“No es una obra de ficción ni de personajes, evidentemente. No responde a ningún tipo de convención de teatro realista. Es como una performance en el sentido de que ellos están ahí, hablan de sí mismos con una narrativa al público bastante directa y utilizan distintos procedimientos y material documental: videos, fotos y cartas. Es como viajar en una máquina de tele-transportación. Uno los acompaña para recordar quiénes eran, qué pasó con la guerra y cómo volvieron. Al reconstruir sus historias, de alguna manera también se va reconstruyendo la historia del país”.

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“Fue un proceso muy largo. No es sólo es que te guste la historia y la persona. Hay una segunda etapa y consiste en saber si esa persona puede emprender un trabajo escénico. Trabajamos también con un centro de asistencia psicológica de veteranos del Círculo Militar. Lo que tenés entre manos es muy frágil, ellos comparten cosas muy radicales, por eso es importante acompañarlos y comprometerse”.

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“En Malvinas, como es nuestra única guerra, al menos de las que logramos recordar, se estigmatizó mucho al veterano. Tuvimos un período de posguerra desastroso, sin ningún reconocimiento para ellos por eso, está instalada en la memoria la imagen del veterano, como la de alguien que sube al tren a vender unos stickers, unas revistas, un concepto que lo homologa a un mendigo. Nunca fueron eso. Cuando empecé a caminar la obra, me interesaba decir: ‘Atención, el psiquiatra que te está atendiendo en el Hospital Alvear es un veterano’. En el país, nunca sabés quién participó de la Guerra, porque el 70% fueron conscriptos y siguieron con sus vidas, sus trabajos”.

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