No son milagros. Gastamos páginas y páginas discutiendo la evaluación, ¿por qué no estamos discutiendo los problemas graves?
¿Qué perfil tiene un doctor en Educación de la UNSAM?
El Doctorado en Educación es interuniversitario. No es un doctorado exclusivo de la UNSAM, sino que es una alianza entre tres universidades: Tres de Febrero, Lanús y San Martín. Eso potencia mucho. Cada universidad, aisladamente, no tiene condiciones de ofrecer un doctorado de excelencia, pero las tres juntas conforman una masa crítica de profesores, investigadores y docentes que permiten tener un mejor nivel. El Doctorado tiene una formación multidisciplinaria, pero también con un fuerte contenido social. Intentamos formar doctores en Educación que además de potencial técnico tengan un compromiso social importante con la mejora de la calidad de la educación para los sectores más vulnerables. En ese sentido, es un doctorado políticamente comprometido. Yo termino mi rol de coordinador del Doctorado a fin de año. Es un doctorado que apunta a la gestión de políticas educativas, pero con un enfoque multidisciplinario. Está la política educativa, la antropología, la sociología, las ciencias políticas, la filosofía, esta idea de preguntarse por el sentido de la educación, ¿para qué? Si uno no tiene una respuesta a esa pregunta, todo lo demás cambia. Si decimos que el sentido de la educación debe ser construir sociedades más justas, las preguntas que se le plantean a la educación son totalmente diferentes a si decimos que la educación tiene que promover excelencia, competencia, rankings, premiar a los mejores. Ahí la agenda es otra.
Hoy 2 de Junio me entere del fallecimiento de un amigo, al que trate de comunicarme infructuosamente ,quedo pendiente el café que íbamos a tomar, un abrazo a Luis y mis respetos a su familia.
Fue un privilegio haberlo conocido, por todo lo recibido, por todo lo discutido, por todo lo aprendido. Lo vamos a extrañar mucho. El compromiso: honrar su legado.
Dejó una huella imborrable. Q.E.P.D.
.. me inunda una enorme tristeza.. que sus enseñanzas nos iluminen en estos tiempos difíciles..
Excelente , qué pena que ya no esté entre nosotros!